¡Adiós Nicaragüita!

Matthias Schindler

¡Adiós Nicaragüita!
Llegada de la 1ª Brigada de Trabajo Alemana a Managua, con Ernesto Cardenal (izquierda). (21/12/1983)

El 21 de diciembre de 1983, pisé suelo nicaragüense por primera vez en mi vida. Aunque había participado activamente en el movimiento de solidaridad con Nicaragua desde la caída del dictador Somoza y la toma del poder por los sandinistas en 1979, éste fue el día que cambió mi vida y me conectó para varias décadas con un movimiento de liberación revolucionario en el Tercer Mundo. El 21 de noviembre de 2021, dejé Nicaragua por última vez. Me despedí de un país a cuya liberación y desarrollo había dedicado más de cuarenta años de mi vida política. Dejé atrás un país cuya revolución había sido traicionada y destruida irremediablemente por algunos de sus propios ex dirigentes.

Ambas fechas tienen un profundo significado político y emocional para mí. La primera fecha significó para mí conectarme con una revolución viva y en desarrollo, la Revolución Popular Sandinista, también llamada aquí sandinismo. Como parte de un movimiento de solidaridad internacional, quise contribuir a defenderla de los brutales ataques del imperialismo estadounidense, apoyarla solidariamente en la reconstrucción del país destruido por años de guerra y también acompañarla críticamente. Durante este período, he pasado más de dos años de mi vida en Nicaragua, dentro del marco de diversas tareas y proyectos. En este transcurso, he conocido a muchas personas que han dejado en mí una marca política duradera. Durante este largo periodo también llegué a desarrollar profundas amistades personales con algunas de ellas. La segunda fecha significa para mí reconocer que la Revolución Sandinista había fracasado de forma definitiva e irreversible. Ese día, dejé atrás a algunas de mis mejores amistades a quienes probablemente nunca podré volver a ver, y mucho menos abrazarlos. Sin embargo, esto plantea, inevitablemente, la tarea de asumir este fracaso, tratar de explicar cómo pudo llegarse a esto, reconocer los propios errores y equivocaciones y, si fuera posible, esbozar alternativas que permitan finalmente que las revoluciones sociales se conviertan también en historias de éxito a largo plazo.

En el siguiente texto, intentaré presentar algunas de las ideas esenciales que obtuve durante mi trabajo de solidaridad con Nicaragua entre 1979 y 2022. Esto no pretende ser un relato histórico o un análisis político, sino un resumen de mis experiencias personales más importantes, incluyendo las ideas sobre las que he leído y escrito durante este periodo. Los encuentros personales y las relaciones con las personas que se desarrollaron a lo largo de estos años también ocupan un lugar importante en este texto.

A través de este texto quiero ayudarme a mí mismo y también a otras personas involucradas en el proceso, a entender cómo se han desarrollado Nicaragua y el movimiento de solidaridad internacional con Nicaragua durante este periodo. También me gustaría presentar cómo me he posicionado en este contexto y cómo me estoy posicionando hoy en día. Al mismo tiempo, también me gustaría explicar las razones por las cuales adopté determinadas posiciones en varias situaciones claves y por qué mis valoraciones políticas también han cambiado en algunos casos. Con una declaración punzante, también me gustaría contribuir no sólo a examinar la situación actual de Nicaragua, sino también a reflexionar sobre los hitos importantes en el desarrollo de Nicaragua que finalmente condujeron a la situación actual.

Brigadas Internacionales del Trabajo

En 1983, viajé a Nicaragua como participante en la primera Brigada Internacional de Trabajo alemana. Se llamó “Todos juntos venceremos”. Con nuestro trabajo pacífico queríamos expresar nuestra solidaridad con la Revolución Sandinista. Y a través de nuestra presencia física en el país intentamos dificultar políticamente y diplomáticamente lo más posible cualquier acción militar del gobierno estadounidense contra Nicaragua. Sólo dos meses antes de nuestro viaje, el presidente estadounidense Ronald Reagan había ordenado ocuparpor tropas aerotransportadas estadounidenses, el pequeño estado insular de Granada, en el Caribe, enviando así una clara señal de los posibles planes que tenía en el bolsillo para Nicaragua.

La Oficina de Información de Nicaragua en Wuppertal (Alemania) había fletado un avión ruso de pasajeros completo, para llevar, a través del Atlántico, a más de 180 mujeres y hombres, en su mayoría jóvenes, de Alemania Occidental y de los Países Bajos. Cuando bajamos del avión enel aeródromo de Managua, todos fuimos recibidos individualmente con un apretón de manos por el ministro de cultura, Ernesto Cardenal. Este poeta, sacerdote y revolucionario fue uno de los representantes más famosos de la Revolución Sandinista en todo el mundo. Además de nosotros, llegaron para participar en esta campaña internacionalotras brigadas de más de veinte países, principalmente de América Latina, pero también de Estados Unidos y otros. Muchos de nosotros sentimos que estábamos participando en una actividad de importancia histórica mundial y que estábamos ayudando en una pequeña medida a dar forma a la historia de la emancipación de la humanidad.

Tras su derrota en la guerra de Vietnam de 1975, Estados Unidos quiso reafirmar su supremacía militar en el mundo en la década de 1980. Nos opusimos a esas pretensiones hegemónicas con medios civiles y políticos. Incluso esperábamos que, después de Nicaragua, cayeran también las dictaduras militares de El Salvador y Guatemala y pudiera surgir una Centroamérica autodeterminada e independiente. Esto también se expresaba en la consigna que se coreaba por todas partes en aquella época: “Si Nicaragua venció: ¡El Salvador vencerá!”

El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) fue fundado en 1961 por Carlos Fonseca Amador como una organización político militar inspirada en la revolución cubana y los movimientos de liberación nacional surgidos a finales de la década de los años cincuenta. Tomó su nombre del luchador por la libertad de Nicaragua Augusto C. Sandino, quien luchó contra las fuerzas de ocupación estadounidenses entre 1927 y 1933. Durante los años sesenta el FSLN era una pequeña organización formada principalmente por estudiantes y campesinos que operaban en regiones montañosas aisladas, con muy poco armamento y débil apoyo logístico.En las ciudades realizaron algunas acciones aisladas de guerrilla urbana, pero como grupo armado no significaba un peligro real para la poderosa Guardia Nacional de Somoza. A mediados de los años setenta había dentro del FSLN había trescorrientes políticas, que se diferenciaban por cuestiones relacionadas con el carácter que debía tener la lucha para derrocar la dictadura de Somoza. En 1978 cuando ya estaba en desarrollo un amplio movimiento popular de carácter insurreccional liderado por el FSLN, las tres tendencias se unieron y adoptaron una dirección colectiva en lugar de un secretario general todopoderoso. El FSLN aplicó una hábil política de alianzas y gozaba de un inmenso respaldo popular. Ello, sumado a una correlación de fuerzas favorable a nivel internacional permitió el triunfo de la Revolución Sandinista el 19 de julio de 1979, después de la salida del país del último Somoza que gobernó Nicaragua y el colapso total del ejército somocista y del aparato estatal.

En el sandinismo, el marxismo y el cristianismo se habían unido. El sandinismo tuvo una dirección colectiva compuesta por varias tendencias políticas. Hubo varios partidos políticos a la derecha y también a la izquierda del FSLN. Los movimientos de liberación de El Salvador y Guatemala estaban compuestos por varios partidos cada uno. Teníamos la esperanza de que se abriera un nuevo capítulo político en Centroamérica, en el que los ideales socialistas, democráticos y humanistas se fundieran en un nuevo modelo social que pudiera convertirse en una alternativa creíble tanto al capitalismo como al petrificado socialismo de corte soviético.

En nuestros lugares de trabajo en la cosecha de café o en la construcción de casas, fuimos testigos de una verdadera movilización popular sandinista. Nos cautivó el auténtico entusiasmo de la gente que quería participar en la construcción de una sociedad libre, empoderada y autodeterminada. En los barrios vimos cómo se desarrollaban pequeñas actividades de base, organizadas en su mayoría por mujeres, y participamos en grandes manifestaciones masivas, que a menudo parecían celebraciones exuberantes. Y, también fuimos testigos, con admiración y emoción, de cómo miles de jóvenes se ofrecieron como voluntarios para tomar las armas, arriesgando y en muchos casos perdiendo sus vidas por esta revolución. Una gran parte de la población y la inmensa mayoría de la juventud apoyaban activamente la revolución y tenían una profunda confianza en el liderazgo sandinista. ¡Qué contraste con la República Democrática de Alemania (RDA)! Muchos alemanes occidentales habíamos conocido el gris y represivo “socialismo real” de estilo soviético en la RDA. Allí, la gente sólo se atrevía a expresar sus opiniones libremente cuando estaba entre sus cuatro paredes o paseando por el bosque. La Stasi era realmente, o al menos en la mente de la población, omnipresente. En cambio, en la Nicaragua sandinista, a veces nos parecía estar en un festival popular permanente.

Vista nublada

Lo que muchos no vimos o no habíamos querido ver en esa fase de gran euforia y esperanzas casi ilimitadas, era la realidad de la parte de la población –sobre todo en el campo– que no estaba de acuerdo con la revolución. Para algunos, el proyecto sandinista no fue suficientemente avanzado, para otros, especialmente para el campesinado, fue demasiado radical. La realidad era que el FSLN no era un partido experimentado con un programa claro y una estructura probada. De repente, de un día para otro, tuvo todo el poder del Estado en sus manos y tuvo que gobernar el país. Esto llevó casi inevitablemente a que, desde el primer momento de su gobierno, se aplicaran también mecanismos autoritarios, de hecho, probablemente tuvieron que aplicarse.

