Llevamos 16 meses…

Y usted… ¿qué opina?

Fernando Berrocal

Fernando Berrocal Soto

Este 8 de setiembre se cumplen 16 meses del actual gobierno. El tiempo no se detiene y vamos, rápidamente, para los dos años del presidente Rodrigo Chaves y, en el medio, se nos van a atravesar las elecciones municipales de febrero del 2024, lo que hace suponer que serán varios meses de intensa política nacional. Tanto para el oficialismo como para los partidos de oposición, ganar el mayor número de Alcaldías y Consejo Municipales es un objetivo prioritario, con miras a las elecciones nacionales del 2026.

Mi opinión es que, como país, entramos en una etapa “contra el tiempo” y mi primera reflexión para CAMBIO POLITICO es que, independientemente del juicio que cada uno tenga sobre los logros y fallas del actual gobierno, sus positivos y negativos, como país debemos regresar al sistema anterior de que, las elecciones nacionales y municipales, se realicen al mismo tiempo y ojala cada cinco años, ampliando el período presidencial y evitando el “electorerismo” permanente que significan las elecciones de medio período.

Los pueblos y los gobiernos necesitan tiempos y equilibrios para desarrollarse y crecer en lo económico y social y poner en práctica sus planes y proyectos nacionales y cantonales o regionales. No se puede vivir y desarrollarse integralmente, como país, en una permanente y apasionada confrontación política, ni darse el lujo de gastar casi 7.000 millones de colones de dineros públicos aportados por el Tribunal Supremo de Elecciones, cada dos años y a medio palo de los tiempos del gobierno nacional. Aquí, en Costa Rica, vivimos en una permanente bronca y cada dos años nos tiramos a matar, dividiendo en pedazos al país y simplificando los enormes problemas nacionales en juicios de valor matizados de apasionamiento político y paralizando a Costa Rica.

El régimen municipal está suficientemente arraigado y es uno de los motores de nuestro sistema político, pero es hora de pensar en serio en una REFORMA POLITICA en varias direcciones fundamentales, para profundizar y oxigenar nuestra vida en democracia, modificando el sistema de elección de los Diputados, avanzando hacia un régimen mixto y semi parlamentario, menos presidencialista, racionalizando los tiempos electorales, simplificando la asfixiante tramitología pública que impide el desarrollo integral de nuestra sociedad, así como el funcionamiento efectivo de nuestro Estado Social de Derecho y las potencialidades reales y estratégicas de Costa Rica en el mundo exigente y competitivo del siglo XXI, lleno de nuevos retos y paradigmas desconocidos incluso a fines del siglo XX, hace apenas 23 años. Ahí está el gran reto que tenemos en el presente y frente a nosotros, los costarricenses.

Pero bueno…llevamos 16 meses del gobierno del presidente Rodrigo Chaves.

Es obvio y así se encarga el presidente y su ministro de Hacienda de decírnoslo cada vez que tienen oportunidad que, la línea maestra de esta Administración y su principal objetivo, es alcanzar una buena situación en las variables macroeconómicas y aplicar estrictamente y con disciplina la “regla fiscal” que aprobó la Asamblea Legislativa y que viene del gobierno de Carlos Alvarado y el último gobierno del PAC, así como cumplir el convenio con el Fondo Monetario Internacional firmado en la presente Administración, como norma suprema y por encima de todas las otras variables en la vida económica, social e institucional del país. O sea, una política ortodoxa y estricta en materia de política económica y presupuestaria, al costo que sea, como condición previa y paralela para cualquier otra decisión subalterna o proyectos nacionales.

Ese es el punto de partida. Hay que decir, objetivamente, que la situación fiscal de Costa Rica y, sobre todo el tema de la deuda pública, se habían complicado exageradamente y en forma peligrosa para Costa Rica, en los últimos gobiernos, quizás con la excepción de la Administración de Abel Pacheco del PUSC que fue extremadamente austera. Desde entonces, en este ámbito fundamental de la vida de nuestro país, las cosas se complicaron en exceso y creció en forma desmesurada el déficit y el porcentaje de pago por principal e intereses de la deuda externa e interna, para poder sufragar los montos del Presupuesto Nacional cada año. Esto, objetivamente, es una verdad como un templo. El gasto público se disparó alarmantemente en nuestro país y la recaudación de impuestos para poder sufragarlo, siempre se quedó muy abajo, generando una espiral de endeudamiento en dólares y colones impresionante.

