El horizonte agónico de Podemos

En un eventual gobierno PSOE-SUMAR

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Hay varias lecturas sobre el acuerdo de última hora entre Podemos y SUMAR. Y, en buena medida, cada lectura depende de cuál sea el posicionamiento y el deseo de quien lea. Aunque también hay quienes se esfuerzan un poco para no perder del todo el análisis riguroso y la honradez intelectual. En cualquier caso, sorprende que la mayor parte de la lectura se haga al hilo de la coyuntura y no haya mucha reflexión sobre el horizonte que se avizora a partir de los posibles resultados de las elecciones del 23 de julio. En esta oportunidad, creo conveniente hacer esa mirada prospectiva de una de las fuerzas políticas protagonista del plato picante del arranque de la campaña (insisto en que esta vez no hay precampaña).

Pero antes de otear el futuro de Podemos, dos palabras sobre las lecturas del acuerdo in extremis entre Podemos y SUMAR. La facilona, biempensante e incondicional del acuerdo está bien representada por el editorial de El País este domingo 11 de junio. Todo son elogios y buenos presagios, tanto para la lideresa personalizada, como respecto del fenómeno en sí mismo. Las flores a Yolanda Diaz son prolijas, quien se presenta como la que “ha encarnado la renovación actualizada de la izquierda post 15M”. ¿Será que la “renovación actualizada” consiste en ponerse de perfil en los asuntos peliagudos o en desdecirse de las fidelidades iniciales para remar a su favor? Y en cuanto al acuerdo con SUMAR, se afirma que nunca antes en democracia “las diversas izquierdas territoriales, alternativas y ecologistas encontrasen la sintonía y la motivación política para concurrir de forma conjunta a unas elecciones generales”. Hay que notar que ya no son ese eufemismo de “la izquierda a la izquierda del PSOE”, sino las “diversas izquierdas”. Pero lo que demuestra una lectura hagiográfica es eso de que han logrado encontrar la “sintonía” para presentarse juntos. En realidad, la única razón que les ha empujado a reunirse está referida a un mero cálculo de eficacia electoral, pero es difícil no darse cuenta de las radicales divergencias ideológicas, programáticas y de organización que esgrimen los 16 partidos que forman SUMAR. Cierto, no parecen una jaula de pacíficos grillos, sino más bien una bolsa de gatos, por aquello de los arañazos.

Una lectura un poco menos parcial sobre el acuerdo es la que realiza Fernando Vallespín en su nota del sábado 9 de junio en ese mismo diario. Al menos plantea una visión alternativa de la alianza, la cual “ya antes de entrar en funcionamiento, puede aparecer como una mal amalgamada sumatoria de 15 partidos, una versión aggiornata del sistema de confluencias que, como vemos, acabó siendo la ruina del partido de Pablo Iglesias”. Algo que, en el futuro, incrementaría una de las debilidades del gobierno saliente: la evidencia pública de sus divergencias internas, lo que sería aún más claro en el caso del grupo parlamentario.

Pero en ese futuro de un eventual retorno de Sánchez, donde las turbulencias están garantizadas, hay una fuerza política que va a sufrir especialmente. En efecto, si el maltrato actual de Podemos se refleja en los vetos constatados de sus principales “activos políticos” (Irene Montero y su equipo, Pablo Echeñique, los más destacados) y del lugar que podría ocupar esa formación en las listas de la plataforma, sólo hay que proyectar ese escenario hacia el futuro, en un eventual gobierno PSOE-SUMAR. Sobre todo, si quienes negocian con el PSOE son la ironwoman que hay detrás de la pronta sonrisa y su equipo más próximo. Podemos no puede esperar otra cosa que ser una muy reducida fuerza parlamentaria y una formación política institucionalmente irrelevante. Dicho en breve, la imagen ya no será una pinza (entre PSOE y SUMAR), como ha venido señalando Pablo Iglesias, sino la de esa maquinita que usan los carniceros para picar. Es difícil saber si la formación morada lograría aguantar en ruinas durante la próxima legislatura.

Parece adquirir creciente fuerza el sentimiento dentro de Podemos de que hay que evitar ese horizonte agónico. Como sostiene Juan Carlos Monedero en su círculo íntimo, lo que más conviene a Podemos es regresar a la llanura, en un escenario en que la izquierda pase a la oposición y desde allí demostrar lo que vale una fuerza política con más de cincuenta mil militantes en el combate contra una derecha fortalecida. Habrá que ver quien se faja entonces y quien es poco más que una superestructura. Ese sería el reto que más le conviene a Podemos.

Es difícil saber cuánto va a pesar esta percepción de futuro en la negociación de las listas que está por concluirse en la papeleta de SUMAR. Lo cierto es que la dirección de Podemos sigue enfrentándose a una endiablada disyuntiva. Puede retirarse de la alianza, a la vista del ninguneo que recibe en la conformación de las listas, usando el partido todavía inscrito de “Juntas sí se puede”, aunque ello le costara una merma económica y un costo político indudable. Pero no hacer eso y permanecer en SUMAR podría suponer pan para hoy y hambre para mañana. Difícil elección. Quizás la táctica sea mantenerse al lado de Yolanda Diaz tragando sapos, esperando que sea el electorado quien pegue el volantazo definitivo. Pero no parece que puedan evitarse unas semanas de dolorosas tribulaciones.

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