Carmen Beatriz Fernández, Universidad de Navarra
Todo parecía tranquilo y predecible en la dinámica electoral colombiana hace tres semanas. Gustavo Petro se había mantenido como favorito de la contienda desde hacía más de un año y Fico Gutiérrez sería su contendiente para una segunda vuelta.
Jugaba Fico con desventaja, pues parecía ser el momento del persistente Petro, con un mensaje reivindicativo que calzaba bien con el cambio que Colombia demandaba. Cambio o continuidad es el más frecuente dilema electoral presente en cualquier contienda y Fico representaba claramente la continuidad. Unos contrincantes pobres y una buena compañera de fórmula hacían el resto para que los pronósticos fueran lineales.
Pero la política no suele ser lineal, y apenas a diez días de la primera vuelta electoral dos reputadas encuestadoras avistaron la posibilidad de que Rodolfo Hernández se colase en esa primera elección, en vez de Fico. El “ingeniero Rodolfo”, como le gusta ser nombrado, exalcalde polémico, dicharachero y algo populista, creció en las últimas dos semanas a ritmo de avalancha para conquistar el 28 % del electorado, a 12 puntos de Petro, y dejando atrás a Fico, con un 24 % que representaba claramente el voto pro establishment.
Apenas anunciado el pase a segunda vuelta del ingeniero Hernández, Fico declaró el apoyo a su causa. Cualquiera podría hoy sumar los 24 puntos de Fico a los 28 de Rodolfo y deducir que Petro perderá la ronda final. No necesariamente.
La popularidad del ingeniero contra la constancia de Petro
Una importante virtud de Petro es la de la constancia. Al día siguiente de perder la elección presidencial en 2018 ya era candidato. Tal como había hecho también cuatro años atrás. Logró en la segunda vuelta de 2018 contra Duque ocho millones de votos, cifra muy parecida a la que obtuvo este pasado domingo electoral. Su mensaje durante todo este tiempo ha sido consistente: desde una visión de izquierda ofrece un cambio antisistema, con una Colombia más justa como imagen objetivo.
En 2014 y 2018 la asociación de Petro con el chavismo le pasó factura, siendo percibido como un peligro para Colombia; pero en 2022, y tras un par de oportunos rifirrafes púbicos con Maduro, la situación cambió y el miedo a Petro parece haberse desvanecido de la sociedad colombiana.
Un país desigual
Es Colombia una de las sociedades de mayor inequidad, en un continente que se distingue, precisamente, por grandes desigualdades sociales. Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) estimó que un niño pobre colombiano necesitaría 11 generaciones para salir de la pobreza.
La movilidad social es escasa en la sociedad colombiana. Colombia posee un sistema de estratificación social que divide a las capas de la sociedad, según su área de residencia, en cinco grupos de difícil porosidad. Concebido inicialmente como un sistema de racionalización de los subsidios urbanos, los estratos representan hoy la rigidez del sistema social.
Justo antes de que empezara la pandemia, a finales de 2019, vigorosas protestas colmaban las calles de Colombia en demanda por una sociedad más justa. Y la pandemia no hizo sino empeorarlo todo. A nivel subregional se estima que la Covid-19 se cobró 25 millones de puestos de empleo formal, un porcentaje mayor que el de otras regiones del globo.
La crisis provocada por la pandemia estaría arrastrando a la pobreza a más de 28 millones de personas, nuevos pobres en Latinoamérica, para totalizar un 35 % de la población, según datos de la CEPAL. Todo ello hace más oportuno el mensaje reivindicativo de Gustavo Petro, aunque su irreverente nuevo adversario le hace difícil diferenciarse en términos de cambio/continuidad. Tampoco le será fácil polarizar en términos de derecha/izquierda.
Pocas artes hay tan multidisciplinares como la política, quizás por ello con frecuencia tomamos préstamos de otras ciencias para explicar fenómenos político-electorales. Uno que con frecuencia se usa es el de la avalancha electoral. El término se toma prestado de la geología y ocurre cuando un deslizamiento de tierra o nieve arrastra casi todo en su camino. Una avalancha electoral es el gran sueño de todo candidato y consultor. Sucede cuando un candidato o partido recibe en la fase final de una campaña una abrumadora mayoría de los votos, disminuyendo la visibilidad y votación de los oponentes.
En las contiendas contemporáneas es imposible entender las avalanchas electorales aisladas del fenómeno de la ciberpolítica. Las avalanchas electorales dependen hoy tanto de la viralidad, de la movilización y de las redes sociales, como las avalanchas geológicas dependen de los cambios climáticos, la temperatura, la pendiente y el peso edafológico.
La avalancha del ingeniero no es la excepción. Autocalificado como “el viejito del TikTok” hizo un muy buen uso de sus redes sociales desde donde distribuyó un mensaje antisistema, en tono muy popular. “Contra la robadera” fue el mensaje fundamental. Igualmente, invitaba a hacer posible su victoria en primera, explicando las matemáticas electorales de manera sencilla.
Las redes sociales, mejores predictoras que las encuestas
Las búsquedas en Google y las interacciones en Facebook generadas por los candidatos se convirtieron en esta contienda en mejores predictores que las encuestas, cuyos tiempos regulares de trabajo de campo se hacen muy lentos ante el dinamismo que tienen las avalanchas. Una avalancha que produzca una victoria aplastante a menudo se ve en retrospectiva como un punto de inflexión en las opiniones de las sociedades sobre los asuntos políticos que las mueven.
Hoy Rodolfo es el favorito, y así lo señalan los mercados de apuestas electorales (otro de los predictores de la nueva era). Sin embargo, aunque la suerte, buena o mala, acompaña a las avalanchas, no son meramente producto del azar, sino episodios que se dan a partir de las condiciones favorables.
En tres semanas, el 19 de Junio se celebrará la segunda vuelta. Cualquiera sea el resultado el nuevo parlamento se encontrará en minoría ante un parlamento recién electo. Ganará quien tenga mejor preparación previa, mayor capacidad de incidir en la agenda, y mejor orquestación del mensaje. Y de la estrategia, claro. Porque como sugiriera hace más de 2 000 años el filósofo romano Séneca cuando reflexionaba sobre la importancia de la dirección en nuestro accionar, “Ningún viento es favorable para quien no sabe dónde va”.
Carmen Beatriz Fernández, Profesora de Comunicación Política en la UNAV, el IESA y Pforzheim, Universidad de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.