Pero era casi imposible no dejarse atrapar por el espíritu de optimismo general que reinaba en aquel país. Varias decenas de miles de personas inspiradas por la solidaridad –principalmente de Estados Unidos y Europa Occidental– acudieron a ese pequeño país de América Central para apoyar con su trabajo la construcción de una sociedad libre y autodeterminada. De 100 de estos internacionalistas, 99 regresaron con entusiasmo a sus países de origen y promovieron la expansión de la solidaridad con Nicaragua. Sin embargo, estas impresiones político-sociales y también emocionales impactantes nublaron nuestra visión crítica de los lados oscuros del sistema sandinista.

Además, Estados Unidos con el pretexto de detener la intervención de la Nicaragua sandinista en el conflicto salvadoreño, emprendió una brutal guerra de destrucción contra la Nicaragua y su revolución. Esta agresión violentabatodas las normas del derecho internacional e incluso fue condenada por el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya en 1986, entre otro por el bloqueo y minado de los principales puertos del país. El antiimperialismo político de gran parte del movimiento de solidaridad internacional hizo más difícil ver que en Nicaragua también había conflictos internos que provocaban disensiones y críticas que llevaron al rompimiento de las alianzas con sectores empresariales y políticos tradicionales y a que desapareciera la Junta de gobierno plural que había asumido el poder tras la salida de Somoza. Una parte de la población rural se unió a los contras,1/ organizados y dirigidos por EEUU, para luchar contra el gobierno sandinista con las armas en la mano. Estos campesinos no eran en absoluto simples marionetas en manos de Washington, sino que también tenían sus propios intereses, que no fueron debidamente comprendidos y atendidos por la dirección del FSLN durante mucho tiempo.

Dentro de la Revolución Sandinista se estableció desde el principio un conflicto en el que se oponían la libertad y la democracia por un lado y el autoritarismo y la opresión por otro. Sin embargo, durante muchos años, el movimiento de solidaridad internacional no vio esta segunda cara, o al menos no le prestó suficiente atención. Pero esta cara oculta ha ido creciendo en el FSLN a lo largo de un proceso extenso, complicado y a veces contradictorio, hasta afirmarse plenamente en los últimos tres años.

Todas las esperanzas se desvanecen

Desde mi primera visita, había visitado Nicaragua muchas veces en diversas misiones. Cuando abandoné el país por última vez en 2021, todas las esperanzas asociadas a la Revolución Sandinista, tanto dentro de Nicaragua como a nivel internacional, se habían desvanecido por completo. No se construyó ningún socialismo. Hoy, Nicaragua está más lejos que nunca de condiciones democráticas. No hay casi ningún artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que no sea pisoteado en Nicaragua. Un FSLN que atraiga la atención y las simpatías de la izquierda internacional ha desaparecido desde hace mucho tiempo. En lugar de la dirección colectiva del FSLN que fue una innovación muy importante para una organización revolucionaria, hoy existe un líder autocrático que ha concentrado en sus manos todos los resortes del poder estatal y del partido. La revolución no se ha extendido en Centroamérica, pero el virus de la deshonestidad y la corrupción también ha destruido el movimiento de liberación salvadoreño, Frente Farabundo Martí.

Los intelectuales y artistas que le dieron a la Revolución Sandinista un toque de frescura y alegría ahora son perseguidos y acusados de traición a la patria. Gioconda Belli y Sergio Ramírez tuvieron que exiliarse por ser víctimas de persecución política. La Casa de los Mejía-Godoy, un templo de la música tradicional y revolucionaria de Nicaragua ya no existe. Las y los mejores artistas e intelectuales nicaragüenses, fueron expulsados del país o silenciados por la fuerza de la represión.

Los medios de comunicación críticos e independientes han dejado de existir como producto de la persecución y la represión gubernamental. Cientos de periodistas, la mayoría muy jóvenes, han tenido que abandonar el país y se han visto obligados a fundar medios informativos que funcionan desde el extranjero en plataformas de Internet.

Cualquier iniciativa popular independiente es vista con recelo por el Estado. Si iniciativas de base independientes buscan apoyo financiero internacional, son sospechosos de espionaje o terrorismo. Los internacionalistas que una vez llegaron al país para ayudar a construir una sociedad autodeterminada, son ahora acosados y boicoteados por el gobierno. Los proyectos de base en los cuales trabajan son llevados deliberadamente a la ruina por parte de la burocracia estatal. En lugar de una reconciliación entre el cristianismo y el marxismo, no hay señales de ninguno de los dos bajo el régimen de los Ortega-Murillo. Hay una persecución de hecho a sectores de la Iglesia católica críticos con el gobierno. Obispos y sacerdotes han sido agredidos físicamente y sometidos a una campaña de odio e insultos que ha obligado a algunos de ellos a abandonar el país.

Luego, en abril de 2018, la última pequeña –aunque extraordinariamente importante– esperanza resultó a ser una ilusión. Incluso los más duros críticos del actual sistema de gobierno, que en este texto llamo orteguismo, estaban convencidos de que la policía y el ejército nicaragüenses, instituciones creadas por la Revolución, nunca volverían sus armas contra su propio pueblo. Sin embargo, cuando las masivas manifestaciones pacíficas en contra del régimen hicieron temer a Ortega-Murillo por su poder, ordenaron una sangrienta represión de estas protestas. Esto dio lugar a más de 300 muertes, miles de heridos y lesionados cuyos casos nunca se investigaron oficialmente con seriedad y cuyos autores gozan de una impunidad total, y más de 150,000 nicaragüenses, en su mayoría jóvenes han tenido que salir del país como refugiados.

Con el fraude electoral a gran escala del 7 de noviembre de 2021 se ha cerrado el círculo. El sandinismo ha sido destrozado desde adentro como idea y como fuerza política organizada, y el orteguismo se ha impuesto plenamente como régimen político en Nicaragua. El proceso de liberación que comenzó en 1979 con el derrocamiento de la dictadura de Somoza en forma de una gran revolución popular, tuvo su triste final en 2022 con la cuarta presidencia consecutiva de Ortega en una renovada dictadura con pretensiones de instaurar una nueva dinastía familiar.No queda absolutamente nada de los objetivos liberadores originales de la revolución en Nicaragua.

El régimen Ortega-Murillo está más aislado políticamente que nunca. Si la Nicaragua sandinista de los años ochenta se hubiera parecido al régimen que hoy está en el poder, no habría habido ni una sola brigada de trabajo a Nicaragua y nunca habría habido un movimiento de solidaridad internacional con Nicaragua.

Etapas de la alienación

Mi alejamiento de Nicaragua fue un largo proceso que se prolongó durante varias décadas. No era mi intención ir por este camino. Pero ahora he llegado a su final. Comenzó con una profunda identificación con los objetivos de la Revolución Sandinista y un gran desconocimiento de Nicaragua y de la gente que vive allí. Terminó con que muchas personas en Nicaragua están hoy más cerca de mí que nunca, mientras que mi conexión con el FSLN está en cero absoluto. Sin embargo, estoy firmemente convencido de que no fui yo quien se alejó de la revolución, sino el propio FSLN que primero olvidó, y luego traicionó, sus propias raíces y sus objetivos originales.

Por supuesto, las condiciones y convicciones políticas no han permanecido estáticas en ninguno de los dos lados desde 1979 hasta 2022. Pero mientras el viejo sandinismo revolucionario se desarrollaba cada vez más en una dirección autoritaria y, finalmente, incluso dictatorial, en mi opinión se ha impuesto la convicción de que las estructuras y los métodos democráticos son de importancia esencial para todo desarrollo social. Sin ellos, toda reivindicación emancipadora se disuelve en humo y espejos.

En este texto, sólo puedo mencionar algunas piedras angulares que fueron importantes para este proceso de separación. Se pueden encontrar explicaciones más detalladas en mi libro Del triunfo sandinista a la insurrección democrática: Nicaragua 1979 – 2019.2/

Al principio, el entusiasmo por la revolución era casi absoluto. La lucha abnegada contra la dictadura de Somoza, la orden explícita del nuevo poder revolucionario de no ejecutar a los antiguos opresores tras el triunfo, la construcción de una Nicaragua autodeterminada, el acercamiento del marxismo y el cristianismo, el pluralismo político, las expropiaciones del antiguo dictador y sus más cercanos allegados, encontraron un amplio apoyo dentro de Nicaragua e internacionalmente. El mío también. Cuando los Estados Unidos empezaron a atacar esta revolución política, económica y también militarmente, no dudé en implicarme en el movimiento mundial de solidaridad con la Nicaragua sandinista. Desde el principio quedó claro que nosotros, los Comités de Solidaridad, no nos veíamos política ni organizativamente como una extensión del FSLN, sino como un movimiento independiente de apoyo a la revolución.

La primera prueba llegó en 1981 con los conflictos armados entre el Ejército Sandinista y el grupo étnico de los miskitos en la costa caribe de Nicaragua, seguidos del desplazamiento forzado de sus tierras ancestrales. Importantes sectores del movimiento de solidaridad alemán criticaron públicamente las medidas represivas de Managua. Sin embargo, estas críticas fueron aceptadas como críticas solidarias por los dirigentes del FSLN de la época. Además, un proceso de debate interno de la cúpula sandinista condujo finalmente a un diálogo con los miskitos y más tarde incluso a la elaboración de un Estatuto de Autonomía para las regiones del Caribe, que fue considerado internacionalmente como ejemplar para los derechos de las minorías étnicas en sus Estados, aunque en la actualidad se ha convertido en papel mojado.

Más tarde nos enteramos de la detención de destacados dirigentes del PCdeN, uno de los dos partidos comunistas de Nicaragua, y del CAUS, un sindicato vinculado con este partido. Tampoco estuvimos de acuerdo con esto, pero se consideró una cuestión menor.

Durante los años 80, viajé muchas veces a Nicaragua para realizar viajes educativos, organizar proyectos de solidaridad, visitar proyectos de base, recoger material informativo para el trabajo de solidaridad en Alemania, prestar servicios de traducción o incluso participar en actividades políticas internacionales. Durante este tiempo, especialmente en León, pude sumergirme profundamente en la sociedad nicaragüense y conocer la Revolución Sandinista desde dentro. Sin embargo, a pesar de toda la simpatía con el pueblo y todo el apoyo a su revolución, en muchas situaciones quedó claro que el sandinismo adolecía de una falta de democracia interna y que estaba organizado de forma estrictamente vertical de arriba a abajo.