En forma objetiva, hay que reconocerle a este Gobierno que, en el Presupuesto Nacional presentado por el ministro Nogui Acosta a la Asamblea legislativa, el pasado viernes, por primera vez en 7 años, el porcentaje de endeudamiento necesario para sufragar los 12.6 billones de su total, será bastante menor y alcanzará solo a un un 38,8% con recursos provenientes de deuda y el 61.2% restantes se financiará con gastos corrientes, o sea con impuestos. En ese sentido y para bien, es el presupuesto más equilibrado de los últimos tiempos, aunque siga estando desequilibrado en una situación ideal y eso, indudablemente, es un progreso, sobre todo si esa política de austeridad y control de los gastos, sigue siendo la norma hasta el presupuesto del 2026.

Este presupuesto tiene un crecimiento de solo el 3%, lo que se encuadra estrictamente con la realidad nacional. Aunque claro está si se analizan los porcentajes de distribución, entre lo que se destina a salarios y pensiones, lo que se sigue destinando a pago de principal e intereses de la deuda o a inversión en obra pública, la ecuación sigue siendo negativa para un país en desarrollo. Aunque en honor a la verdad, en esta materia no existen los imposibles ni los milagros y el gobierno del presidente Chaves ha hecho todo lo que es posible hacer, política y técnicamente, después de una alegre fiesta que comprometió los recursos nacionales por varios gobiernos anteriores.

Ese esfuerzo todos debemos reconocerlo, independientemente de las posiciones políticas de cada quien, como el hecho cierto de que esto es una “gran torta nacional” heredada. Quizás no de las dimensiones de la que tiene Argentina y otros países de América Latina, pero sí enorme para Costa Rica.

El otro reconocimiento lo debe tener el Banco Central. En este momento hay reservas monetarias en divisas en el orden de más de los US$8.000 millones y eso mantiene estable el cuadro macroeconómico del país. Cuando pienso que, en 1982, el presidente Luis Alberto Monge (PLN) recibió el gobierno con cero divisas y el colón absolutamente derrumbado y devaluado frente al dólar, no puedo menos que recordar a Carlos Manuel Castillo en el Banco Central, Porfirio Morera y Federico Vargas en el Ministerio de Hacienda, Rodolfo Silva como Negociador de la Deuda Externa y un equipo económico y político que hizo malabares para arrancar aquel gobierno, con un desembolso de US$50 millones no rembolsable de México y evitar el total colapso económico de Costa Rica. Lo de hoy, sinceramente, me parece el paraíso frente a aquella crisis de los años 80 del siglo XX y me disculpan la comparación. Pero es cierta.

Hago esa comparación, porque pertenezco a una corriente de pensamiento social democrática que no cree que el tema fiscal es la única responsabilidad de un Gobierno, por más importante que reconozcamos es ese equilibrio y porque en POLITICA con mayúscula y no en política con minúscula, se debe reconocer lo que se está haciendo bien en este Gobierno, aunque a un gran sacrificio y costo de otras variables también importantes y que están a punto de llevarnos, como país, a un colapso sin salida, de no ser atendidas con prioridad, igualmente, como temas básicos de la agenda nacional de un país en desarrollo que es Costa Rica y que, además, tiene enormes potencialidades y fortalezas estratégicas en el medio de las Américas y con un sistema democrático consolidado y necesario, en los tiempo que vivimos, para llegar a ser el primer país desarrollado de América Latina, sin perder nuestra idiosincrasia nacional y sin entregarse a intereses bastardos a todo nivel.

Me refiero a tres temas esenciales:

