Ricardo Castro Calvo
Con el nombre de Antonio Ayales Esna, se escribe una época de la Asamblea Legislativa. Una historia gratificante en resultados laborales, pero, sobre todo, pleno en acontecimientos que marcan una vida para siempre. Desde el 1 de junio de 1995, es el director ejecutivo. Ha servido por 28 años, en el puesto más complejo de la administración del primer poder de la República. No tengo duda, al afirmar que esa posición es complicada y una de las más difíciles en la política.El director ejecutivo Ayales Esna sirvió para las diputaciones de siete cuatrienios. Cada período con 57 diputaciones. Trabajó con 28 directorios legislativos. Laboró, en ese órgano, con 84 diputaciones y sirvió a 28 presidencias. Tuvo 399 jefes durante su gestión. Estos números no toman en consideración a las diputaciones que ingresaron, para completar períodos que iniciaron otras personas.
He dicho que considero a Antonio Ayales un mago en la política parlamentaria costarricense. Cuenta con habilidades que reúnen pocas personas de manera sincrónica. Se trata de varias facultades que congregan una serie de conocimientos y prácticas. Es una destreza, para obtener acuerdos extraordinarios, pero también, saber leer entre líneas y descubrir lo que parece oculto. Es algo innato en Antonio; lo trae por genética. Algo que le ha permitido cruzar por muchos caminos.
Don Antonio logró esquivar tentativos golpes de estado. La posición de director ejecutivo ha sido apetecida por más de una persona influyente. Las intentonas de rebelión se dieron en diferentes gobiernos, sin embargo, este 30 de junio, sale por la puerta grande y a vista de un edificio que construyó a partir de sueños.
El señor Ayales Esna cuenta con virtudes de serenidad y de escucha. Toma decisiones a tiempo y en paz. Goza de educación y cultura. Con ello, asienta su inteligencia emocional. Se expresa, casi siempre, con una sonrisa. Quizás sea el sonrojo de una timidez que trata de no mostrar, pero que le viene bien entre tantas personas que buscan protagonismo.
Durante 62 años, la Asamblea Legislativa no tuvo sede propia. La institución se albergó en edificios que no fueron construidos para alojar el parlamento. Cada vez que se presentaba una propuesta de edificación había una conferencia de prensa para informar al país; no obstante, la construcción del nuevo congreso no podía realizarse en un año. A la siguiente legislatura, había nueva presidencia que no avalaba lo actuado por el anterior directorio. El anteproyecto no sobrevivía. Especialmente, si le antecedía alguien de un partido político distinto. Así se empezaba una y otra vez, produciendo un desgaste interminable para la administración del parlamento.
Fue a partir de un acuerdo, luego reiterado del directorio legislativo, que otorgó la confianza a don Antonio Ayales para liderar la construcción del inmueble que finalmente dio viabilidad a la obra. Esto no produjo que la cimentación fuera fácil, pero se tuvo la certeza de que había un oficial al mando de la embarcación. Dichosamente, el capitán llevó la nave a buen puerto.
Antonio Ayales Esna deja con orgullo su legado. Es la obra arquitectónica más importante e imponente de Costa Rica.
En cuanto al gobierno y administración del primer poder de la República, fue líder en el quehacer de 19 direcciones departamentales, 60 jefaturas de área y un total de 916 funcionarios. Además, deja encaminados varios proyectos de modernización tecnológica de la institución.
En las reuniones de trabajo, escuchamos a don Antonio decir que su puesto no es para cualquiera. Tiene razón, la persona que lo sustituya debe poseer inteligencias múltiples. Ser emocionalmente estable y sereno en la toma de decisiones. De temperamento frío para atender los números, pero, sobre todo, poseer calidez en el trato con las personas que contribuyen al éxito de la dirección ejecutiva.
Puedo dar fe del autocontrol de don Antonio. No pocas veces, debió escuchar palabras soeces de las diputaciones. Recibir órdenes imposibles de realizar. Atender emergencias de personas que nunca las habrían considerado como tales, a menos que, sean diputaciones de la República. Esa capacidad de estoicismo y cabeza fría no la tiene cualquiera. Conocía su lugar y sabía ocuparlo con dignidad. Esa es la integridad del director ejecutivo que despedimos.
No puedo decir que Antonio Ayales Esna es perfecto. Nunca que sus realizaciones sean todas incólumes. Defectos como todo ser humano. Sus obras son perfectibles, pero don Antonio se retira con la frente en alto. No existe un señalamiento que pueda avergonzar el buen nombre de su familia. Al poner un pie fuera de la Asamblea Legislativa, sus hijos reciben un apellido con decoro. Nosotros, sus compañeros y compañeras, heredamos el ejemplo de un nombre sin macha y la apreciación de una misión cumplida.
– Director Desarrollo Estratégico Institucional, Asamblea Legislativa