Esto se combinó, sobre todo en la segunda mitad de su gobierno, con un creciente culto a la personalidad de los nueve Comandantes de la Revolución, el máximo órgano de dirección del FSLN. Esto quedó especialmente claro a través de la consigna repetidamente gritada en todas las manifestaciones: “Dirección Nacional: ¡Ordene!”

Tras la derrota electoral del FSLN en 1990, se produjo lo que el pueblo llamó la piñata.3/ Antes de la entrega del gobierno a la nueva presidenta electa, se transfirieron viviendas,muchas empresas, tierras y otras entidades de la propiedad estatal a la propiedad privada de altos funcionarios del FSLN, con el pretexto de que se entregaban para asegurar la sobrevivencia económica del FSLN ya fuera del gobierno y para dotar de un patrimonio a los compañeros y compañeras que se habían entregado al trabajo revolucionario y no tenían ni casa ni medios para sobrevivir con sus familias. A mucha gente esto sonaba razonable y fue aceptado por ellos, pero cuando se pidió que se aclarara bien qué propiedades serían patrimonio del FSLN y cómo y quién las administraría, y qué tipo de propiedades se entregaban a algunos militantes y funcionarios del partido de forma individual, nunca se dio una respuesta satisfactoria, por lo que se dedujo que había la intención de encubrir cosas incorrectas y actos importantes de corrupción. Este fue el nacimiento de un nuevo grupo de capital sandinista en Nicaragua. Sin embargo, no me di cuenta hasta muchos años después de que ésta fue uno de las situaciones claves en el proceso de que la búsqueda de riqueza y poder por parte de la dirección del partido se hizo cada vez más prominente y entró en una contradicción cada vez más clara con los objetivos sociales y políticos originales del FSLN. Para Ernesto Cardenal y muchos otros militantes la piñata selló la bancarrota moral del FSLN.

En 1998, la hijastra de Daniel Ortega, Zoilamérica Narváez, hizo públicas las acusaciones contra él de haber abusado sexualmente de ella y haberla violado durante muchos años y desde la primera infancia. Sin embargo, esto fue estrictamente negado por todas las instancias posibles del FSLN o simplemente considerado un pecadillo perdonable. El FSLN no vio ninguna razón para destituirlo de la dirección del partido, ni siquiera para retirarlo como candidato presidencial. Este proceso me pareció un escándalo político y también ético inaceptable. Sin embargo, en ese momento no estaba dispuesto a firmar un llamamiento público exigiendo que Ortega fuera despojado de su inmunidad parlamentaria para poder iniciar una investigación y un proceso jurídicos en contra de él. Mi argumento en ese momento fue que ese llamamiento también podría ser firmado por opositores de derecha y utilizado políticamente en contra del FSLN. Sólo años después me di cuenta de que ese fue el mayor error político que cometí en solidaridad con Nicaragua. Porque sólo mucho más tarde me di cuenta de que los derechos humanos elementales, como el derecho a la integridad física y mental, tienen que ser garantizados incondicionalmente y no deben ser subordinados a determinados intereses políticos bajo ninguna circunstancia. Desde este incidente, el movimiento de solidaridad se ha dividido entre aquellos para los que es justificable apoyar a un violador como presidente y los que lo rechazan como un cruce de fronteras absolutamente inadmisible. Pero también puso de manifiesto una ruptura entre el movimiento de solidaridad y el FSLN que nunca pudo ser sanada.

El pacto de 1999 entre Ortega y Arnoldo Alemán, en el que ambos acordaron no tocar la inmunidad parlamentaria del otro para protegerse mutuamente de los juicios, Ortega por la violación de su hijastra y Alemán por la malversación de más de 100 millones de dólares de fondos públicos, provocó nuevas sacudidas políticas.

Pocos días antes de las elecciones presidenciales de 2006, el parlamento aprobó la prohibición absoluta del aborto con los votos del FSLN para ganarse a la iglesia oficial católica del cardenal Obando y Bravo y también a varias sectas protestantes. Mientras que algunos sandinistas inicialmente lo promocionaron como una hábil maniobra electoral, las apariciones cada vez más abiertamente fundamentalistas y pseudorreligiosas de la esposa de Ortega, Rosario Murillo, dejaron visiblemente claro que el derecho de las mujeres a la autodeterminación seguiría siendo profundamente violado por esta prohibición a largo plazo.

No obstante, muchos activistas del movimiento de solidaridad asociaron la reelección de Ortega y su toma de posesión en 2007 –a pesar de todas las críticas– con cierta esperanza de mejora de la situación del país. Ortega había llevado a cabo una campaña electoral muy moderada, pero al mismo tiempo también había hecho campaña para alejarse de las políticas neoliberales de los tres gobiernos liberal-conservadores anteriores y anunció una lucha contra la corrupción. Sin embargo, decidí no aceptar la invitación para asistir a su toma de posesión. Al fin y al cabo, sólo había podido ganar estas elecciones con apenas el 38% de los votos gracias a su pacto con Alemán. Además, se sabía que precisamente ese sumamente corrupto Alemán también había sido invitado para este acto como invitado de honor, lo que para mí fue una situación que no podía aceptar. Pronto quedó claro que mi escepticismo estaba completamente justificado. Ya en las elecciones municipales de 2008, hubo un fraude electoral masivo a favor del FSLN y también ataques violentos contra rivales políticos, especialmente en la capital Managua, pero también en León y muchas otras ciudades. El sistema de fraude electoral ha sido perfeccionado desde entonces por el control cada vez mayor del FSLN sobre las autoridades electorales con lo que la posibilidad de realizar elecciones libres, justas y transparentes se ha vuelto una quimera. Las elecciones están diseñadas para que las gane Ortega a cualquier precio.

En 2009, algunos magistrados de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia declararon inconstitucional el artículo 147 de la Constitución nicaragüense, que prohibía la reelección del presidente. Esto significa que la máxima autoridad del Estado para la defensa de la Constitución hizo exactamente lo contrario de su mandato real y declaró parcialmente inválida de la Constitución. Esto permitió a Ortega presentarse de nuevo a las elecciones de 2011, que posteriormente volvió a ganar. No fue sino hasta posteriormente, en 2014, que se legalizó realmente la posibilidad de la reelección mediante la correspondiente reforma constitucional. En otras palabras, primero se crearon los hechos y sólo después se estableció la base jurídica para ellos. Este proceso fue uno de los hitos más importantes en la abolición del Estado de Derecho en Nicaragua.

Entre 2007 y 2017, Nicaragua recibió casi cuatro mil millones de dólares en ayuda económica de Venezuela. Sin embargo, estos fondos no se canalizaban y controlaban a través del presupuesto estatal de Nicaragua, sino a través de la empresa privada ALBANISA, cuya junta directiva estaba bajo el control directo de Ortega. Además de financiar algunos proyectos sociales y de infraestructuras, estos fondos también acabaron en grandes cantidades en los bolsillos de su familia y sus amigos más cercanos. Esto no sólo promovió un nivel de corrupción sin precedentes en el Estado y en la sociedad, sino que también supuso el segundo gran impulso de capital para la recién surgida burguesía sandinista después de la piñata de 1990.

Lo que resulta especialmente repulsivo es cómo las hijas y los hijos de Ortega-Murillo, que nunca han tenido una educación seria, reciben regaladas empresas enteras del Estado, se les confían las más altas funciones estatales o son anfitriones de desfiles de moda de lujo financiados por el Estado. Según su estado de ánimo, se les envía en misiones diplomáticas por todo el mundo o se les permite vivir su vida como músicos de rock o cantantes de ópera de tercera categoría a expensas del Estado. Nicaragua sigue siendo el segundo país más pobre de América Latina, pero su familia gobernante vive en la opulencia feudal.

En 2013, el proyecto de la construcción de un canal interoceánico a través de Nicaragua, fue una noticia de interés general. Este proyecto debía realizarse en colaboración con el estafador chino Wang Jing. Debía tener un costo de 50.000 millones de dólares y a pagarse en 100 años. Desde el principio hubo grandes objeciones políticas, económicas, ecológicas y sociales a este proyecto. Para allanar el camino legal del proyecto, se aprobó una ley especial en el parlamento en un procedimiento de vía rápida en solamente 72 horas y más tarde incluso se incorporó el tema en las reformas a la Constitución. La aprobación de esta ley dio lugar a protestas masivas de campesinos que viven en las regiones por las que pasaría el canal y que por lo tanto serían expropiados y expulsado de sus propiedades sin que nadie les explicara qué pasaría con sus familias y su patrimonio. Estas protestas también fueron reprimidas violentamente, pero el movimiento campesino en contra de la construcción del canal sigue en pie a pesar de que muchos de sus líderes se encuentran presos o en el exilio.

El tema del canal en Nicaragua, no es nuevo. Ya había sido discutido hace cien años y Sandino, el legendario luchador por la libertad, tenía una posición clara sobre la cuestión. En primer lugar, se negaba terminantemente a poner dicho proyecto en manos de una superpotencia internacional extranjera, y, en segundo lugar, declaraba que dicha empresa sólo podía llevarse a cabo –en caso que realmente se quería llevarla a cabo– como un proyecto conjunto latinoamericano.

En abril de 2018, hubo manifestaciones masivas mayoritariamente pacíficas contra el gobierno Ortega-Murillo. Pero el régimen respondió bajo el lema “¡Vamos con todo!” con extrema brutalidad. Con esto, hasta la última ilusión fue destruida. El último tabú ha caído. Las formaciones armadas del régimen están disparando a su propia gente. Francotiradores militares, policías y paramilitares provocan un baño de sangre. Se contabilizan más de 300 muertos, más de 2.000 heridos, más de 600 presos políticos del 2018 a la fecha y más de 100.000 personas han buscado refugio en el extranjero. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), invitado por el gobierno nicaragüense y la Organización de los Estados Americanos (OEA) para investigar estos acontecimientos, concluyó que el gobierno de Nicaragua ha cometido crímenes de lesa humanidad.

