Por Martina Farmbauer (dpa)
Cada tanto, cuando llueve mucho, el lugar más seco del mundo se convierte en una especie de mar de flores. Sin embargo, las manchas de color que inundan la comuna Alto Hospicio en el desierto de Atacama en Chile no son flores con aromas maravillosos, sino ropa usada. Miles de pantalones, camisetas, chaquetas y demás vestimentas se amontonan en montañas que arruinan el paisaje de las colinas.
Chile es uno de los mayores importadores de ropa usada de América Latina. Según explica a dpa el presidente de la asociación de empresarios de la región, Darío Blanco, hasta octubre de 2021 llegaron a la cercana zona franca de Iquique 29.178 toneladas de ropa usada.
Los fardos de mercadería se descargan en el puerto. Unos 50 importadores venden las mejores prendas y el resto, aproximadamente un 40 por ciento, se desecha.
«Esta vestimenta se desecha en las colinas de nuestro municipio», señala a dpa el responsable de Medio Ambiente de Alto Hospicio, Edgar Ortega. Hasta 20 toneladas de ropa vieja van a parar a diario a este singular paraíso natural, y esto ocurre desde hace años.
La organización ecologista Greenpeace hizo hincapié en que el mayor desafío para la industria de la moda son los grandes volúmenes de ropa que genera la moda rápida desechable (fast fashion).
Los habitantes de Alto Hospicio se ven a sí mismo como el último eslabón de una cadena, en la que los artículos se producen en China, se consumen en Europa o Estados Unidos y se desechan en Chile.
Según Estefanía González, de Greenpeace Chile, el hecho de que esto ocurra en el desierto de Atacama se basa en la idea de que el desierto es un lugar vacío.
«Como parte de nuestra campaña, queremos mostrar que el desierto está lleno de vida y concientizar sobre la compra sostenible», destaca la ecologista.
Ortega asegura que la comuna de Alto Hospicio apenas si tiene capacidad financiera y de personal para evitar los vertidos de ropa, y mucho menos para eliminarlos. El funcionario chileno revela que cuentan con solo cinco inspectores para atrapar a los que tiran la ropa vieja en el desierto.
«El problema surge mucho antes», señala. Según Ortega, el hecho de que la ropa de otros países no se declare como residuo textil hace que no se determine de manera precisa cómo se debe o puede eliminar la mercadería importada. «Hasta que esto no se resuelva, no podremos cambiar la situación».
A Camila Palma le duele que la ropa se etiquete como basura. Ella es propietaria de una de las muchas tiendas de venta de artículos de segunda mano de la capital, Santiago de Chile.
Debido a la gran competencia, muchas tiendas se han especializado, como por ejemplo «Angora Vintage», en el encantador barrio París-Londres de estilo europeo ubicado en el centro de Santiago, que se dedica a la moda de los años 60, 70 y 80.
A Camila le encanta la ropa confeccionada en Alemania. «Es de muy buena calidad, con buenas fibras y buenos tejidos. Me gusta cómo está hecha una prenda», recalca la diseñadora de moda, de 35 años.
«Angora Vintage» no compra fardos. Selecciona la ropa en mercados y ferias. «Ahora la vestimenta contiene mucho plástico, ése es el problema», comenta Camila. Por eso prefiere elegir prendas vintage cien por ciento de algodón para no contaminar el medio ambiente cada vez que se lava.
«Esto es muy importante para tener una tienda sostenible», resalta. De acuerdo con datos de Greenpeace, una prenda de poliéster puede liberar hasta un millón de fibras microplásticas en un solo lavado.
El medio ambiente en Alto Hospicio también se contamina al quemar la ropa para generar espacio. «Normalmente se realiza un gran incendio al año», dice el responsable de medio ambiente Ortega. Los bomberos intentan extinguir el incendio, pero el fuego sigue ardiendo durante días.
Todo esto puede no encajar en Chile, que entretanto le dijo adiós a las bolsas de plástico en las tiendas o cuenta con una ley de reciclaje basada en el modelo europeo, que obliga a las empresas a hacerse cargo de los residuos que producen.
Alto Hospicio, por ejemplo, formó un grupo de trabajo con el Ministerio de Medio Ambiente chileno para incluir la ropa usada en esta ley de reciclaje.
Más allá de una obligación legal, el presidente de la asociación de empresarios de la región, hace un llamado a los importadores para que asuman la responsabilidad empresarial del problema de la basura. «Buscaremos la fórmula para reciclar la ropa desechada», dice Blanco.
Por su parte, la empresa Ecofibra de Alto Hospicio ya está convirtiendo la ropa vieja en material aislante. Hasta ahora puede procesar tres toneladas diarias.
Blanco espera que los importadores proporcionen más máquinas a Ecofibra o bien que busquen otras alternativas. «Lo que está claro es que se tienen que hacer cargo de la basura textil y que no la pueden seguir tirando», enfatizó.
dpa