Moira Donegan
En mensajes de texto dirigidos a sus amigos, Johnny Depp fantaseaba con asesinar a su entonces esposa, la actriz Amber Heard. «Me follaré después su cadáver quemado para asegurarme de que está muerta», es lo que escribió Depp. En otros textos, menospreciaba el cuerpo de su esposa en términos escabrosamente misóginos. «Mercado de pescado blando, inútil, colgante y más que usado», la llamaba.
Esos textos se hicieron públicos como parte de la demanda por difamación de Depp contra Heard, que se ha juzgado en un tribunal de Virginia. Como es ostensible, Depp ha presentado una demanda por un artículo de 2018 que Heard publicó en el Washington Post, titulado «Hablé en contra de la violencia sexual, y hube de enfrentarme a la ira de nuestra cultura.» En su artículo, escribía la actriz: «Hace dos años, me convertí en una figura pública que representa el abuso doméstico». El artículo no menciona a Depp, pero sus abogados dicen que el artículo se refería a él y era difamatorio. Por esas 11 palabras, Depp exigía 50 millones de dólares.
Un jurado ha considerado que merece quince millones de dólares. El miércoles se conoció el veredicto del caso, en el que se determinó que Heard difamó a Depp, y actuó con «malicia», al describirse como víctima de abusos domésticos. De modo grotesco, ese mismo jurado determinó que uno de los abogados de Depp difamó a Heard cuando la acusó de montar una escena de abuso “fraudulenta” que hizo que se llamara a la policía a la casa de la pareja. El veredicto se produjo tras un juicio que fue televisado -situación extremadamente rara para un proceso que tiene que ver con acusaciones de violencia doméstica- y que fue objeto de una cobertura mediática casi ineludible, casi toda ella a favor de uno de los litigantes, aun cuando el jurado no estuviera aislado. La extraña, ilógica e injusta sentencia tiene como efecto sancionar el supuesto abuso de Depp a Heard, y castigar a Heard por hablar de ello. Tendrá un efecto demoledor para quienes han sobrevivido a abusos, que se verán ahora silenciadas, al saber que no pueden hablar de sus violentas experiencias a manos de los hombres sin la amenaza de una ruinosa demanda por difamación. En ese sentido, la expresión de las mujeres acaba de convertirse en algo bastante menos libre.
Durante las últimas seis semanas, mientras el juicio se retransmitía en directo en la Red, muchos de los que han sintonizado para verlo han tratado a Heard con el mismo desprecio que Depp en sus textos. Ha surgido un amplio consenso en la Red según el cual Heard tiene que estar mintiendo sobre sus abusos. Se la ha acusado de falsificar las fotos de sus heridas por las supuestas palizas de Depp, pintándose los moratones con maquillaje. Se la ha acusado de convencer a los múltiples testigos que declaran que durante años Depp abusó de ella para que mientan – repetidamente y bajo juramento – durante años. Estas teorías conspirativas no están respaldadas por los hechos del caso, pero eso no ha impedido que se propaguen. En la Red, el caso ha adquirido una mitología embriagadora, y persiste la creencia en la rectitud de Depp independientemente de las pruebas.
Al servicio de este mito, cualquier crueldad puede justificarse. Cuando Heard subió al estrado, se emocionó al relatar cómo Depp, presuntamente, la había golpeado, manipulado y controlado, cómo la había vigilado y agredido sexualmente. Y luego, la gente de a pie, junto con algunas celebridades e incluso marcas como Duolingo y Milani, tomaron las redes sociales para burlarse de Heard o hacerla de menos. Realizaron capturas de pantalla de su rostro lloroso y la convirtieron en un meme. Muchos hicieron una recreación burlona de su testimonio, sincronizando sus labios mientras relataba los presuntos abusos. El audio de su llanto se convirtió en tendencia en TikTok. A esta crueldad se ha sumado ahora el jurado, que ha ido más allá de lo que es burlarse de ella por contar su historia, y ha declarado ahora que infringió de veras la ley al obrar así.
No es la primera vez que Depp se querella a causa de unas acusaciones. En 2020, un tribunal británico vio la demanda de Depp contra el tabloide británico The Sun, al que Depp demandó por difamación después de que un artículo se refiriera a él como un «agresor de mujeres». Los tribunales del Reino Unido son mucho más receptivos a las demandas por difamación que los norteamericanos, pero Depp no pudo imponerse: el juez británico consideró que la caracterización que el Sun hacía de Depp era «substancialmente cierta». Ese mismo juicio determinó que Depp abusó físicamente de Heard por lo menos en doce ocasiones. Sin embargo, el actor y sus fans afirman que fue Heard, y no Depp, el maltratador en su matrimonio.