A medida que el poder político de Ortega se afirmaba cada vez más en el seno del FSLN y, a partir de 2007, también en el Estado, el carácter de los hermanamientos de ciudades, que se habían desarrollado principalmente entre Alemania y Nicaragua, también cambió. La solidaridad política con un proceso de emancipación social y la ayuda a la autoayuda se convirtieron gradualmente en un modelo de negocio para organizar la financiación externa de proyectos de desarrollo local. Las autoridades municipales leales a Ortega se beneficiaron de ello de dos maneras. Por un lado, pudieron presentarse como benefactores ante la población, y por otro, esto dejó al Estado nicaragüense con más fondos para ampliar su aparato represivo. A cambio, los gobernantes locales nicaragüenses escucharon pacientemente las referencias de la parte alemana a la importancia de las estructuras y la institucionalidad democráticas, sin responder nunca a ellas ni tomarlas en serio de ninguna manera.

A partir de septiembre del 2020, el régimen de Ortega aprobó cuatro leyes que legalizan la represión estatal. La Ley de Agentes Extranjeros pone a las organizaciones de solidaridad internacional al mismo nivel que los traficantes de armas, los espías y los terroristas. Además, los empleados de los proyectos que reciben ayuda financiera del extranjero pierden automáticamente su derecho a presentarse a las elecciones. La Ley contra Ciberdelitos castiga con penas de uno a diez años de prisión todas las declaraciones críticas al gobierno, realizadas en público o en privado en cualquier medio o plataforma del Internet. En virtud de la Ley contra el Odio, cualquier crítica al gobierno se considera difusión del odio y conlleva una pena máxima de hasta cadena perpetua. Para ello, incluso se modificó la Constitución, ya que antes la pena máxima se limitaba a 30 años de prisión. Por último, la Ley de Soberanía estipula que las personas que abogan por la injerencia exterior o apoyan sanciones contra Nicaragua o ciudadanos nicaragüenses son traidores a la patria y, por tanto, también pierden el derecho a presentarse a cualquier cargo público.

El 20 de junio de 2021, la revista electrónica Confidencial fue asaltada por la policía, se ocuparon sus salas de producción, se confiscaron ordenadores y otros equipos de trabajo y se detuvo una parte de su personal. Su director Carlos Fernando Chamorro ya se había visto obligado a refugiarse en Costa Rica por motivos de seguridad. El 13 de agosto de 2021, la redacción y la imprenta del periódico La Prensa fueron ocupadas por la policía y se prohibió su edición impresa, tras 95 años de publicación y su director fue encarcelado. Sin embargo, ambos medios siguen apareciendo a través del Internet.

Las elecciones de noviembre de 2021 fueron la culminación de la manipulación electoral y al mismo tiempo el fin definitivo de la ilusión de que en Nicaragua se podrían lograr condiciones democráticas mínimas. En ese momento, había más de 150 presos políticos, entre ellos, 7 personas que participaban en procesos internos de sus organizaciones políticas para elegir a los que participarían como candidatos en las elecciones presidenciales. Se prohibieron todas las reuniones y concentraciones públicas. La campaña electoral se limitó a actividades en el Internet y mensajes en las redes sociales. Todos los partidos que participaron en el proceso de votación se presentaron en alianza directa con el FSLN o tenían vínculos de otros tipos con ese partido. No se permitió la presencia de observadores electorales independientes del país o del extranjero. En estas condiciones, un porcentaje muy elevado de la población se quedó en casa el domingo de las elecciones. Los que participaron tuvieron que marcarse el pulgar derecho con una tinta no lavable. En los días siguientes, miré las manos de la gente dondequiera que estuviera o caminara, y sólo una de cada diez personas tenía los pulgares marcados. Posteriormente, los acompañantes electorales invitados por el gobierno, procedentes de organizaciones amigas de otros países, elogiaron este proceso de votación en los términos más elevados, coincidiendo completamente con los medios de propaganda orteguista, no sólo en cuanto al contenido, sino también en su elección de palabras. Urnas Abiertas, una organización independiente que realizó una observación de forma prácticamente clandestina el día de las votaciones reportó una abstención mayor al 80%, la más alta en la corta historia y accidentada electoral de Nicaragua.

El 1 de febrero de 2022 comenzaron los juicios políticos contra destacados representantes de la oposición que están en prisión preventiva o en arresto domiciliario, algunos ya desde mayo del 2021.

El 2 de febrero de 2022, 6 universidades privadas fueron declaradas ilegales al privarlas de su personalidad jurídica. Las opiniones pueden diferir sobre cómo encontrar la información y los artículos en estos periódicos o cómo evaluar la enseñanza en las universidades en cuestión. Pero la supresión de la prensa libre, de la enseñanza universitaria libre y la persecución de los disidentes políticos sólo pueden tener el resultado de un mayor empobrecimiento intelectual de Nicaragua.

Si hay un fenómeno general que se observa en la actualidad, es éste: Hay miedo en Nicaragua. Hay miedo en la calle, en el restaurante, en el autobús o en el taxi, miedo a los vecinos, a los compañeros de trabajo, a los superiores, a los controles policiales en las carreteras, incluso miedo en la familia o en el propio círculo de amigos. Por supuesto, se puede ver a mucha gente sentada tranquilamente en una mecedora frente a su casa, a los niños jugando en la calle y familias disfrutando de la música a todo volumen y la comida barata en el parque Salvador Allende, como si todo estuviera bien. Pero si conoces mejor a la gente, si les hablas en su idioma y si has sido capaz de construir una verdadera relación de confianza con ellos, entonces puedes experimentar el gran miedo que tiene la gente a decir algo incorrecto en algún lugar, a ser escuchada, a acabar en una de las listas negras o incluso a ser detenida. Al mismo tiempo, la presencia de la policía en público, es actualmente mucho menor que hace uno o dos años, pero sigue siendo evidente. En los últimos años Ortega ha incrementado sustancialmente el número de agentes de la policía. Pero la brutal represión de cualquier movimiento crítico en público durante los últimos tres años ha dejado profundas cicatrices en todos. Todo el mundo en Nicaragua sabe que el más mínimo intento de protesta pública provocaría la presencia de la policía en el lugar de los hechos en cuestión de minutos para ocuparse de ella.

Ortega sólo volvió al poder en 2007 mediante el pacto con su cómplice corrupto Alemán. Con las elecciones locales de 2008, el FSLN amplió aún más su poder mediante un fraude electoral masivo. Ortega sólo pudo ganar las elecciones presidenciales de 2012 porque la Corte Suprema de Justicia (CSJ), anuló la prohibición constitucional de la reelección. Antes de las elecciones de noviembre de 2021, Ortega mandó encarcelar a muchos posibles candidatos presidenciales e hizo prohibir a todos los partidos de la oposición para celebrar después su propia victoria electoral. De este modo, fue ampliando su posición de poder por medios aparentemente democráticos para luego seguir destruyendo el funcionamiento democrático de la sociedad desde dentro. Ello condujo finalmente a la abolición democrática de la democracia y a la instauración de la dictadura declarada que actualmente sufre Nicaragua.

Si quieres viajar a Nicaragua hoy en día, primero tienes que rellenar por vía digital una solicitud de entrada, en la cual no sólo tienes que introducir tu nombre, número de pasaporte y fechas de viaje, sino también quién te ha invitado, qué correo electrónico y dirección tiene la persona que te invita, por qué quieres viajar a Nicaragua, qué razones especiales tienes para viajar allí, a quién quieres visitar y otras cosas más. Una vez que hayas enviado esta solicitud al Ministerio del Interior, recibirás un acuse de recibo, pero no tendrá noticias de si tu entrada ha sido realmente aprobada o no. En la página web correspondiente, el estado de esta solicitud de entrada permanece congelado como en proceso hasta mucho después de que se haya completado el viaje. Si alguien al finrealmente pueda entrar en Nicaragua, sólo se sabe inmediatamente antes de subir al avión. Sólo media hora antes de la salida, en el último aeropuerto de tránsito, el pasajero sabe si se le permitirá subir al avión con destino a Managua. Este fue el punto en el que los viajes de muchos periodistas internacionales, que querían observar e informar sobre las elecciones, terminaron en los aeropuertos de Panamá o Ciudad de México. Tuvieron que regresar sin haber conseguido nada porque las autoridades nicaragüenses prohibieron en el último momento a las respectivas compañías aéreas que les dejaran viajar a Nicaragua. Si hubiera escrito en mi solicitud de entrada que quería ver por mí mismo la situación de la democracia y los derechos humanos en Nicaragua, seguramente también me habrían denegado la entrada. Pero lo conseguí porque había puesto “turismo” como motivo de mi viaje. Al llegar por fin a Managua, tuve que pasar otra entrevista en el control de pasaportes, que más bien fue un interrogatorio y en el que tuve que evitar cualquier impresión de que viajaba a Nicaragua por interés político. Después de 43 años de trabajo activo de solidaridad con Nicaragua, ¡ahora me tratan como un narcotraficante o un espía imperialista! Es cierto que –a diferencia de muchos otros– al final logré entrar en Nicaragua una vez más. Pero difícilmente uno se puede acostumbrarse a este trato. La idea de tener que soportar un trato tan humillante una vez más es insoportable para mí. Mientras el régimen Ortega-Murillo siga en el poder, no volveré a Nicaragua.

¿Gallinas versus democracia?

