Hay una acalorada disputa mundial sobre cómo continuará la historia en la pos-pandemia. Entre los modelos en agenda, los más promisorios son el eco-socialismo y el buen vivir andino. La travesía de un paradigma a otro no se hará de un día para otro, pero no tenemos otra alternativa.
Leonardo Boff
Tales eventos hicieron surgir escenarios apocalípticos y un verdadero terror metafísico, en el sentido de temer por nuestra supervivencia en este planeta. Son muchas las advertencias de esa eventualidad por parte de renombrados científicos y principalmente del Papa Francisco, que en la última encíclica, paradigmática, Fratelli tutti (2020), afirmó taxativamente: “Estamos en el mismo barco; o nos salvamos todos o nadie se salva” (nº 34).
Hay una acalorada disputa mundial sobre cómo continuará la historia en la pos-pandemia. Hay varios modelos en la agenda. Creo que deberían descartarse los más radicales, porque son demasiado crueles y anti-vida humana, como el Great Reset, “el Gran Reinicio” de un capitalismo despótico, sugerido por el príncipe parásito Charles y asumido por el 0,1% de los multibillonarios mundiales. También el tentador “Capitalismo verde” que busca cubrir de verde todo el planeta, pero no plantea nunca la cuestión de la desigualdad social que castiga y se cobra millones de vidas humanas. Aceptables y en cierto modo promisorios son el eco-socialismo y el bien vivir y convivir de los andinos. Ambos serían viables en el supuesto de una gobernanza global y pluralista, dispuesta a encontrar soluciones globales para problemas globales como el de la pandemia, y de un orden planetario mínimo que incluya a todos, también la naturaleza, en la única Casa Común.
Creo que el Papa Francisco en la Fratelli tutti presentó algunos valores fundamentales a partir de los cuales se podría proyectar un paradigma que garantice el futuro de la especie y de nuestra civilización: una biocivilización centrada en una fraternidad sin fronteras y una amistad social universal.
Claramente se dio cuenta de que hay tres presupuestos necesarios: el primero, superar el paradigma vigente desde hace ya algunos siglos del ser humano como dominus (dueño y señor) que no se siente parte de la naturaleza sino que la domina con el instrumento de la tecnociencia. El segundo, asumir una alternativa al dominus, que sería el frater: el ser humano, hombre y mujer, hermanos y hermanas unos de otros y de todos los seres de la naturaleza, por tener todos un origen común, el húmus de la Tierra, por ser portadores del mismo código genético de base y por sentirnos parte de la naturaleza. El tercero, activar el “principio esperanza”, más profundo que la virtud de la esperanza, aquel impulso interior que no conoce tiempo ni espacio y que está presente siempre en el ser humano llevándolo a la indignación contra los desaciertos sociales y al coraje para transformarlos proyectando nuevos mundos, utopías viables y la autosuperación de sí mismo.
Los valores no serán tomados de las grandes narrativas ya ensayadas, la del iluminismo, la del capitalismo y la del socialismo que llevaron a la crisis sistémica actual, y que por tanto no realizaron sus propósitos. Va a beber del propio pozo, en la naturaleza esencial del ser humano.
Ahí descubre que somos esencialmente seres de relación ilimitada, cuya mejor expresión reside en la amorosidad; seres de solidaridad que en los primeros tiempos de la hominización nos permitió dar el salto de la animalidad a la humanidad; seres de cooperación, pues solamente juntos podemos construir nuestro hábitat que se da en la convivencia, en la sociedad, en las civilizaciones, en una palabra, en el bien-común general; seres de cuidado, pues este define la naturaleza humana, de todos los seres vivos y emerge también como una constante cosmológica: todo existe porque todos los factores se combinaron sutilmente para que irrumpiese la vida, y como sub-capítulo de la vida, la vida humana y el propio universo, que sin el debido cuidado de todos los elementos no habría permitido que estuviésemos aquí escribiendo sobre estas cosas; seres espirituales, capaces de plantear las cuestiones más radicales sobre el por qué de nuestra existencia, absolutamente gratuita, cuál es nuestro lugar en el conjunto de los seres, a qué destino somos llamados y el hecho de intuir que detrás de todo lo que existe y vive subyace una Energía poderosa y amorosa (¿el Vacío cuántico, la Energía de fondo del universo o el Abismo generador de todo lo que existe?) con la cual podemos relacionarnos con veneración y con silencio reverente.
A partir de estos valores podrá forjarse otro mundo posible y ahora necesario. Lógicamente la travesía de un paradigma a otro no se hará de un día para otro, y no sin grandes dificultades, oposiciones y crisis. Pero no tenemos otra alternativa. Como escribió Eric Hobsbawn en “La era de los extremos” (1995) en su última página: “No sabemos hacia donde estamos yendo. Si la humanidad quiere tener un futuro significativo no puede ser mediante la prolongación de pasado y del presente. Si tratamos de construir el tercer milenio sobre esta base vamos a fracasar. Y el precio del fracaso, o sea, la alternativa al cambio de la sociedad es la oscuridad” (p.562).
Esto vale especialmente para aquellos que anhelan volver a la antigua normalidad, perversa para la vida de la naturaleza y para la vida humana. Tenemos que cambiar o si no, como dijo el Secretario de la ONU, António Guterres, al abrir los trabajos de la COP26: “Si no actuamos ahora estaremos cavando nuestra propia sepultura”.
El futuro es hoy, como proclamaban las cien mil personas de la COP26 paralela en Glasgow. Si no empezamos ahora a orientarnos por los valores arriba mencionados, estaremos pavimentando el camino para un desastre ecológico-social de proporciones nunca antes habidas. Pero creo y espero, espero y creo que la pulsión de vida, más fuerte que la pulsión de muerte, nos llevará a los cambios necesarios. Viviremos y todavía vamos a brillar.
Leonardo Boff, filósofo y ecoteólogo ha escrito El doloroso parto de la Madre Tierra: una sociedad de fraternidad sin fronteras y de amistad social, Vozes 2020.
Alai