Eszter Wirth, Universidad Pontificia Comillas
Los mercados de materias primas no han tardado en responder a la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Los precios del petróleo están por encima de los 100 dólares por barril –algo no visto desde la invasión de Crimea en febrero de 2014– y el precio del contrato a futuros del gas holandés TTF se encuentra por encima de 135 euros por MWh.
La cotización sube debido al pánico de los inversores respecto al futuro: se teme que Rusia pueda interrumpir el suministro de gas y petróleo que tanto necesita Europa.
¿Exportador fiable?
Rusia es el tercer mayor productor de crudo y el mayor proveedor de gas para Europa. No dejó de bombear gas durante el conflicto de Crimea en 2014. La Unión Soviética tampoco cortó el grifo de los hidrocarburos a Europa durante los momentos más tensos de la Guerra Fría.
Y a pesar de que Putin ha tratado de aislar la economía rusa de los inversores occidentales mediante la diversificación de reservas internacionales de divisas, todavía necesita divisas fuertes como euros y dólares para afrontar pagos internacionales.
Un corte de gas podría suponer la pérdida de entre 203 y 228 millones de dólares al día para Gazprom, la petrolera fiel al régimen ruso.
Además, los precios tan altos de los hidrocarburos beneficiarán a la petrolera rusa. Por tanto, parece improbable que Moscú responda al paquete de sanciones europeas mediante el corte del gas que llega a través de gasoductos que atraviesan Ucrania, Polonia y el mar Báltico.
Suministros insuficientes
No obstante, suponiendo que Rusia no corta el grifo del gas a Europa, los mercados de hidrocarburos siguen padeciendo falta de suministros a corto-medio plazo debido a la insuficiencia de inversiones en exploración por parte de las petroleras en los últimos cinco o seis años.
Los bajos precios hidrocarburíferos registrados entre 2015 y 2019, unidos a los planes de descarbonización de muchos países occidentales, desincentivaron la inversión en la búsqueda de nuevos yacimientos. Por tanto, los productores serían incapaces de cubrir la demanda de petróleo y gas si Rusia dejase de exportarlos.
Adicionalmente, los países de la OPEP+, cártel al que pertenece la propia Rusia, rechazaron aumentar su producción al mismo ritmo que la recuperación de la demanda tras la reapertura de las economías tras la pandemia.
De poco han servido las peticiones de Joe Biden, quien había pedido a sus aliados de Oriente Medio que incrementasen la oferta para aliviar las altas tasas de inflación.
Antes del estallido del conflicto militar, la UE ya había acusado a Gazprom de suministrar solo los niveles mínimos contratados de gas. En consecuencia, los países europeos han tenido que recurrir a sus reservas de hidrocarburos, que están en niveles mínimos. Y no hay que olvidar que el invierno de 2021-22 está siendo más suave que el de 2020-2021.
Paquete de sanciones
Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido y la UE han respondido a la invasión rusa con paquetes de sanciones económicas contra oligarcas y bancos rusos.
Una de las respuestas más contundentes y sorprendentes vino de Alemania, que paralizó el proceso de certificación del polémico gasoducto Nord Stream 2, que transportaría gas directamente desde Rusia a Alemania por el mar Báltico.
Este paso destaca más por su simbología que su impacto en el mercado del gas, ya que el gasoducto todavía no había entrado en funcionamiento. Con ello el canciller Scholz trata de advertir que su nuevo Gobierno será menos tolerante con las atrocidades de Rusia que los de Merkel, y tratará de diversificar sus fuentes energéticas. Al fin y al cabo, el dinero que paga la UE por la energía rusa sirve para financiar la guerra del régimen de Putin. Sin embargo, Moscú podría tomar represalias mediante una reducción de suministro de gas hacia Alemania.
Suben los precios de otras materias primas
El impacto de la guerra también se ha dejado notar en los precios de otras materias primas. Las cotizaciones del paladio (otra de las exportaciones más importantes de Rusia, usada en los convertidores catalíticos), el aluminio y los cereales también se dispararon el 24 de febrero.
Rusia y Ucrania son los graneros principales de Europa, pero también proporcionan alimentos a Egipto y Oriente Medio. Por tanto, la guerra exacerbará la inflación y mermará la capacidad adquisitiva en la mayoría de países a la hora de adquirir bienes básicos.
El alza de los precios de materias primas potenciará los ingresos de los exportadores rusos, siempre y cuando las sanciones occidentales no afecten al comercio de recursos naturales. No obstante, estos beneficios de la guerra difícilmente superarán los daños para la economía rusa: su bolsa se desplomó un 38 % el 24 de febrero, el rublo se depreció un 12 % frente al dólar.
Incluso el poderoso Gazprom podría sufrir a largo plazo pese a sus lazos con regímenes afines. Si incumple sus acuerdos comerciales con Europa, el desplome de su reputación se sentiría incluso en China. El gigante asiático ha ido apostando cada vez más por el gas ruso, pero empieza a tener dudas sobre la fiabilidad de los acuerdos con el régimen de Putin.
Probablemente con la paz ganarían todos…
Eszter Wirth, Profesora de Economía Internacional (ICADE), Universidad Pontificia Comillas
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.