Los partidarios de Ortega a menudo no saben cómo justificar su régimen dictatorial. Por eso siguen recurriendo como argumentoa los hospitales y carreteras construidos bajo su mandato. Por un lado, intentan distraer del debate sobre la libertad y la democracia, por otro lado, quieren mostrar lo bueno que es su gobierno, a pesar de las críticas existentes. Desde que Ortega retomó la presidencia en 2007, es cierto que se han producido algunas mejoras en las infraestructuras del país dentro del marco de una modernización capitalista. Pero no se trata de beneficios de Ortega, sino de tareas básicas que todo Estado debe cumplir. Además, los recursos financieros para ello no vinieron de Ortega, sino del extranjero. Los principales donantes o fuentes de financiamiento multilateral han optado por financiar proyectos de infraestructura concretos para evitar desembolsos al presupuesto de la República, que sería lo usual, por temor a la corrupción y a la manipulación política, que de todas maneras se da.Gran parte de estos fondos no llegaron a estos proyectos, sino que acabaron directamente en los bolsillos de los familiares y amigos más cercanos de Ortega. Pero, sobre todo –y esto es lo crucial– las carreteras asfaltadas o los nuevos hospitales no son argumento alguno cuando se trata de libertad y democracia. Después de todo, las autopistas construidas bajo Hitler o el progreso industrial de la Unión Soviética bajo Stalin no son justificaciones aceptables para sus reinados de terror. ¿De qué sirven los hospitales, carreteras o calles adoquinadas a los miles de nicaragüenses que se ven obligados a salir del país huyendo del terror y la represión?

Quien piense que el progreso social justifica las violaciones de los derechos humanos y la opresión militar del pueblo, debería hacer también las cuentas de forma clara y sin ambigüedades: ¿Cuántos kilómetros de autopista recién construidos justifican la abolición de las elecciones democráticas? ¿Cuántos centros de salud nuevos pueden justificar el pisoteo de la Constitución del país? ¿Cuántos aerogeneradores debe aprobar un presidente para que se le permita dar a sus hijos ignorantes, estaciones de televisión o gasolineras? ¿Cuántas nuevas alcantarillas permiten meter en la cárcel a los disidentes políticos? ¿Cuántas conexiones eléctricas tiene que poner un gobierno para que se le permita desterrar a las organizaciones de derechos humanos a la ilegalidad? ¿Cuántas láminas de zinc debe regalar un gobernante para que se le permita mantener un ejército privado de paramilitares altamente equipado? ¿O cuántas gallinas debe repartir la pareja gobernante entre los pobres para que se le permita mandar que los estudiantes que protestan sean asesinados por francotiradores?

¿Uno no tiene nada que ver con lo otro? Entonces, estimados partidarios de la dictadura orteguista: ¡no empiecen a relacionar estas cosas! Ustedes sacan a relucir las carreteras y los hospitales porque no quieren hablar de las condiciones antidemocráticas de Nicaragua. Y no quieren hablar de ello porque saben muy bien que en Nicaragua hay una represión política insoportable y que en realidad tampoco ustedes pueden presentar alguna justificación aceptable.

Al mismo tiempo, nunca deben olvidar una cosa: Las dictaduras caen. Todas las dictaduras caen. Hitler cayó. Stalin cayó. Somoza cayó. La dictadura Ortega-Murillo también caerá. No sabemos cuándo ni cómo, pero caerá. A más tardar en ese momento, tendrán que pensar en cómo seguir. Ustedes tendrán que pensar si quieren ser tratados de la misma manera como el régimen actual trata a sus críticos y a los miembros de la oposición, cuando el poder gubernamental y toda la autoridad del Estado ya no estén controlados por Ortega.

¿Soberanía versus los derechos humanos?

Como segundo punto importante en defensa del régimen Ortega-Murillo, sus partidarios suelen señalar que todo Estado tiene derecho a regular los asuntos internos del país con total libertad según sus propias ideas. En primer lugar, esto es absolutamente correcto. Sin embargo, este principio de soberanía, que tiene su origen en la Paz de Westfalia de 1648, se complementó tras la Segunda Guerra Mundial con la obligación de los gobiernos de respetar los derechos humanos. La experiencia del fascismo bajo Hitler hizo que los derechos humanos se convirtieran en un componente esencial del derecho nacional e internacional. En consecuencia, ningún gobierno tiene el derecho a violar los derechos humanos en su propio país u oprimir a su propio pueblo. Por ello, los derechos humanos se han convertido en parte integrante de muchas constituciones redactadas después de 1945.

Este es también el caso de Nicaragua. La Constitución nicaragüense declara claramente que toda persona que vive en Nicaragua goza de la plena protección de los derechos humanos, tal y como se recoge en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo, en la vida real apenas hay un artículo de esta declaración que no se viole sistemática e impunementeen Nicaragua.

El artículo 46 de la Constitución dice literalmente: “En el territorio nacional [de Nicaragua] toda persona goza de la protección estatal y del reconocimiento de los derechos inherentes a la persona humana, del irrestricto respeto, promoción y protección de los derechos humanos, y de la plena vigencia de los derechos consignados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos; en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la Organización de las Naciones Unidas y en la Convención Americana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos.

Pero quizás lo más importante y cada día más insostenible es la traición al sacrificio, los ideales y las promesas de miles de los mejores hijos e hijas de Nicaragua que dieron su vida para librarla de una dictadura y construir un país nuevo en el que nunca más se encarcelaría o torturaría a nadie por razones políticas, en el que la policía sería “guardián de la alegría del pueblo” y no agente del terror. La traición al sacrificio de tantos mártires es el mayor crimen de Ortega y Murillo.

Las muchas caras de mi despedida

Mi despedida de Nicaragua tiene muchas caras personales. Cuando me despedí de mis amigas y amigos en noviembre de 2021, fue con toda probabilidad una despedida para siempre. Porque, por un lado, ya no puedo soportar permanecer en Nicaragua en estas condiciones, pero, por otro lado, también es muy posible que el régimen no me deje entrar nunca más en el país. A lo largo de cuatro décadas he llegado a apreciarlos y amarlos. He aprendido mucho de ellos. Los recuerdos de nuestras experiencias compartidas en la construcción de proyectos de base, en la reflexión crítica, en la discusión filosófica, así como en el disfrute de la cocina nicaragüense o de unas copas de Flor de Caña Gran Reserva, me acompañarán el resto de mi vida. He dedicado la mayor parte de mi vida política a Nicaragua, y no quiero perder ni un segundo de ello. Era una lucha por la libertad y la justicia, y debemos admitir honestamente que hemos perdido esa lucha en este momento. Cada vez que nos despedíamos, la pregunta era: ¿Ha sido correcto lanzarse a esta lucha? ¿Valieron la pena los sacrificios que hicimos para este proyecto? ¿Acaso todo nuestro empeño fue completamente en vano?

Cuando visité a María Isabel, volvimos a dejar pasar todas las etapas importantes que conformaron su vida. No dejaba de contar la historia de cómo, durante el levantamiento contra Somoza, siendo una jovencita mantuvo a raya por detrás con un palo de escoba a un Guardia Nacional fuertemente armado y luego lo detuvo. Ella venía del campo y sólo aprendió a leer y escribir al triunfo de la Revolución. Más tarde participó en el movimiento sindical y sigue trabajando hasta la actualidad en un centro de mujeres independiente. Pero en los años 80 también denunció ante las autoridades sandinistas a su hermana Juana, cuyo marido apoyaba a la contra. A continuación, Juana fue encarcelada durante seis meses. María Isabel sigue sufriendo por el hecho de no haber visitado a su hermana ni una sola vez durante toda su estancia en prisión. Al mismo tiempo, le reconforta al menos el hecho de haber pedido perdón a Juana y que ella ha podido perdonarle antes de morir. ¿Fue correcto participar en una revolución que pedía a sus bases que se comporten con tanta crueldad en el seno de su propia familia? Es una ironía de la historia que un oficial de policía leal a Ortega viva frente a la casa de María Isabel, por lo que ya no puede decir lo que piensa en voz alta en la calle sin arriesgarse a ser arrestada. Incluso en su propia casa tuvimos que hablar en voz baja porque había acogido como inquilina–sin saberlo de antemano– a una joven orteguista y ahora no sabe cómo deshacerse de ella. Si estas condiciones de vida son el resultado final de una revolución, ¿no hay acaso que cuestionar esta revolución en su conjunto?

Ingra viene de Suecia y fue a Nicaragua a principios de los años 80 para apoyar la revolución. Desde entonces, vive y trabaja allí. Ha iniciado y ayudado a poner en marcha varios proyectos. Ha creado decenas de puestos de trabajo y ha organizado la formación en diversas profesiones manuales y administrativas. Apoyó a guerrilleros de El Salvador que se habían refugiado en Nicaragua o tenían que recuperarse de heridas de guerra. También ha desempeñado un papel destacado en varios proyectos de mujeres a lo largo de muchos años y aún hoy lo hace. Para todas estas actividades, ha recaudado y gestionado grandes sumas de financiación internacional. Todos estos proyectos han sido acosados y amedrentados por la burocracia estatal orteguista durante el último año, hasta el punto de que algunos de ellos ya han tenido que cancelar sus actividades. Ingra ya no tiene raíces profundas en Europa. Está decidida a pasar el resto de su vida en Nicaragua. Sin embargo, el régimen de Ortega gasta mucha energía en destruir cualquier iniciativa popular que no esté controlada por él. El sueño de la vida de Ingra –una vida autodeterminada al servicio de los más necesitados en Nicaragua– corre el riesgo de derrumbarse en estas condiciones. Tiene una edad en la que otras personas en Europa ya llevan años viviendo una cómoda vida de jubilado. Es una apasionada antifascista y antiimperialista. Es insoportable ver cómo esta mujer modesta y totalmente altruista es denigrada fríamente como “agente extranjera” por la burocracia orteguista. Recientemente, su hijastra le instó a abstenerse de hacer comentarios políticos en público. Ingra respondió que no corría ningún peligro porque era de conocimiento público que nunca había hecho nada contra el gobierno nicaragüense o el FSLN. Pero su hijastra –partidaria incondicional de Ortega– repitió con lágrimas en los ojos su petición de moderación, diciendo que sabía muy bien cómo el FSLN también falsificaría información si ello sirviera a sus intereses.

