Nicaragua: Una revolución traicionada, una democracia aplastada

AAVV

Nicaragua: Una revolución traicionada, una democracia aplastada

A quienes firmamos este texto nos llama la atención el silencio de algunas izquierdas ante la deriva antidemocrática en Nicaragua.

Quienes firmamos este texto tenemos fuertes vínculos con Nicaragua, algunos construidos durante los ochenta y otros más recientes. Nuestra solidaridad de ayer va de la mano con la indignación que hoy sentimos contra un gobierno dictatorial que dispara contra el pueblo en nombre de una revolución que ha sido traicionada.

Cada día somos más quienes tomamos conciencia de que el sandinismo histórico está en las antípodas del poder autocrático de un presidente que obscenamente utiliza el lenguaje, las consignas y hasta los cantos de una revolución extinguida, para manipular los sentimientos del pueblo y hacerle creer que la represión, las cientos de personas asesinadas, heridas, encarceladas y las miles de personas exiliadas, estudiantes, feministas, defensoras de derechos humanos…, son el camino para una vida mejor.

El último episodio de un régimen represivo que huye hacia adelante, son las elecciones del 7 de noviembre. Fraudulentas e intervenidas por el Gobierno y un Consejo Supremo Electoral subordinado, han dejado fuera de la competición a candidaturas y fuerzas políticas que podían discutirle la hegemonía a Daniel Ortega. La detención, el encarcelamiento y el exilio de candidatos y candidatas, además de la prohibición de varios partidos políticos, son la mejor prueba del aplastamiento de la democracia en Nicaragua en estos momentos.

La escalada represiva de un régimen que elimina libertades y persigue opositores viene de lejos. El régimen Ortega-Murillo se estrenó a finales del 2007 llevando a la práctica la aprobación de un nuevo código penal que declara como delito todos los tipos de aborto, incluido el terapéutico y cuando peligra la vida de la madre. Ese fue el precio que pagó Ortega al cardenal Obando y Bravo para que no impidiera su acceso a la presidencia. Naturalmente, los movimientos de mujeres se lanzaron a la protesta y pasaron a ser objetivo prioritario de la represión del régimen.

Desde su investidura como presidente en enero de 2007, la represión del régimen ha sido sistemática y cada vez más amplia y radical, llegando al extremo de cometer delitos de lesa humanidad cuando reprimió a sangre y fuego la insurrección cívica de abril de 2018. Desde entonces, decenas de ONG han sido cerradas, tanto locales como extranjeras; han sido disueltas organizaciones que velan por los DDHH; las detenciones y encarcelamientos indiscriminados como método para sembrar el miedo se suman a la represión sobre figuras políticas y culturales relevantes; se premia la prevaricación de jueces y juezas, y se moviliza a milicias de gatillo fácil para frenar las legítimas protestas de la ciudadanía. Se cierran periódicos y emisoras de radio que ejercen la crítica; se impide la labor independiente del periodismo; se expulsa de las universidades a jóvenes activistas.

Hay que hacer notar que la pareja Ortega-Murillo tiene especial predilección por seguir persiguiendo a los movimientos de mujeres, algo que tiene que ver con la denuncia hecha en su día por los movimientos feministas contra los abusos sexuales del presidente sobre su hijastra Zoilamérica Narváez, quien con su testimonio sacudió Nicaragua.

A quienes firmamos este texto nos llama la atención el silencio de algunas izquierdas ante la deriva antidemocrática en Nicaragua. Cierto que algunas personas destacadas -principalmente de la intelectualidad de la izquierda mundial- se han ido distanciando del gobierno nicaragüense. Eduardo Galeano al conocer lo ocurrido en la piñata se prometió no volver a Nicaragua. Y cumplió. El sub comandante Marcos llamó traidor a Ortega. José Pepe Mujica pidió a Ortega que dejara el gobierno tras las masacres de abril de 2018, Boaventura do Santos y Noam Chomsky critican la autocracia, al igual que Leonardo Boff y Gustavo Petro. Pero no es menos cierto que las izquierdas políticas, especialmente las institucionales, (sin incluir a las socialdemócratas) han seguido apoyando al gobierno de Ortega y Murillo, con contadas excepciones.

