Robert Kuttner
Al concederle el Premio Nobel de Economía, el comité sueco ha escrito que el artículo de Ben Bernanke de 1983, por el que se le ha otorgado el premio, mostraba que la Gran Depresión «llegó a ser tan profunda y prolongada en buena medida porque las quiebras de la banca destruyeron valiosas relaciones bancarias, y la consiguiente contracción de la oferta de crédito dejó importantes cicatrices en la economía real. Eran estas percepciones nuevas…»¿Nuevas percepciones? En 1983, esto era historia económica común y corriente. De manera que me he vuelto a leer el artículo, «Efectos no monetarios de la crisis financiera en la propagación de la Gran Depresión».
Lo que sorprende del documento es lo convencional que resulta. Bernanke empieza afirmando: «Argüimos que las perturbaciones financieras de 1930-33 redujeron la eficiencia del proceso de asignación del crédito; y que el mayor coste y la menor disponibilidad del crédito consiguientes actuaron para deprimir la demanda agregada».
A continuación, el documento describe los diversos canales por los que las quiebras bancarias y la contracción del crédito contribuyeron a la espiral descendente del resto de la economía. El documento, de 38 páginas, narrativo y casi periodístico, resulta familiar para cualquiera que tenga sus lecturas de historia económica.
En 1983, Bernanke era un economista junior de 29 años en la Stanford Business School y en la conservadora Hoover Institution. Una cosa valiente sí que tenía el artículo. Con resonancias casi keynesianas en su discusión de la demanda agregada, Bernanke demolía cortésmente lo que era entonces la teoría reinante en los círculos conservadores, el argumento de Milton Friedman y Anna Schwartz de que la Gran Depresión había sido resultado principalmente de una contracción de la oferta monetaria.
Escribía Bernanke: «El punto de vista monetario goza de gran apoyo. Sin embargo, no supone una explicación completa de la relación entre el sector financiero y la producción agregada en la década de 1930», añadiendo de forma poco sincera que su documento «se basa en el trabajo de Friedman-Schwartz…»
En un apartado que reconoce otros trabajos sobre la banca y el colapso económico, Bernanke escribió: «Minsky (1977) y Kindleberger (1978) han argumentado en distintos lugares la inestabilidad inherente del sistema financiero, pero al hacerlo han tenido que apartarse de la suposición de un comportamiento económico racional» (la cursiva es mía). ¡Vaya si lo han hecho! Quienquiera que piense que el sistema se comporta «racionalmente» en un pánico bancario es que es tonto. Hyman Minsky era el que merecía el Nobel.
Bernanke siguió investigando sobre el sistema financiero y la Gran Depresión. Cuando se convirtió en presidente de la Fed en febrero de 2006, y la extrema desregulación de las finanzas andaba ya incubando el colapso financiero de 2008, Bernanke se preocupaba por la posibilidad de que se repitiera lo de 1929. En un discurso de 2007, advertía de la fragilidad del sistema bancario en la sombra. Pero no hizo nada por restringir el sobreapalancamiento general, aunque la Fed gozaba de mucho poder para tomar medidas contra la estafa de las hipotecas “subprime”.
Cuando llegó la crisis, resultó providencial que el presidente de la Fed fuera un gran estudioso de los años 30. Utilizó todo el arsenal de la Fed, incluyendo algunas nuevas invenciones como las compras masivas de valores sin valor, para evitar que la insolvencia bancaria produjera un derrumbe general. Merece algún tipo de premio por ello.
Pero cuando se intentó separar los bancos gigantescos, o poner en práctica una regulación contundente para evitar nuevos ciclos de euforia y colapso, el conservador Bernanke se achantó. Por eso, considerando todo lo que sabía, Bernanke debería recibir el Ig-Nobel.
Coda: El miércoles pasado escribía yo sobre lo extraño del Nobel de Ben Bernanke. Se fundamenta en un endeble artículo sobre la banca y la Depresión, en el que se recurre a dudosos supuestos económicos de la escuela de Chicago, publicado por un Bernanke de 29 años en 1983. Ayer me enteré de que estoy en estupenda compañía.
Bernanke le pidió en su día al gran estudioso de la Depresión, Charles Kindleberger, algunos comentarios previos a la publicación [de su artículo]. Mi viejo amigo, Perry Mehrling, que enseña Economía en la Universidad de Boston, rebuscó en los archivos de Kindleberger y encontró una copia en papel carbon de la carta de Kindleberger. Los comentarios, que hay que leer, son fulminantes, acertados y una delicia de lectura.
(«Usted nos ignora a Minsky y a mí por alejarnos de los supuestos racionales. ¿No admite usted que es posible que sea racional todo participante en un mercado, pero que el mercado en su conjunto sea irracional debido a la falacia de la composición? Si no es así, ¿cómo se explican las cartas en cadena, las apuestas de lotería, el pánico en un teatro en llamas, las burbujas bursátiles y de materias primas como la de la plata de los hermanos Hunt [en 1980, el llamado Jueves de Plata], las del oro en todo el mundo, etc.?).
El documento publicado por Bernanke desestimaba estos y otros comentarios demoledores, para descrédito suyo y del comité Nobel.
Robert Kuttner cofundador y codirector de la revista The American Prospect, es profesor de la Heller School de la Universidad Brandeis. Columnista de The Huffington Post, The Boston Globe y la edición internacional del New York Times, su último libro es «Debtor´s Prison: The Politics of Austerity Versus Possibility».
Fuente: The American Prospect, 12-14 de octubre de 2022
Traducción: Lucas Antón para sinpermiso.info