En la década de 1980 se establecieron hermanamientos entre ciudades de Nicaragua y muchos otros países, especialmente de Europa, como expresión de solidaridad. El alcalde sandinista Luis Felipe Pérez Caldera fue una de las figuras centrales en el establecimiento de dicho hermanamiento, principalmente el que se estableció entre León y Hamburgo (Alemania). Se dice de él que tenía buena relación con todos los grupos sociales y políticos de León. Prometió todo a todos. Pero si no era capaz de cumplir sus promesas –lo que a menudo no se podía evitar–esto no disminuía en absoluto la estima que le tenía el pueblo.

¡Adiós Nicaragüita!
M. Schindler y Luis Felipe Pérez (2014)

En aquella época no había Internet, ni WhatsApp, ni correos electrónicos. Escribimos las cartas a mano o con una máquina de escribir con varias copias al carbón para el archivo. Las respuestas a veces tardaban medio año en llegar. Las llamadas telefónicas apenas funcionaban y eran casi impagables. Cuando le visitamos, hizo posible que habláramos con quien quisiéramos. Cuando el FSLN perdió las elecciones presidenciales en 1990, León quedó firmemente en manos de los sandinistas. Pero en la lucha política que siguió, Luis Felipe tomó una clara posición contra el verticalismo y el autoritarismo del FSLN. Debido a su postura crítica, su casa fue marcada posteriormente con la pintada “Muerte al traidor”. Con su carácter inclusivo y conciliador, era todo lo contrario al orteguismo excluyente y represivo que caracteriza hoy al FSLN. Cuando visitaba Nicaragua, era una parte indispensable de cada viaje reunirme con él y hablar durante horas sobre los acontecimientos actuales o reflexionar sobre cuestiones históricas. No hubo casi nadie con quien discutiera el libro Perestroika de Mijaíl Gorbachov tan larga e intensamente como con él. Aunque sabía que actualmente ya estaba muy limitado debido a su edad, nunca me habría perdonado si no me hubiera despedido de él y de su mujer, Gloria, en persona. Ya no habla y en gran parte ya está en otro mundo. Pero nuestro último apretón de manos fue tan fuerte que estoy convencido de que todavía me reconoció y, en el fondo, quizás incluso recordó nuestros tiempos juntos. Tal vez incluso sea bueno para él no tener que presenciar más todos los horrores del orteguismo con plena conciencia.

Su buen amigo y sucesor en la alcaldía, Rigoberto Sampson Granera–llamado cariñosamente Rigo por muchos–, se encargó durante mucho tiempo de que en León reinara un ambiente abierto y libre, mientras que en Managua el nepotismo, la corrupción y los pactos secretos ganaban ya el pulso a los acontecimientos políticos. En dos ocasiones Ortega lo visitó personalmente para disuadirlo de que no se presentara como candidato a alcalde y en su lugar impusiera a uno de sus secuaces como candidato del FSLN. Pero Rigo se mantuvo firme. En seguida fue elegido con amplias mayorías en las primarias y luego en las elecciones municipales de 1997. Más tarde fue diputado de la Asamblea Nacional. Nunca aceptó ninguna ventaja personal para sí mismo. Mientras que Ortega regala emisoras de radio a sus hijos o los envía en visitas de Estado a otros países, Rigo nunca ha colocado a un solo familiar o amigo en ningún puesto bien remunerado. Cuando falleció en 2009, en la vela vespertina, todo su barrio quedó bloqueado por la multitud de dolientes. No tengo la menor duda de que el acobardamiento de hoy en el FSLN habría sido un anatema para él. Y estoy absolutamente seguro de que nunca habría participado en la violenta represión de las protestas civiles de 2018. Como ya no está con nosotros, era aún más importante para mí despedirme en persona de su familia.

¡Adiós Nicaragüita!
Rigoberto Sampson, su esposa Sandra Dávila y M. Schindler (2004)

En el plano de la sociedad civil, el sacerdote y maestro José Antonio fue una bisagra central de los hasta 30 hermanamientos escolares que se establecieron entre Hamburgo y León. Comprendió mejor que nadie la importancia de la comunicación entre los participantes de ambos lados. No sólo fue una expresión viva de la conexión entre la Revolución Sandinista y el cristianismo. También fue un ejemplo de lo importante que era el compromiso civil de la gente en aquella época. Estos hermanamientos de base funcionaban con total independencia de las estructuras administrativas estatales. La alcaldía de León se esforzó en apoyar estas actividades, pero no hubo ninguna regulación ni siquiera restricciones a estas conexiones que habían crecido desde abajo. En este marco, se organizaron durante muchos años y a gran escala donaciones en especie y en dinero, no sólo para proyectos escolares en León. Sin embargo, todo ello ya es cosa del pasado y se ha olvidado en gran medida. En la actualidad, no se puede transferir ni un solo dólar del extranjero a Nicaragua sin que la burocracia estatal de Managua lo compruebe y apruebe previamente en un procedimiento complicado y lento. José Antonio también participó activamente en el movimiento de las comunidades cristianas de base, pero sólo puede seguir haciéndolo de forma muy limitada por motivos de salud. Pero incluso en este movimiento de base, la idea de solidaridad ha sido parcialmente desplazada por el nepotismo y la corrupción orteguista. Al hacer un balance de nuestras actividades conjuntas a lo largo de cuatro décadas, coincidimos en que fue un acierto haber apoyado con todas nuestras fuerzas el proyecto único de la Revolución Sandinista. Pero ambos llegamos también a la frustrante conclusión de que este proyecto ha sido completamente destruido por el actual orteguismo imperante. Cuando salí de su casa en la oscuridad del atardecer, volví a mirar a la distancia, lo vi sentado en su silla de ruedas y nos saludamos una vez más. Esa fue probablemente la última vez que vería a este gran amigo y camarada de lucha.

Manuel forma parte del grupo de jóvenes chilenos que fueron a Nicaragua a apoyar la Revolución Sandinista tras la supresión de la Unidad Popular. Ha construido uno de los archivos históricos más completos sobre la evolución política de Nicaragua desde 1979 hasta 2021. Él mismo ha escrito, editado, transcrito y puesto a disposición del público cientos de textos documentales. Apenas hay un trabajo académico sobre Nicaragua que no recurra ampliamente a este archivo. La característica más destacada de esta colección es que desde el principio se elaboró de forma independiente del FSLN. Esto también significó que las críticas a las políticas de la dirección sandinista se documentaron muy pronto. Desde la perspectiva actual, la profundidad de estas críticas puede parecer en parte insuficiente. Pero la sola publicación de los textos correspondientes ha creado un rico archivo a partir del cual se puede examinar críticamente la historia reciente de Nicaragua y del sandinismo. El FSLN aún no ha abierto ninguno de sus archivos. Nadie sabe si hay alguno y dónde podría estar actualmente. Pero precisamente por el carácter independiente y la continuidad crítica de su archivo, Manuel tiene hoy en día mucho miedo de que le echen de Nicaragua. También él tiene ahora más de 70 años. ¿Y en qué lugar del mundo podría volver a construirse una nueva existencia? Hizo de Nicaragua su país de adopción gracias a la Revolución Sandinista, donde ahora ha echado profundas raíces. Lo único que puede hacer en este momento es mantener un perfil bajo y esperar que el rayo del destierro de Ortega no le alcance. Esta es también la opción de casi todas las demás voces críticas que aún no se han exiliado porque el país de Nicaragua sigue siendo su hogar. Por supuesto, en el momento de nuestra partida, nuestra profunda decepción política, nuestra impotencia frente a las brutales condiciones actuales y la tristeza de nuestra separación definitiva volvieron a imponerse, porque tengo muy claro que no volveré a Nicaragua mientras el régimen de Ortega esté en el poder. Pero él me respondió que no debíamos llorar ahora. Al contrario, deberíamos tener una nueva esperanza, porque el discurso de Ortega al día siguiente de las llamadas elecciones fue el discurso de un perdedor. Aunque el Consejo Supremo Electoral (CSE) le otorgó una mayoría del 76% gracias a sus masivas manipulaciones, sabía que nadie le creería, ni en el extranjero, ni dentro de Nicaragua, ni siquiera en su propio partido. Tuvo que insultar a los presos políticos como “hijos de perra” en su insólito arrebato de ira del 8 de noviembre, y después incluso se dejó abrazar y celebrar por algunos de los pocos invitados seleccionados por este repugnante discurso, para blanquear la vergüenza del éxito del boicot popular a las elecciones y mantener la engañosa autoimagen de líder popular, al menos en apariencia. Ortega, me imploró Manuel, ya está en declive. Y tan pronto como finalmente se vaya, nos encontraremos de nuevo. Tenía que prometérselo, y así lo hice.

Cuando Mildred tuvo la oportunidad de ir a un país extranjero seguro, durante el levantamiento contra Somoza, decidió participar en la revolución. Mientras ella participaba en la Revolución Sandinista, su hermano, un combatiente de élite de la Guardia Nacional, se mantuvo fiel a Somoza hasta el último día. Tras el triunfo, fue detenido por el nuevo poder revolucionario y asesinado a tiros por sus guardas en circunstancias todavía no completamente esclarecidas. Mildred tuvo que organizar su funeral. Sin embargo, no sólo fue vista con recelo por sus compañeros sandinistas, sino que además tuvo que soportar que su madre la maldijera y la echara de casa porque, como sandinista, la culpaba de la muerte de su hijo. Más tarde, Mildred también pudo reconciliarse con su madre, pero las cicatrices de esas experiencias permanecen toda la vida. Mildred trabajó durante muchos años como periodista en varios medios de comunicación sandinistas. También participó en el movimiento feminista y más tarde se convirtió en una feroz crítica de Ortega. Si hubiera abandonado la sublevación revolucionaria en 1979 y se hubiera refugiado con su pareja en un país extranjero seguro, ahora probablemente podría estar viviendo la vida de una escritora muy respetada o de una profesora acomodada en Alemania o Estados Unidos. Sin embargo, la realidad es que actualmente tiene que permanecer escondida y vivir con el miedo constante a ser detenida y encarcelada en cualquier momento, como sufren actualmente más de 150 presos políticos en Nicaragua.

