Crónicas interculturales
Por Remy Leroux Monet
El propósito de este largo viaje era participar en el congreso internacional de la Federación Universal de Asociaciones de Agencias de Viajes FUAAV-UFTAA.
Llegamos en plena noche a esa ciudad de 12 millones de habitantes para descansar algunas horas antes de seguir hacia la Isla.
El hotel que nos asignaron era fastuoso y parecía un palacio de las mil y una noches o más bien una fortaleza de la Europa medieval.
En cuanto a los personales de servicio, estaban vestidos de acorde a esta ambientación de monumento histórico.
Debido al calor y a la humedad extrema que reinaban, decidí darme un chapuzón a la tentadora piscina abierta las 24 horas antes de ir a dormir un rato previo al obligado city tour programado para la mañana siguiente.
Saliendo del agua fue cuando empecé a sentir un ardor fuertísimo en los ojos y hasta un malestar serio en la visión.
¡Ya! Me lo imaginé: agarré un microbio o un virus en el agua de la piscina. No debí bañarme, me susurra mi vocecita interior de hombre blanco occidental.
Como no quería molestar mis compañeros con este problema, llamé a la Recepción del hotel para explicar mi situación. Me propusieron inmediatamente mandarme un médico. Lo pensé un rato por el precio alto que seguramente me iba a costar este incidente. Pero rápidamente concluí que era el inicio del viaje y que la vista es todo. Entonces acepté y esperé el doctor.
Me serené un poco cuando realicé que mi seguro de viaje debería cubrir este incidente de salud y que me reintegrarían estos gastos imprevistos cuando yo regresara a Francia.
Mientras esperaba al galeno, voy al cuarto de baño para observar mis ojos ya bien enrojecidos. Me aplico suavemente agua fresca cuando de repente siento sobre ellos como cierta firmeza, como algo duro.
¡Obvio! ¡Me cayó la peseta! Por culpa de la emoción del viaje y del caos de los horarios que conlleva, ¡no me había quitado los lentes de contacto! que en esa época para mi caso personal eran como medias naranjas protegiendo toda la córnea y el esclerótico.
Esa irritación tan dolorosa y tan preocupante era nada más causada por haber dejado demasiadas horas mis lentes de contacto instaladas.
En eso, llaman a la puerta. Paso el doctor al cuarto. Le cuento lo que me había pasado. Me tranquiliza inmediatamente y me receta gotas calmantes y desinfectantes. Me aclara que sus honorarios aparecerán en la cuenta de mi estancia en el hotel.
¿Y las gotas, cómo las consigo? Usted las necesita lo más rápido para que no se complique la situación. Vamos a mandar a un muchacho a buscarlas a la farmacia nocturna del barrio. ¿A esta hora? No hay problema. Se agregará también el costo en su cuenta.
Como media hora más tarde, me traen las benditas gotas. Se terminó el incidente sanitario. A dormir un poco.
Sin embargo, me costó dormirme pensando demasiado en mi factura…
El día siguiente, consulto mi cuenta en la Recepción, bastante temeroso, casi tembloroso.
Tengo que confesar que no me acuerdo el monto preciso de dicha factura, pero sí que fue astronómico, algo como 5 (cinco) dólares por todo: la consulta del médico a domicilio en plena noche, las famosas gotas y el mensajero… Mis ojos rehabilitados no lo podían creer. Todavía, no lo puedo creer.
Esta digamos aventura me dio mucho que reflexionar y hasta investigar sobre el nivel de pobreza en la India y en otras partes del mundo. Me enteré por ejemplo que aquí es de los más elevados de toda la India. Durante el city tour, me acuerdo haber visto literalmente esqueletos caminando entre carros sumamente destartalados y vacas sagradas. Esos seres humanos sólo tenían piel sobre los huesos.
Me parece que se podría utilizar esta historia para intentar medir el nivel de pobreza de un país, una región o una ciudad a raíz del costo de los elementos mencionados arriba. Parafraseando de manera artificial el famoso Índice Big Mac, propongo el Índice Bombay. En guisa de moraleja para el relato de mi aventura india.
¿Qué opinan?
– Remy Leroux Monet, ciudadano francés, visitó por primera vez Costa Rica en 1978, y desde entonces no se ha separado nunca de nuestro país. En 1993 migró definitivamente. Siendo un atento observador de su entorno, tiene por afición resaltar diferencias entre sus dos países, el de nacimiento y el de adopción.