Volví a Suiza No. 12
Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro.salazar@gmail.com
“Castrosalazar: Dejate de pendejadas y contá de una vez lo que querés contar y así cada quien juzga por su cuenta tu intención”—me dijeron desde adentro.
Como lo he dicho varias veces, Suiza es un país caro, carísimo, es una verdad de Perogrullo decirlo. La gente, suizos y no suizos, se quejan y se comenta en las conversaciones y hasta por la prensa. Un día me puse a hacerle números a lo que cuesta un kilo de carne y me salió en casi 56 dólares, luego de hacer sumas, multiplicaciones y conversiones, porque los precios los ponen para 100 gramos llegué a ese monto…
“Castrosalazar: no me jodás, ahora se te complica multiplicar por 10 y por 1,11 o por 1,09 no me jodás, parecés abogado y no ingeniero, acharita tanta matemática que has llevado”—me dijo a modo de burla y de regañada mi vocecita interna.
No solo es la carne, también es lo mismo con otros productos, casi que con todos, excepto las….
“Castrosalazar: EXCEPTO LAS MEDICINAS, LAS MEDICINAS SON MÁS BARATAS AQUÍ…LA ELECTRICIDAD, EL AGUA, LOS SEGUROS DE LOS CARROS Y EL MARCHAMO TAMBIÉN”—me gritó mi vos interna como si fuera un tema que es culpa mía en lugar de ser víctima también.
Es tan caro que la gente dice que cuando tienen invitados van a la frontera con Francia de compras, pero…
“Castrosalazar: ¿pero qué? No me jodás ni que nunca hubieras ido de compras a la frontera, a qué jugás…–me recordó mi vocecita interna, que todo lo ve y todo lo sabe.
Y seguí, uno puede ir a los pueblos fronterizos, tomando cualquiera de los miles de caminos que hay y hace sus compritas. Francia es más barato, incluso las medicinas, y nos queda muy cerca.
De repente me acordé del pero, antes de la impertinente interrupción, que iba ligado con una conversación que tuve hace más de un año: “Mae, puede traer un kilo de carne por jupa, la comida que se jamaría en un día, un litro por jupa de cualquier vara fuerte para tomar, toda la gasolina que quiera y 300 francos en otras varas”—me dijo un tico que vive y trabaja en Ginebra desde hace mucho.
“Pero ojo mae, aquí hay controles de verdad no como allá, unos maes que se visten con chalecos verde fosforescente, que dicen yendarmerí de la duane”, esos maes son durísimos y no aguantan ni medio, yo he visto donde quitan cosas y además ponen multones—agregó. Y cuando se estaba yendo me dijo: –mae, cuando lo inviten a jamar por negocios, solo cuando sea comidas de negocios, no se le olvide esto: pida carne, un buen lomito, no le dé pena, aquí todo el mundo lo hace, es como una ley suiza–
Un tiempo después, pregunté a una muchacha suiza que vivía cerca de la frontera, cuando yo andaba con el telele de cómo llegar a Ville Gellin –pueblito francés en medio de la zona montañosa del Jura, de donde vino mi bisabuela– y me dijo que me fuera por Vallorbe a Pontarlier, comuna francesa del Alto Doubs, y de paso me comentó en una mezcla de inglés, francés y español: –a Pontarlier vamos cuando tenemos una fiesta, compramos todo ahí– y le pregunté: ¿y la yendarmerí de la duane? Y con una sonrisa me dijo: –escondemos las cosas y nos devolvemos por caminitos rurales, sin pasar por la aduana, vale la pena porque es mucho más barato, si te agarran te lo quitan y te ponen una multa…—
“Castrosalazar: con razón que dicen que Suiza es la Costa Rica de Europa, ya entiendo por qué, parece tica esa mae”—me dijo en tono de sorpresa mi vocecita
Cuando la muchacha me contó eso me recordé de los viajes a la frontera que alguna vez hice, en los que uno tenía derecho a comprar por un monto que alcanzaba para: dos latas de frutas, una bolsa de chocolates, una bolsa de chicles, un paquete de sábanas canon y una lata de papas fritas; o manzanas, uvas, tenis y buzos, o colonias, guaro y semillas…o sardinas, frutas secas y comida de Semana Santa
A pesar de que la compra estaba de acuerdo con lo permitido, al menos en mi caso –que pareciera que solo yo cumplía por lo que he leído últimamente–uno venía con el hijueputa susto por los retenes, que me recuerdo de tres, curiosamente al primero que era a un kilómetro o menos de “la raya” no se le tenía miedo, pero a los dos siguientes sí: al de El Brujo y al de Casamata, ahora que lo repienso no sé por qué, tampoco recuerdo a alguno de los acompañantes si traía más de lo permitido insinuar siquiera en sobornar a los guardas de los retenes. ¿Otros tiempos?
“Castrosalazar: ¡todo el mundo traía más de lo permitido! ¿a qué jugás? No te acordás de aquella doña que en esos calorones llevaba puestos tres buzos encima, y aquella otra que calzaba como 45, que se puso las tenis del novio, o aquellos maes que iban con gajos de llantas que hasta se les veía el aire y volvían con llantas y aros nuevos, o los otros maes que metían el güisqui bajo el repuesto y detrás de los asientos”—me recordó mi vocecita interna.
En realidad me puse a recordar los cuadros que se veían en la frontera en aquellos años, y hasta me reía solo como un loco de los papelones que vi… y de repente de nuevo…
“Castrosalazar: ¡que memoria más pura m…tenés!, como si no hubiera salido en las noticias a cada rato gente atrapada con contrabandos en caminos de montaña para brincarse los retenes llenos de cosas compradas en la frontera o policías detenidos por pedir pa´l café.. “
Y continuo “–Castrosalazar: no te acordás una vez que en la tele entrevistaron a un mae que había sido oficial de la policía en una administración en la que su partido recién había vuelto a ganar las elecciones después de haberlas perdido un par de veces seguidas, el periodista le preguntaba sí había trabajado mucho en la campaña y el mae decía que sí, y cuando el periodista le preguntó si lo nombrarían de nuevo en una comisaría y el mae dijo: sí, pero esta vez quiero que me nombren en la frontera…para ayudar…¿PARA AYUDAR? Cáscara de mae..”—me recordaron desde adentro.
En fin hice caso a las recomendaciones, fui a Divonne,-les-Bains, Francia, a “la feria del agricultor del domingo”, compré lo que estipula el reglamento, como lo hacía cuando iba a la frontera, vi la yendarmerí de la duane a la ida y no a la venida, aunque regresé con el mismo sustillo de siempre por los retenes, como en aquellos tiempos…
Confieso que en el parqueo de la feria y en la carretera en automático busqué carros con rótulos de constructoras para ver si le estaban pagando favores a alguien…