Si has estado involucrado en solidaridad con Nicaragua durante más de cuatro décadas, sería completamente anormal no desarrollar buenas conexiones, incluso amistades muy cercanas, con personas que más o menos apoyan al actual régimen gobernante. La familia de Nidia es tradicionalmente prosandinista. Sus abuelos apoyaron la revolución por una profunda fe cristiana. Por ello, primero fueron brutalmente torturados y luego asesinados por la contra. Su historia familiar forma parte de la historia revolucionaria del FSLN. Es una expresión de las profundas raíces de la Revolución Sandinista en la población pobre. Y también es un testimonio del sufrimiento que miles de cristianos devotos tuvieron que soportar por apoyar esta revolución. Nidia dice de sí misma que no es orteguista, sino sandinista. Por supuesto, le perturbó cuando la policía y los paramilitares utilizaron armas de guerra contra los estudiantes en 2018. Su casa está muy cerca de una de las universidades que fueron atacadas. Conoce mi actitud crítica hacia el régimen de Ortega. Pero dada su historia política y familiar, siente una lealtad a Nicaragua y al FSLN casi inquebrantable. Ciertamente, no es posible que comparta su malestar y también su crítica interior a las condiciones actuales con un extranjero, por muchos años que éste lleve en la solidaridad con Nicaragua. Cuando –como era siempre nuestra costumbre– salimos a comer juntos en un buen restaurante, fue más que nunca una ley no escrita el no hablar de la situación política de Nicaragua, para no tensar nuestra amistad. Por supuesto, no podía decirle que, en las actuales condiciones represivas del país, ya no me era posible reunirme con amigos en un restaurante público si eran críticos con el régimen o, al menos, considerados como tales.

Tengo una amistad muy estrecha con Pedro que ha crecido durante décadas. Siempre nos hemos apoyado mutuamente. Hemos pasado juntos por muchas situaciones personales y también políticamente difíciles. Puede que no sepamos nada el uno del otro durante un año, pero cuando nos volvemos a encontrar, es inmediatamente como si no nos hubiéramos visto en un día. No hay ningún tema del que no hablemos honestamente entre nosotros. Es ingeniero, trabaja en varios proyectos, enseña lenguas extranjeras y gestión empresarial en la universidad. No es miembro formal del FSLN, pero apoya al presidente Ortega y su política. Durante las primeras protestas de 2018, los estudiantes le lanzaron piedras cuando intentó proteger un monumento a los luchadores por la libertad que murieron combatiendo a Somoza. Pero nunca ha participado en acciones violentas contra miembros de la oposición. Cuando le dije en nuestro encuentro que esta era mi última visita a Nicaragua y que no volvería nunca, fue un gran choque para él. Le afectó mucho y no entendió en absoluto por qué había tomado esa decisión. Intenté explicarle mi decisión con algunos ejemplos concretos, sin entrar en un debate ideológico general ni hacer acusaciones políticas contra él. Entonces le dije que había conocido a muchas personas que sienten un gran temor en este momento, que ya no se atreven a expresar sus opiniones públicamente, que temen perder su trabajo si no participan en las actividades políticas que se les exigen, y que temen ser espiados por sus vecinos. Me contestó que no podía entenderlo en absoluto, y añadió literalmente: “Yo no siento ningún miedo”. No tengo la menor razón para dudar de ello. Puede ser que uno pueda vivir bastante sosegadamente como partidario del gobierno en este momento. Pero, aunque algunos de sus familiares son muy críticos con Ortega, la idea que los miembros de la oposición tengan miedo de ser detenidos y encarcelados le resultó completamente ajena. Sé que tiene en alta estima a Vilma Núñez. Sin embargo, también reaccionó con incomprensión cuando le señalé que el Centro de Derechos Humanos (CENIDH), del que es presidenta, había sido ilegalizado por el gobierno. En cambio, señaló que esas cosas se discuten más en Managua y no tanto en las ciudades de la periferia. Cuando añadí entonces que no era posible que escritores de renombre mundial, como Gioconda Belli o Sergio Ramírez, no volvieran a Nicaragua por miedo a ser víctimas de la represión, me contestó, pensativo, que efectivamente había cosas que no iban tan bien en Nicaragua y que ningún país del mundo podía desarrollarse sin libertad.

Cuando llegué a León en 1984, conocí a Jaime, un joven profesor y sindicalista. Desde ese momento, hemos mantenido un contacto más o menos regular. Tiene una alta formación, ha estudiado en diferentes países europeos, ha obtenido varios títulos académicos y está altamente cualificado tanto en sociología como en disciplinas técnicas también. Apoya al FSLN desde joven, pero según sus propias declaraciones, no participó en ninguna medida represiva durante los enfrentamientos de 2018. Está preparado para cualquier discusión, sabe escuchar y también expone abiertamente su propia opinión, formas de comunicación que no todos dominan en Nicaragua. Cuando llegamos a hablar de las protestas de 2018, me mostró las amenazas de muerte contra él y su familia que recibió en su celular. Me dijo francamente que –a pesar de todas críticas justificadas o injustificadas al gobierno– no puede perdonar a los actores relevantes por esto. No obstante, intenta mantener el contacto con algunos viejos conocidos que pertenecen a la oposición. Sabe que en algún momento habrá que volver a entablar un diálogo entre el gobierno y la oposición, y que entonces también se necesitarán personas que puedan restablecer la comunicación pertinente. Pasamos muchas horas juntos discutiendo todos los aspectos posibles de la situación política actual de Nicaragua. No negó que existan déficits democráticos, nepotismo y corrupción bajo el actual gobierno. Pero siguió hablando de las nuevas carreteras asfaltadas, los nuevos hospitales y la electrificación del país para justificar por qué consideraba que la presidencia de Ortega era la mejor alternativa frente a los posibles candidatos de la oposición. También consideró correcto que personas como Dora María Téllez o Hugo Torres –entre otros muchos críticos del régimen– estén actualmente en prisión [Hugo Torres falleció en prisión el 12/2/2022. N de E.]. Aunque no hay una sola prueba, está firmemente convencido de que estos dos destacados ex comandantes de la lucha de liberación sandinista contra la dictadura de Somoza, habrían intentado derrocar militarmente al gobierno Ortega-Murillo con el apoyo de Estados Unidos.

Si hay una persona que encarna la lucha por una sociedad libre y justa en Nicaragua, es Onofre Guevara López, que ha cumplido 92 años. Es un veterano del movimiento obrero nicaragüense y actualmente uno de los más brillantes analistas políticos de Nicaragua. Creció en las condiciones más pobres y comenzó a aprender el oficio de zapatero a los 14 años. Gracias a este trabajo pudo conseguir el primer par de zapatos de su vida. Dos de sus hermanos murieron de tétano porque no tenían zapatos y contrajeron esta cruel enfermedad descalzos. Participó en la construcción de los primeros sindicatos y partidos obreros en la década de 1940. Se afilió al Partido Comunista, que se llamaba PSN (Partido Socialista de Nicaragua), y se convirtió en editor de varios periódicos de izquierda. Cuando, todavía durante la lucha de liberación contra Somoza, el PSN se dividió, él perteneció al ala que, además del trabajo político y sindical, asumió la lucha armada y se unió después al FSLN. Se convirtió en el editor encargado de las páginas de opinión y debate político del periódico del partido del FSLN, Barricada. Tras la revolución, se convirtió en miembro del órgano legislativo (Consejo del Estado). Más tarde, como miembro de la Asamblea Constituyente, participó en la redacción de la nueva Constitución de Nicaragua. Al día de hoy, es un marxista convencido, socialista y antiimperialista, pero no deja lugar a dudas de que los principios democráticos deben garantizarse en cualquier forma de sociedad. Por esta postura básica, se vio obligado a salir de la redacción de Barricada en 1994, y posteriormente fue expulsado como comentarista de El Nuevo Diario también. Onofre es autor de varios libros y al día de hoy publica sus análisis políticos en la revista electrónica Confidencial. Nunca fue a la universidad, pero sus artículos son muy analíticos y diferenciados, y además son siempre una lección de historia y ciencia política.

¡Adiós Nicaragüita!
Onofre Guevara con M. Schindler (2020)

Una vez más, en la hora de la despedida, hablamos del triste estado de la sociedad nicaragüense. Se ha vuelto solitario a su alrededor. Las condiciones políticas, dramáticamente exacerbadas por la pandemia, hacen casi imposible reunirse con los amigos. Habla de sus antiguos compañeros comunistas que han ganado propiedades y riqueza a través del FSLN y que ahora han tirado completamente por la borda sus antiguos ideales. Sin la revolución y los beneficios que le siguieron, nunca habrían podido hacerse tan ricos. Por esta revolución, sin embargo, dos hijos de Onofre dieron su vida como combatientes sandinistas. Y con los estudiantes asesinados por el régimen en 2018, el duelo por sus dos hijos caídos surgió con renovado vigor. Sin embargo, no se rendirá y seguirá luchando por sus ideales políticos mientras tenga fuerzas para hacerlo. Dentro de unos días, publicará su próximo artículo en Confidencial y volverá a utilizar todo su conocimiento histórico y su capacidad persuasiva para luchar por un nuevo comienzo democrático en Nicaragua.

