Edwin Alvarado Mena
@ealvarado77
La cantidad de escándalos en los que ha estado envuelto en las últimas semanas sería fulminante de no ser por la impopularidad del otro candidato. Figueres, en efecto, en nada se parece a la virtud. Pero este artículo no es sobre Figueres. Es sobre Chaves y la clamorosa venta de humo que representa su proyecto político.
Tengo las siguientes ocho razones para creer que, aunque es posible que gane las elecciones, un eventual gobierno de Rodrigo Chaves ya fracasó:
- Cuenta apenas con diez diputados. Tal vez menos. Y ninguno parece ser un operador político de garantías. Sacar adelante una agenda legislativa oficialista en estas condiciones requiere de una capacidad de negociación que Chaves, evidentemente, no posee. Todo lo contrario: en su fugaz carrera pública si algo ha demostrado es ser la encarnación de la inhabilidad política.
- Ejerce un liderazgo basado en la malacrianza. El actual Presidente lo sacó del gabinete porque era ya muy claro que nadie -ni en el Legislativo ni en el Ejecutivo- lograba trabajar bien con su Ministro de Hacienda. El temperamento desbordado lo traiciona a Chaves cada medio día. ¿Por qué sería diferente en la presidencia? Presenciaríamos, creo, uno de los gobiernos más impredecibles de la historia costarricense.
- No tiene equipo. A modo de excusa, ha hablado entonces de emprender un proceso de reclutamiento para ocupar los puestos. A tal propuesta, no obstante, se le escapa un detalle: la política de este país es un ambiente tóxico, desagradable, y nadie realmente competente haría fila para ocupar estos cargos. Además, seamos francos, ¿quién querría un jefe como este señor? Con lo difícil que es atraer talento al gobierno, es improbable que una persona tan cuestionada lo consiga. Un gabinete encabezado por Chaves sólo podría ser un gabinete sub-estándar.
- No tiene escrúpulos. El día a día de su campaña es una degustación de su eventual gobierno: desprecio de la ley, nula transparencia en el manejo financiero, proliferación de mentiras para nunca rendir cuentas, sacrificio de las fichas menores, arrogancia. Cada rasgo deplorable lo hace suyo y lo fortalece en su personalidad. Si Chaves es la respuesta, ¿cuál era la pregunta?
- Llegaría a la presidencia con graves problemas judiciales. Los aparentes casos de corrupción de su campaña lo perseguirían durante todo el período. El debate público dedicaría mucho tiempo a los escándalos de un presidente cuestionado desde el minuto cero. Inevitablemente, la atención presidencial sería disputada por el avance de sus causas penales.
- Arrastra un descrédito internacional inaudito. Sus inconductas sexuales han sido noticia de alcance global. A cualquier foro al que asista, llevaría consigo el cartel de ser “el Presidente acosador de Costa Rica”. Esto es tan unpresidential que nos dañaría la marca-país (es más, ya lo hace).
- Sienta un precedente fatal. Chaves rompería tantos tabúes (cuán lejos puede llegar una persona acusada por acoso sexual, cuánto se puede atacar a la prensa, cuánto al TSE, etcétera) que nuestra escena política jamás volvería a ser la misma. Apostaría que una parte de la clase política querrá copiar este matonismo importado. ¿Con qué persona horrible y en este momento desconocida nos irá a sorprender la segunda ronda del 2026?
- Ya no tiene margen para desafiar a grupos de interés poderosos. La idea fundacional de su campaña ha sido consistente: en Costa Rica se vive mal porque existe una argolla que extrae beneficios indebidos por medio de sus conexiones políticas. Y es cierto. Pero Chaves no es la solución: primero, porque ya sabemos que no tiene los votos para cambiar las leyes en las que esos vested interests se amparan; segundo, porque ni siquiera él ha sido transparente respecto a cuáles grupos están impulsando (financiando) a su partido.
Costa Rica puede ser un país desarrollado
Yo viví suficiente tiempo en el Ecuador correísta para reconocer el tipo de liderazgos políticos que no quiero para mi país. Si usted piensa votar por Rodrigo Chaves y le lleva fe, malas noticias: es una tomadura de pelo, un perfecto amateur que no va a arreglar nada de lo que está mal en Costa Rica, y lo que sí hará es arruinar otras cosas que hoy funcionan razonablemente bien.
Costa Rica podría plantearse seriamente ser un país desarrollado en el mediano plazo. Pero ello no será posible si primero no observamos con cuidado los márgenes dentro de los cuales desarrollamos nuestra convivencia democrática. Si a la política costarricense la llevamos al grado de conflicto total que Chaves y Pilar Cisneros pretenden, cada vez será más improbable que nuestra clase política coopere entre sí y forje los acuerdos que el país necesita para mejorar las condiciones de vida de su gente.
No es fácil votar por Liberación Nacional. Para mí, nos siguen debiendo una conversación honesta sobre la penetración del narcotráfico en su aparato territorial. Sin embargo, ahora mismo Liberación Nacional es la única opción que nos queda si nuestro deseo es que la próxima administración sea una administración relativamente normal, sin distracciones mayores, que no nos haga perder tiempo valioso entre los escándalos inmundos y la altanería de un varoncito presidente.
Figueres tiene una agenda de política pública, la experiencia sustantiva para liderarla, los operadores técnico-políticos para impulsarla, y la capacidad de trabajar con otras personas para concertarla. Y aunque en todos y cada uno de esos rubros le miremos huecos, hay que darle una cosa: una sociedad sana, moderna, democrática y civilizada no puede arriesgarse a ver otro video como el de Rodrigo Chaves tirando besitos a la orilla del mar.
La administración Figueres Olsen será otro período deprimente de nuestra vida adulta, pero al menos no será uno directamente salvaje.
– Politólogo de la Universidad de Arizona, Estados Unidos.
Fuente: https://bit.ly/3uQ17H1