Conversaciones con mis nietos
“El yo con el que cual nos identificamos accede solo a una pequeña porción de la consciencia. Las posibilidades infinitas de esta se reducen a lo que el ego de uno dice que sí. Escapar de la trampa del mundo del sentido común, significa ver la realidad como un campo de consciencia unificado, no como un campo de «cosas» físicas, que giran nuestros egos.” Deepak Chopra
Arsenio Rodríguez
En 1980 trabajaba con Naciones Unidas en Ginebra, Suiza, en el incipiente tema del medio ambiente, y en del desarrollo sostenible que estaba en proceso de conceptualización. Estaba ubicado en las oficinas de Naciones Unidas en Petit Saconnex. Un día fui a una sucursal pequeña de un banco que estaba en el complejo de oficinas, y el cajero un amable señor como de unos 60 años, me preguntó en lo que me atendía, que yo pensaba sobre la aseveración de que no hay recursos suficientes en el mundo para sostener una población de tantos miles de millones de gentes. Yo me sonreí, porque en esos días había estado participando en debates, sobre las proyecciones del estudio de Limites al Crecimiento, producido por MIT en 1972 y diseminado por el Club de Roma. Pensé 1972 fue el año en que se globalizó el movimiento sobre el medio ambiente y la gente comenzó a tomar en serio su impacto sobre los recursos naturales y eventualmente su propia supervivencia.Me sonreí con el cajero, quien era griego y llevaba años en Suiza, y antes de poder contestarle nada me dijo “sabes que Gandhi decía que el planeta tiene recursos para sostener una enorme población lo que no hay, son recursos para sostener la avaricia y el egoísmo de esa población.” Cambié mi cheque y me fui a mis oficinas a seguir pensando sobre el medio ambiente y el desarrollo sostenible.
Han pasado ya 43 años de aquella breve conversación. Antes de jubilarme, trabajé con Naciones Unidas y luego el Banco Mundial, siempre en esos asuntos de Medio Ambiente y su primo hermano el Desarrollo Sostenible.
Ayer me asaltaron, en el mundo ese del internet, dos noticias que me hicieron recordarme de aquella conversación, una sobre una revitalización del estudio del MIT, realizado por Gaya Herrington, investigadora de sostenibilidad y análisis dinámico de sistemas de la prestigiada consultora global KPMG. Su artículo, publicado en la edición de noviembre de 2020 de la Revista Yale Journal of Industrial Ecology, analizó las predicciones de «Límites al crecimiento» junto con los datos más actuales del mundo real.
Herrington encontró, que el estado actual del mundo, medido a través de 10 variables diferentes, incluida la población, las tasas de fertilidad, los niveles de contaminación, la producción de alimentos y la producción industrial, se alineaba muy estrechamente con dos de los escenarios propuestos en 1972, a saber, el escenario catastrófico, de continuarse con los mismos modelos de hacer las cosas que prevalecían en ese entonces, y el otro llamado Tecnología Integral (TI), en el que los avances tecnológicos pueden ayudar a reducir la contaminación y aumentar el suministro de alimentos, incluso cuando los recursos naturales se agoten.
El informe de la revista de la Universidad de Yale, indica que, si bien el escenario de TI resulta en un menor impacto para la población mundial y el bienestar personal, la falta de recursos naturales resultante todavía conduciría a un punto en el que el crecimiento económico disminuiría drásticamente, en otras palabras, habría un colapso repentino de la sociedad industrial.
«Por lo tanto, ambos escenarios indican que no es posible continuar como de costumbre, es decir, perseguir el crecimiento continuo».
La humanidad tendrá que limitar deliberadamente el crecimiento económico por su cuenta, antes de que la falta de recursos los obligue a hacerlo. ¿O sea, pensé, limitar la avaricia, el egoísmo, la comercialización, la cosmovisión materialista del mundo y la felicidad promulgada por la cultura y propaganda actual, como nunca, de tener cada vez más cosas?
Por otro lado, también leí en internet, en uno de esos sitios de astronomía y el telescopio Webb, lo siguiente: “Se descubrió que un agujero negro ubicado a 230 millones de años luz de distancia de la Tierra, en el centro de una galaxia llamada J0437 + 2456 y aproximadamente tres millones de veces más grande que nuestro Sol, se movía a una velocidad de 110,000 millas por hora.”
Curioso todo lo anterior me llevó a pensar en Trump, en Bolsonaro, en las noticias de a diario, en el calor infernal que ha hecho este verano, en mis 80 años, en mis apegos, prejuicios, alegrías y fallas, En los conceptos de la ciencia reduccionista y los juicios religiosos, en los políticos y sus seguidores, en los 8 mil millones de opiniones y sus respectivos consensos que existen en el mundo. En la historia en el achicamiento del planeta a través de la comunicación y la transportación, en la llamada Inteligencia Artificial derivada de una natural, que no le hace honor a su nombre.
Y soñé con una nueva cosmovisión, más sistémica que este sálvese quien pueda que todos, de una manera u otra propulsamos ahora, en esta época, donde todo se pesa y se mide, y cada vez se siente menos. Y a pesar, de que aun la misma ciencia reduccionista, reconoce la interconexión de todo, en nuestra conceptualización egoísta del mundo material, prevalece el comportamiento de quítate tu para ponerme yo.
Los sistemas sociopolíticos actuales, el consumismo, la comercialización de la salud, de todo, la universalización del chisme y la conspiración por las redes sociales informáticas, como método de conocimiento, el escapar de mirarnos a los ojos y sentir el corazón ajeno, mediante el enfoque en nuestras pantallas celulares de YO.
En fin, si tenía razón mi amigo el griego, lo que hay que cambiar no es la proporción mecánica entre recursos y población, sino cambiar la consciencia, de una que persigue la avaricia y el egoísmo, a una que reconoce la unicidad de la vida y sabe amar al prójimo como a sí mismo. A lo mejor igual que le pasa a uno individualmente, la humanidad a seguir creciendo en su historia aprenderá a sentirse como una familia, de la misma forma que evolucionó su ahora llamada inteligencia racional desde descubrir el fuego y el lenguaje. Y quizás tengamos colectivamente una humanidad más madura y consciente. Una nueva humanidad…
Porque con esta condición de adolescencia egoísta y lideres imberbes asumiendo la conducción de nuestras respuestas, a fenómenos desencadenados por nuestra ignorancia colectiva, con aun mas ignorancia y soberbia, pienso no nos va llevar a ningún sitio, sino al colapso predicho en 1972.