  1. La crisis de inseguridad que estamos viviendo es la más fuerte y peligrosa de nuestra historia y enfrentamos un delito transnacional poderoso en recursos económicos, armas, tecnología, hombres y mujeres comprometidas y delinquiendo y, ese fenómeno de criminalidad organizadas, sicariato e inseguridad nacional y ciudadana, NO se está atendiendo integralmente y con el nivel y el grado de prioridad que debe tener en la agenda nacional. El asunto de los escáneres está muy bien, pero es solamente un ángulo de esta crisis. Si no cambiamos radicalmente de rumbo, terminaremos siendo un país fallido como otros de América Latina. Esta situación es muy grave para Costa Rica.
  2. La crisis social de ingresos, pobreza, marginalidad, falta de vivienda popular, trabajo y oportunidades del presente, en nuestro país, es la más grave en las décadas que lleva la II República desde la Constitución Política de 1949 y ni siquiera las encuestas y los estudios serios, reflejan la magnitud del problema social y desigualdad que se está viviendo en Costa Rica. Hemos retrocedido negativamente en todos los indicadores sociales. Basta entrar a San José en horas de la mañana y atravesar sus calles y avenidas, para encontrarse con cientos de seres humanos tirados y abandonados, entre cartones y miseria, a vista y paciencia de un país que piensa que eso es normal y natural y así en todo el territorio nacional. NO lo es. La lucha contra la pobreza y por ser un país de oportunidades, ha sido siempre y lo debe seguir siendo, una causa de Costa Rica y una razón de ser del sistema de vida en libertad y democracia.
  3. La crisis educativa que pone el dedo acusador en la llaga de lo que fue, desde siempre, la EDUCACION en nuestro país, como la gran prioridad nacional y el motivo más grande de nuestro orgullo Patrio, por haber derrotado el analfabetismo y haber logrado una sociedad educada y culta, con altos índices educativos, para terminar, a estas alturas del 2023, en un bache y un hueco sin fondo y profundo, con un SISTEMA EDUCATIVO absolutamente colapsado en lo presupuestario, pero igualmente en la capacitación de los maestros, el nivel de la enseñanza que se está dando en las escuelas y colegios, la situación física de la inmensa mayoría de los centros educativos y la falta de políticas públicas correctas en la dimensión de lo fundamental que es la calidad de la educación y el acceso de miles de miles de costarricenses que están dejando o no saben ahora leer ni escribir y se encuentran en grados escolares avanzados, así como la enorme y trágica deserción de las aulas, forzados por la inequidad de nuestra sociedad. Eso significa condenar a Costa Rica y terminar siendo otro país fallido. Esto es ni más ni menos: ¡Una vergüenza nacional!

Estas realidades nacionales son un auténtico “coctel explosivo” y lo digo con sinceridad, franqueza y absoluta objetividad. Estamos muy mal como país y se requieren de profundas y valientes rectificaciones o vamos a perder a Costa Rica. Es muy fácil decir, nostálgicamente, que todo pasado fue mejor o echarle la culpa de todo lo mal que estamos a los que tuvieron responsabilidades de gobierno en el pasado. Ambas posiciones son bastante demagógicas y controversiales, porque también se podría responder y es absolutamente cierto que, en el pasado, en anteriores gobiernos, se hicieron grandes cosas y que la sociedad costarricense avanzó notablemente y llegó a puntos de excelencia como ningún otro país de América Latina y que esos factores positivos siguen ahí, como parte de nuestros activos nacionales en el presente. Costa Rica no nació hace 16 meses y existe una “vía costarricense” hacia el desarrollo integral que nos hizo un país singular y diferente en América Latina.

Ese SI es el tema fundamental de la agenda nacional, mucho más allá de lo que se ha avanzado en equilibrar el presupuesto y acumular divisas en el Banco Central y que todos deberíamos asumir con la más absoluta responsabilidad nacional, desde el gobierno, los partidos políticos de oposición, la sociedad civil organizada, la academia y la prensa responsable y los ciudadanos. El tema es la realidad tal y cómo es en el presente y lo mucho que tenemos que hacer, entre todos, para construir el mejor futuro posible para los y las costarricenses. No echarnos las culpas unos a otros. ¿Qué es lo que vamos a hacer? ¿Qué puedo yo hacer como ciudadano? No vaya a ser que terminemos con alternativas exóticas a lo El Salvador y Nicaragua o eligiendo a un lunático como se debate en Argentina. Esos cuadros políticos son de verdadera pesadilla.

Ahí estamos fallando. Estamos fallando, como país, en el método de trabajo POLITICO que no es otro que el del DIALOGO CONSTRUCTIVO y la activa PARTICIPACION CIUDADANA en los asuntos de la agenda nacional. Ese es el camino costarricense y el que debemos seguir transitando y profundizando y el tiempo no se detiene…llevamos 16 meses del actual gobierno y el destino de Costa Rica es nuestra más alta responsabilidad POLITICA. La de todos.

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