Quienes se ocupan de la situación política actual de Nicaragua no pueden ignorar a Vilma Núñez de Escorcia. Es la presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos(CENIDH), y a sus 83 años, es un icono de la defensa de los derechos humanos en Nicaragua. Como abogada, defendió a los presos políticos del Frente Sandinista ante los tribunales de la dictadura somocista. Más tarde, ella misma fue encarcelada y torturada por su apoyo al FSLN. Durante la Revolución Sandinista en la década de 1980, fue vicepresidenta de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Como tal, también se enfrentó en varias ocasiones a los poderosos Comandantes de la Revolución para imponer juicios en concordancia con las normas jurídicas de un Estado de Derecho, especialmente a los antiguos miembros de la Guardia Nacional Somocista. Vilma es la presidenta del CENIDH desde 1990. Independientemente del gobierno respectivo –haya sido liberal, conservador o sandinista– hizo campaña con esta organización por el cumplimiento de los derechos humanos en Nicaragua. Entre otras cosas, también apoyó a la hijastra de Ortega en su juicio contra su padrastro, al que acusó de haber abusado sexualmente de ella y haberla violado durante años. Ante la disyuntiva de permanecer fiel a su partido, el FSLN, y a Ortega, o defender los derechos humanos de la hijastra de Ortega, Vilma Núñez optó por los derechos humanos. Asumió la representación legal de la víctima y rompió con el FSLN, una decisión jurídica, política y también personal fundamental, que no se puede desestimar. Desde la renovación de la presidencia de Ortega a partir de 2007, se ha convertido en una voz cada vez más importante en defensa de la democracia y la libertad, a medida que se han intensificado las medidas antidemocráticas y las tendencias dictatoriales de su régimen. Tras la ola de represión estatal de 2018 y el firme compromiso del CENIDH con la defensa de las víctimas de esta represión, el CENIDH fue ilegalizado. Sus locales fueron ocupados por la policía y se confiscaron todas las instalaciones y todo el material documental. Unos meses más tarde, se abrió en estos locales un centro de salud con bombo y platillo. Parte del personal del CENIDH tuvo que huir al extranjero. Hay otros amigos de muchos años que evitan el contacto con ella porque tienen familiares que ocupan puestos bien remunerados en la administración estatal. Pero Vilma sigue trabajando sin inmutarse. Incluso sin oficina, sin la protección de una organización legal y sólo con el apoyo de un círculo muy pequeño de confidentes más cercanos, sus mensajes se escuchan día tras día en alguna noticia a través de Twitter o Facebook, en Zoom o por correo electrónico. Ella es una de las pocas personas que, incluso durante la revolución, criticaron la falta de procedimientos del Estado de Derecho. Sin embargo, nadie ha sido más autocrítica por no haber sido lo suficientemente consecuente en la lucha contra las tendencias autoritarias y antidemocráticas del sandinismo. Siento que es un extraordinario privilegio haber podido realizar algunas de mis actividades de solidaridad con Nicaragua junto a esta impresionante mujer. Medio en broma, dijo una vez que había hecho la promesa de no morir antes de ver por sí misma que el régimen de Ortega se había derrumbado. Sólo puedo esperar sinceramente que pueda cumplir su promesa, porque sólo entonces será posible que nos volvamos a encontrar.

¡Adiós Nicaragüita!
Vilma Núñez, presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, CENIDH (2019)

No puedo nombrar aquí a todas las personas que conocí durante mi último viaje a Nicaragua y cuyos destinos están ligados a la Revolución Sandinista y su fracaso. Pero en casi todas mis conversaciones, al final surgían las mismas preguntas: ¿Cómo se pudo llegar a esto, a que la otrora tan esperanzadora Revolución Sandinista se convirtiera en la pesadilla que hoy impera en Nicaragua? ¿Qué podríamos y deberíamos haber hecho mejor? Pero, sobre todo, ¿estaban justificados todos los sacrificios que hicimos y que otros también tuvieron que sufrir cuando vemos los terribles resultados de esta revolución en la actualidad? Es notable que, con muy pocas excepciones individuales, ninguna de las personas mencionadas aquí haya cuestionado fundamentalmente la justificación de la Revolución Sandinista. Expresan diversas y profundas críticas a las más diversas estructuras y procesos de esta revolución. Y son capaces de hacer estas críticas con una experiencia y autenticidad convincentes porque todas y todos ellos han participado personalmente en estas estructuras y procesos durante muchos años. Es de esperar que, a pesar de todo, sus voces sigan siendo escuchadas y que también sean tenidas en cuenta por las nuevas generaciones.

Vilma Núñez y Onofre Guevara encarnan como pocos los aspectos más nobles de la Revolución Sandinista. Se distinguen no sólo por su modestia personal, su absoluta honestidad y su calidad intelectual. No sólo se encuentran entre las pocas personas que no están dispuestas a abandonar Nicaragua y que, sin embargo, expresan inequívocamente sus críticas a la dictadura de Ortega-Murillo. Pero más allá de eso, la continuidad, coherencia y consistencia de sus posiciones a lo largo de más de medio siglo son testimonio de su inquebrantable integridad política y moral. Sin embargo, también encarnan dos pilares fundamentales que nunca deben olvidarse cuando se trata de construir una nueva sociedad. Vilma Núñez defiende los derechos humanos y el Estado de Derecho, dos principios de orden que deben respetarse siempre, completamente independientemente de la forma concreta de una sociedad. Y Onofre Guevara defiende la inseparabilidad de la justicia social y la democracia, porque una no puede realizarse sin la otra. A pesar de su avanzada edad –o quizás debido a ella–, representan posiciones avanzadas y visionarias en estas dos cuestiones fundamentales. Si estos principios fundamentales que defienden pudieran hacerse realidad en Nicaragua –y no sólo allí–, ¡ya se habría conseguido mucho!

¡Adiós Nicaragüita!

Se podría objetar que el testimonio presentado aquí no tiene valor porque es muy subjetivo. Sí, este texto se basa esencialmente en mis propias impresiones y experiencias subjetivas en Nicaragua. Pero no, esto no disminuye el valor de sus declaraciones. Todo lo contrario. Adquieren su especial significación precisamente porque nadie puede discutir las experiencias que aquí se relatan. Todos los acontecimientos políticos mencionados aquí son fácilmente verificables y han sido documentados públicamente muchas veces. Todas las personas mencionadas aquí viven actualmente en Nicaragua, aunque muchas de ellas sólo pueden ser mencionadas con un seudónimo por el momento por razones de su seguridad. Puede que no estés de acuerdo con algunas de mis interpretaciones políticas. Pero nadie puede quitarme mis experiencias, mis conversaciones, mis alegrías y mis decepciones.

Las circunstancias políticas no me permitieron invitar a todos mis amigos, algunos de los cuales se mencionan en este informe, a una velada de despedida conjunta. Por ello, invité a mis vecinos más cercanos, que también se habían hecho muy queridos durante muchos años, a una barbacoa conjunta. Son personas sencillas, jubilados, empleadas domésticas, obreros, empleados, un médico, artesanos y algunos otros miembros de la familia. Todos apoyaban más o menos al FSLN, pero hoy en día, están amargamente decepcionados. Sólo uno de ellos acudió a las elecciones del 7 de noviembre porque está empleado en el sector público y habría puesto en peligro su empleo si no participaba. Esa noche, representaron para mí al pueblo nicaragüense, por el que estoy comprometido desde 1979. Fue una velada muy emotiva y también muy hermosa.

¡Adiós Nicaragüita!
Mi velada de despedida con mis vecinas y vecinos más cercanos (19/11/2021)

En 1969, participé por primera vez en una manifestación. Se dirigió contra el nazismo, que volvía a ganar fuerza en Alemania. Luego participé en las protestas contra la guerra de Vietnam. Desde entonces, he participado en actividades sindicales y de la sociedad civil contra la explotación y la opresión en el mundo durante más de 50 años. Durante más de cuarenta años estuve activo en solidaridad con Nicaragua. En este contexto, respondo de la veracidad de todos los acontecimientos descritos aquí que se basan únicamente en lo que percibí con mis propios ojos y oídos en Nicaragua.

Este texto expresa lo mucho que me deprime la situación actual de Nicaragua y lo mucho que sufro por no poder cambiar estas condiciones en este momento. Pero sólo soy un espectador temporal. ¿Cuánto peor es la situación de los que tienen que vivir bajo esta dictadura cada día? ¿Quiénes tienen actualmente familiares en la cárcel o que incluso tienen que estar ellos mismos encarcelados? ¿Cómo deben sentirse aquellos que han hecho grandes sacrificios personales por la revolución y que ahora se encuentran ante los escombros de sus antiguos sueños?

Nicaragua, Nicaragüita4/ ya no existe. Tampoco volverá. Pero la historia continúa. Surgirá una nueva Nicaragua. Para ello, el país necesitará una nueva generación política que pueda insuflar nueva vida a los conceptos de la libertad y la justicia. Sin embargo, un nuevo comienzo siempre parte del pasado del que surge. Analizar y reflexionar críticamente sobre la propia historia es la base indispensable para configurar los futuros procesos de emancipación mejor y más sosteniblemente de lo que se ha conseguido hasta ahora. Si este texto puede hacer una pequeña contribución a ello, entonces ya ha cumplido su propósito.

¡Adiós Nicaragüita!

Notas

1/ Un ejército de guerra civil, cuyos miembros en su gran mayoría eran pequeños agricultores y cuya dirección incluía a muchos miembros de la antigua Guardia Nacional de Somoza. Fue financiado, equipado y dirigido política y militarmente por EEUU y luchó para derrocar al gobierno sandinista.

2/ https://casadellibronicaragua.com/del-triunfo-sandinista-a-la-insurreccion-democratica-nicaragua-1979-2019/#gsc.tab=0 o libros.matthias@gmail.com

3/ Una piñata originalmente es un juego en el que los niños tienen que pillar el mayor número posible de caramelos para ellos, por ejemplo, en las fiestas de cumpleaños.

4/ “Ay Nicaragua, Nicaragüita” es el título de la canción más conocida de la Revolución Sandinista, escrita y compuesta por Carlos Mejía Godoy, actualmente exiliado por razón de la persecución política en el país. Es una declaración de amor a Nicaragua y a la Revolución Sandinista.

Fuente: vientosur.info

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