Empleo público, verdades a medias

Cuaderno de Vida

Gustavo Elizondo Fallas

Una verdad a medias es la mentira más cobarde.
Mark Twain

Gustavo Elizondo

Con la discusión de la propuesta de reforma al Empleo Público que se discute en la Comisión de Gobierno y Administración de la Asamblea Legislativa, se han dicho verdades a medias que pretenden manipular a la opinión pública y confundir a los diputados para llevarlos a bloquear un análisis profundo que debe ser la característica que debe privar en las personas que elige el pueblo cada 4 años para legislar por el bien de las grandes mayorías; soy optimista que esto sea así (se pueden ahorrar sus risas, no sean choteros).

Lo primero es tratar de defenestrar el papel que tiene el empleo público en el desarrollo del país; requerimos un estado eficiente y con buen músculo que permita facilitar y amparar las otras actividades de la sociedad; se requiere un sector salud fuerte que permita enfrentar las amenazas a la salubridad pública y garantizar una población sana, como hasta ahora se ha hecho con la pandemia; ocupamos una fuerza pública capacitada y con equipos adecuados para enfrentar los tentáculos del narcotráfico y la delincuencia común, de manera de que la ciudadanía pueda desarrollar sus actividades laborales, familiares y empresariales con tranquilidad; ni que decir de la importancia de un sector educativo donde existan docentes bien capacitados, con infraestructura y con herramientas que permitan la formación de una fuerza laboral, intelectual y emprendedora que influya en acelerar y consolidar el desarrollo del país. En su gran mayoría, porque sobreviven algunos elefantes blancos que poco o nada agregan al colectivo, las actividades del sector público deben seguir cumpliendo ese papel de contribuir al desarrollo de los demás sectores. Ni que decir de aduanas, agricultura, ambiente, energía y por supuesto, instituciones de apoyo a los grupos más desposeídos como IMAS y BANHI.

Otra mal intencionada verdad a medias, no todos los burócratas son ineficientes y no todos ellos tienen salarios desproporcionados; en especial en el gobierno central los salarios están dentro de la normalidad; de esa eficiencia soy testigo cercano en una institución de la cual soy miembro ad hoc de la Junta Directiva, lo que me ha permitido conocer el trabajo eficiente y la entrega de su personal, me refiero a FONAFIFO.

Nos vamos ahora del lado de medias verdades que difunden los sindicatos y grupos que defienden su status quo y que pretenden que se consolide aquella frase de que “todos somos iguales, pero existen algunos que son más iguales que otros”, con un agravante, ¡que feo se ve cuando mi criterio, con tal de favorecerme, pierde objetividad y acude a trampas en un análisis torcido, afirmando que no existen prebendas y salarios que se salen de la lógica de la equidad!; por supuesto que existen, más que demostrado como un chofer de maquinaria de una Municipalidad tan pobre como Juan Cacho, el personaje de Mi tía Panchita, posiblemente con un estudio mínimo de primaria, aclaro ese no es el pecado, llega a percibir un salario incluso superior al presidente de la República o una secretaria con la “delicada” responsabilidad de levantar una acta cada 15 días, gana más que nuestro Ministro de Hacienda, que bien o mal, tiene esa gran responsabilidad de llevar en sus hombros las decisiones económicas que afectan a toda la población.

Con sus verdades a medias, las autoridades universitarias se contradicen, lejos de valorar el perfil profesional de sus colaboradores, no han tenido despacho de mantener un régimen salarial que lleva a un regulador del tránsito dentro del campus a un salario superior a los 2 millones de colones, ahí mismo donde la cátedra prepara excelentes profesionales que no ven en los puestos que aspiran, luego de sacrificarse en sus carreras, ese salario que recibe el que se encarga de que los vehículos se estacionen bien frente a las facultades donde estudian.

La última verdad manoseada es la que proviene de algunos economistas que se cobijan en escuelas de distintos campus, afirmar que el proyecto de Empleo público afecta la reactivación económica porque al reducirle los pluses salariales al sector público, se baja su poder de adquisición, ¡qué poca capacidad de análisis!, ¡qué poca consideración para el resto de la sociedad que debe contribuir con sus impuestos para que esto sea así, para que el burócrata pueda gastar más! Para reactivar la economía doméstica y se eleven los niveles adquisitivos, lo que se debe promover es el empleo, la posibilidad de muchos costarricenses desempleados que están muy lejos de ingreso que percibe el chofer de Talamanca o la secretaria de Matina; si para seguir pagando a estos últimos sus pluses el país se debe endeudar más con altas tasas, las empresas no tendrán recursos crediticios a su alcance y no van a poder ampliar o mantener a sus trabajadores, así nunca se reactivará la economía; este pensamiento de estos economistas de escritorio fue el que llevó a OA a impulsar aquel famosos plan escudo, del que todavía no nos recuperamos: para enfrentar la crisis: abramos muchas plazas en el sector público, aunque no aporten a su eficiencia. Al igual que el expresidente, muchos gobiernos en su afán de asegurar votos futuros o por simple populismo, abrieron las tuberías del erario, para ceder en prebendas y abusos salariales bajo el cuento de las convenciones colectivas, sin considerar a cambio eficiencia, más que un solo indicador como decía uno de mis profesores, el reconocimiento de las “horas nalga”

Para cerrar, no es que se culpe solo al sector público del déficit fiscal, este problema es multifactorial, pero en miras a una mayor equidad de la sociedad y de la misma planilla estatal, debemos nivelar la cancha; en este momento, al igual que en las famosas mejengas que hacíamos carajillos en un potrero muy desnivelado, unos van pa’bajo y otros van pa’rriba, entonces estos últimos deben batallar más para poder llevar la bola hasta el marco rival; tratemos de jugar todos en la cancha bien nivelada del Estadio Nacional, ya es hora.

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Un comentario

  1. Si bien es cierto, toda política debe ser revisada para ajustarla, lo que se pretende satanizando al empleado público, es degradarlo, eliminar todo atractivo y destruir clase media. Al mismo tiempo se afecta el salario del empleo privado, una carambola nefasta.

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