El juicio se ha convertido en una orgía pública de misoginia. Aunque la mayor parte del vitriolo se dirige nominalmente contra Heard, es difícil quitarse de encima la sensación de que, en realidad, se dirige contra todas las mujeres, y en particular, contra las que hemos denunciado los abusos de género y la violencia sexual durante el apogeo del movimiento #MeToo. Estamos en un momento de virulenta reacción antifeminista, y los modestos avances que se lograron en esa época están retrayéndose con un alegre despliegue de culpabilización de las víctimas a escala masiva. Se ha convertido a una mujer en símbolo de un movimiento que muchos ven con miedo y odio, y la están castigando por ese movimiento. Y de este modo, Heard sigue en una relación abusiva. Pero ahora no es sólo con Depp, sino con todo el país.
Desde que publicó su artículo en el Post, la vida de Heard se ha visto consumida por la rabia y las represalias de Depp y sus fans. En el escándalo y el espectáculo de la demanda se ha perdido de vista esta realidad: es Heard, y no Depp, la que ha sido juzgada, y lo ha sido por decir cosas cuya verdad queda evidenciada por el propio hecho de la demanda. La frívola y punitiva demanda de Depp, y el frenesí de desprecio misógino hacia Heard que la ha acompañado, han hecho mucho para vindicar el elemento original señalado por Heard: que las mujeres se ven castigadas por denunciar. ¿Qué ocurre con las mujeres que denuncian abusos? Se las pone públicamente en la picota, en las listas negras profesionales, en el ostracismo social, en la burla interminable en las redes sociales y son objeto de demandas. La ira, sin duda.
Pero la cobertura del juicio por parte de los medios de comunicación no parece entender esto. Por el contrario, se han centrado en los errores y los peores momentos de Heard durante su relación con Depp. Como es característico de las víctimas de abuso doméstico, Heard parece haber hecho cosas de las que muchos de nosotros no estaríamos orgullosos. Se defendió. Los arrebatos e insultos de Depp dejaron a Heard resentida y enfadada con él, y hubo veces en que así se lo dijo. Muchos se apresuran a señalar que Heard no es una víctima perfecta. Pero es que ninguna mujer lo es. Se nos dice que la demanda es «complicada». Pero la demanda no es complicada. Se trata de abusos. Y hoy esos abusos han sido sancionados por un jurado.
Tal vez la persistencia de esta noción de que Heard es, de alguna manera, igualmente culpable de lo que le sucedió es la razón por la que personas como Michelle Goldberg , del New York Times, han caracterizado el juicio como la «muerte del Me Too»: eso muestra con qué facilidad se puede seguir culpando y aislando a una víctima, con qué facilidad se puede tomar lo que le sucedió como un defecto de carácter, en lugar de verlo como algo que forma parte de un patrón social. No todas las mujeres son iguales, pero se suponía que el feminismo nos permitiría ver cómo somos todas igualmente vulnerables, tanto al abuso de género como a la aplicación de dobles raseros y de culpas injustas. Ninguna víctima es perfecta. Y no tendría que serlo ninguna víctima. Al fin y al cabo, si no se puede considerar a un hombre responsable de abusos en el caso de una mujer imperfecta, entonces, ¿cómo de perfecta ha de ser una mujer para que esté mal golpearla?
Por su parte, los fans de Depp parecen no tanto negar la supuesta violencia de Depp contra Heard, como aprobarla. «Podría haberte matado», dice un Tiktok viral en apoyo de Depp, con el texto superpuesto sobre fotos de la cara magullada de Heard. «Tenía todo el derecho». El “post” tiene más de 222.200 “me gusta”.
La reacción contra #Me Too se ha puesto en marcha desde hace tiempo. Los críticos del movimiento pintaron como un exceso, como cosa destemplada los esfuerzos de las mujeres por acabar con la violencia sexual ya desde un principio, afirmando que #MeToo había «ido demasiado lejos» antes de que se pusiera verdaderamente en marcha. Y sin embargo, el juicio de Heard parece un punto de inflexión en la respuesta de nuestra cultura a la violencia de género. Las fuerzas de esa reacción misógina son quizás aún más fuertes ahora al haberse visto temporalmente reprimidas. Donde antes las mujeres se negaban en masa a esconder los secretos de los hombres o a guardar silencio sobre la verdad de su propia vida, ahora, el resurgimiento del sexismo, el virulento acoso digital y la amenaza de demandas judiciales, pretende todo ello obligar a las mujeres a volver a guardar silencio…a la fuerza.
En cierto modo, se podría ver la propia demanda por difamación como una extensión de los abusos de Depp contra Heard, como una forma de prolongar su humillación y su control sobre ella. La única diferencia es que se ha sumado ahora al sistema legal y la opinión pública para que participen. Así parece ser, al menos en parte, que lo ve Depp. En 2016, cuando se rompió su matrimonio, Depp envió un mensje de texto a su amigo Christian Carino, prometiendo venganza contra Heard. «Está pidiendo una humillación global», escribió Depp. «Y la va a conseguir».
Moira Donegan columnista de la edición norteamericana del diario londinense The Guardian, es colaboradora de medios como N+1, The New Yorker, Bookforum o The Paris Review. En 2017 promovió la lista Shitty Media Men en la que se denunciaba a aquellos varones acosadores que trabajaban en medios de información y entretenimiento.
Fuente: The Guardian, 1 de junio de 2022
Traducción: Lucas Antón para sinpermiso.info