Nos llama igualmente la atención que una parte importante de esas izquierdas, también las vascas, acepte la versión oficial que califica los acontecimientos de abril de 2018 como de intento de golpe de Estado. Realmente es absurdo pensar que unos manifestantes sujetando palos y pancartas vayan a dar un golpe de Estado a un poder que cuenta con el ejército, la policía, la mayoría de la Asamblea Nacional, la prevaricación de los jueces y juezas, y las fuerzas parapoliciales. También cuenta con el apoyo muy mayoritario de medios de comunicación totalmente controlados por los hijos de Ortega y Murillo, una vez que han sido barridos los medios independientes opositores.

Nos llama aun más la atención que esas izquierdas callen ante la represión sistemática contra las personas opositoras, que desde 2018 incluye asesinatos, detenciones y exilios masivos y que guarden silencio ante las horribles condiciones en que se encuentran las y los prisioneros políticos, unos 150 en estos momentos. En régimen de aislamiento, sin acceso a higiene, sin luz, sin papel ni lápiz, sin apenas comida, las mujeres y hombres encarcelados sobreviven no mejor que en las cárceles de Somoza. Está claro que los derechos humanos no tienen sitio en Nicaragua, por muy cristiano y socialista que se proclame el régimen Ortega-Murillo. Un confesionalismo que debiera avergonzar a esas izquierdas.

En nuestros entornos escuchamos voces que califican de mal menor al régimen autocrático que denunciamos. Dicen que con la derecha todo sería peor. Pero nunca ha habido en Nicaragua más personas buscando la salida de la migración por falta de oportunidades, a lo que hay sumar 200.00 personas forzadas al exilio desde abril de 2018.

En realidad, Ortega ha privilegiado políticas concretas que tienen muy poco que ver con postulados de izquierda: ha privilegiado políticas de libre mercado, los tratados de libre comercio, las facilidades para las maquilas y las concesiones sin condiciones al capital extranjero. Además, aplicó con mano dura las políticas estadounidenses contra la migración, y por la frontera sur de Nicaragua no se colaba nadie que pudiera tener planes de emigrar a Estados Unidos. Ortega convirtió la frontera nicaragüense en el deseado muro de Trump.

Igualmente, el orteguismo autorizó la presencia militar estadounidense y la acción de la DEA en Nicaragua con el pretexto del combate a la narcoactividad. Todo ello llevó a Nicaragua a obtener las mejores notas del FMI, del Banco Mundial y del BID (bastiones de la izquierda mundial, como bien sabemos). Asimismo, las relaciones con Estados Unidos hasta 2018 fueron de las más cordiales, basadas en el principio de que lo que importaba era lo que el gobierno nicaragüense verdaderamente hacía, no lo que aparentaba hacer, y menos lo que ocasionalmente decía.

Nicaragua no está en la segunda parte de una revolución, que fue aplastada hace mucho tiempo por quienes hoy gobiernan. Lo que si está es atrapada por un régimen dictatorial familiar que da la espalda a la división de poderes y con un lenguaje antiimperialista ejecuta políticas asistencialistas que en nada cambian ni la estructura de la propiedad ni el modelo económico del país. Los pobres siguen siendo pobres.

Creemos que la solidaridad con Nicaragua, a día de hoy pasa por posicionarse frente al régimen que oprime a su pueblo, y apoyar a quienes están sufriendo represión por ejercer sus derechos políticos.

Jose Luis Albizu, Eukene Arana, Jon Aranguren, Iratxe Arteagagoitia, Izaskun Azurmendi, Raquel Barahona, Joxe Iriarte «Bikila», Kepa Bilbao, Gerardo Carrere, Concha Castells, Mikel de la Fuente, Ana Tere Díaz, Esther Dominguez, Antonio Duplá, Marlen Eizaguirre, Ana Elosegi, Rasso Enzenbach, Irune Etxebarria, Manoli Etxeberria, Mario Fernández, Germán García, Mikel Goenaga, Luis Guridi, Juan Hernández, Marisa Lamas, Maribi Lamas, Juana Larrauri, Jesús Martín, Maite Martínez, Maitena Monroy, Clara Murguialday, Maite Murguialday, Lourdes Oñederra, Iñaki Orube, Nekane Orue, Isabel Otxoa, Carlos Peña, Josu Perales, Amaia Pérez Orozco, Victor Santiago Pozas, Mercedes Revilla, Uri Ruiz Bikandi, Covadonga Sanchez, Anabel Sanz, Lourdes Unceta, Koldo Unceta, Juan Luis Uría, Josune Urkijo, Norma Vázquez, Juan Carlos Vázquez, Javier Vitoria, María Jesús Vizán, Dominic Wyatt, Idoye Zabala, Begoña Zabala, Ramón Zallo

Fuente: https://www.naiz.eus/eu/i

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