Crónicas interculturales
Por Remy Leroux Monet
Es un hecho histórico: en 2003, el Presidente de los Estados Unidos George W. Bush no se mostró feliz con la decisión de su “supuesto” aliado Francia de no seguirle en la guerra contra Saddam Hussein en Irak que supuestamente poseía un programa activo de armas de destrucción masiva.En paralelo, como lo recuerda el canal alemán de televisión DW el 13 de marzo del mismo año, algunos congresistas estadounidenses se hacen eco de ciudadanos gringos que han comenzado a boicotear los productos franceses como represalia por la posición del país galo en el conflicto con Irak.
Y el Presidente Bush siguió la onda.
Es así que empezaron a caer víctimas de este magno acto patriótico las “papas a la francesa” (“French Fries” en inglés de los Estados Unidos) – las cuales pasaron a ser llamadas “Freedom Fries” (“papas de la libertad”) – asimismo las «tostadas francesas» (“French Toasts”), que fueron sustituidas por “tostadas de la libertad” (“Freedom Toasts”).
El primer campo de esta memorable batalla papera fue en la misma cafetería del Congreso de los Estados Unidos, donde se cambiaron los nombres de las papas fritas.
Y siguió el boicot con el champán, los vinos, los quesos así como otros productos e inventos franceses.
Pero llevando las cosas hasta las últimas consecuencias, Nueva York casi se hubiera visto obligada a devolver la Estatua de la Libertad a París puesto que fue un regalo de los franceses…
La Embajada francesa en Washington intenta entonces no calentar demasiado el aceite: «Nos encontramos en un momento muy serio, enfrentándonos a temas muy graves, y no nos vamos a centrar en qué nombre les dan a las papas», estimó Nathalie Loisau, Portavoz de la Embajada francesa en ese momento. No obstante, puntualizó que «las papas fritas no son un invento francés. Son belgas».
¡Sí señor! Usted lo escuchó bien: las papas a la francesa NO son francesas: ¡Son belgas! Y si lo afirman las máximas autoridades francesas debe ser verdad.
¿Se habría equivocado el Presidente Bush?
Además la tradición popular lo confirma: las papas fritas originales aparecieron en Namur, en la Bélgica francófona, donde los lugareños eran especialmente aficionados al pescado frito. Se cuenta que, cuando el río Mosa se congeló durante un invierno helado en 1680, la gente puso a freír las papas en lugar de los peces pequeños a los que estaban acostumbrados, y así nacieron las papas fritas.
Este tubérculo que nació en América viajó como tantos otros productos tanto vegetales como cárnicos a Europa con la intermediación de los españoles. En sus inicios en Europa, la papa fue consumida cruda, pero su alto nivel de almidón en este estado provocaba dolores de estómago nada agradables. Por lo que la tacharon de alimento no comestible y hasta diabólico. ¡Diabólico: obvio! La comían los indígenas, los amerindios, que todavía no habían sido reconocidos como seres humanos por las autoridades de la santa iglesia católica, apostólica y romana de la época, a pesar de todos los esfuerzos del padre dominico Bartolomé de Las Casas.
En Francia, los manuales escolares relatan a los niños que había una vez un tal Antoine Parmentier en el Siglo XVIII que creía mucho en los valores nutritivos de la papa, posición contraria a la mayoría tanto de los ediles de la época como de los campesinos. Entonces, con el apoyo de algunos jerarcas que compartían su punto de vista, decidió sembrar papas en un terreno vigilado con gran refuerzo de militares. Como si fuera una mina de… oro. Muy intrigada por la situación, la gente empezó a preguntar sobre qué crecía ahí y hasta a robar este cultivo desconocido para saber más de él. Lo probaron y no murieron. Lo cocinaron y se llenaron bastante la panza, lo que tanto necesitaban debido a la hambruna de esa época causada por la guerra de los Siete-Años. Les gustó y lo adoptaron.
Ahora bien: si las papas a la francesa nacieron en Bélgica, ¿cómo es que conquistaron Francia?
Parece que la primera forma de esta preparación fue una patata frita vendida en carritos en el puente más antiguo de París, el Pont Neuf, a finales del siglo XVIII. Corrobora esta fotografía, tomada en 1890, el éxito popular con vendedores ambulantes de papas fritas en París.
En realidad, no importa mucho sus orígenes francófonos: las papas fritas se han vuelto mundiales. Los estadounidenses las adoptaron tan bien que el consumo promedio por persona es de cerca de más de 13 kilos al año… Se imaginan…
Con la colaboración de los jóvenes chefs costarricenses graduando o graduados Tania Ramírez Quesada y Jeison Alpízar Arce.
– Remy Leroux Monet, ciudadano francés, visitó por primera vez Costa Rica en 1978, y desde entonces no se ha separado nunca de nuestro país. En 1993 migró definitivamente. Siendo un atento observador de su entorno, tiene por afición resaltar diferencias entre sus dos países, el de nacimiento y el de adopción.