¡Yupi!

Pandemia

Yayo Vicente

No debemos expresarnos con júbilo, todavía no…, nada de ¡YUPI! La vacuna es la luz al final del túnel, pero debemos hacer un largo recorrido para llegar a la luz y eso puede durar muchos meses, así que, paciencia. La paciencia es una virtud que no la venden en las boticas, pero es paciencia lo que ocupamos y vamos a necesitarla en los próximos meses. No es razonable nadar tanto para ahogarse en la orilla.

Costa Rica se adelantó en la compra de vacunas, una medida previsora. El asunto es que las entregas están siendo a cuentagotas. Las primeras casas fabricantes están ubicadas en los países desarrollados y éstos están haciendo una fuerte presión y acaparando el necesario insumo. Los fabricantes hacen lo que pueden para aumentar la producción y cumplir con todos sus clientes. Nunca antes el mundo había requerido un biológico para todos sus habitantes en tan corto tiempo.

Las vacunas son el mecanismo artificial para enseñarle al sistema inmunológico a defenderse sin enfermar. El natural, es enfermarnos y sobrevivir. Antes de contar con las vacunas antiCOVID, hablamos mucho sobre la “inmunidad de rebaño” y cuánta gente tendría que enfermar para conseguirla de manera natural, los números no dan por esa vía, pues la cantidad de muertos no permiten siquiera pensarlo.

Con la vacuna también es necesario alcanzar la “inmunidad de rebaño” (60% a 70% o más de la población). Nuestro sistema sanitario está en capacidad de vacunar a más de 300 mil personas por semana, pero…¡NO HAY VACUNAS!, no en la cantidad requerida. Ojalá las entregas se acomoden a nuestras necesidades. Mientras tanto todas las medidas que hemos implementado para protegernos, deben continuarse.

Para no arriesgarnos, no enfermarnos y no morirnos, tomamos medidas y esas medidas deben ser pagadas. No fueron cualquier cosa, contrarrestar la habilidad del virus SAR-CoV-2, para afectarle su circulación (el traslado de un lugar a otro) y la “dosis infectante” (número de partículas necesarias para enfermar), fue contra la naturaleza social de nuestra propia especie.

Esas medidas, todas sumadas, han hecho su trabajo. El costo emocional, social y económico, ha sido elevadísimo, pero los resultados gratos y formidables. Si hubiéramos dejado que la pandemia siguiera su curso natural, sin aplicar esos frenos llenos de sacrificio, hoy los panteones estarían saturados. ¡PERO!, las medidas no son específicas para el COVID-19 y por eso se pararon a muchos otros patógenos.

Existen más razones para seguir con las medidas de precaución, aún después de vacunar y alcanzar la “inmunidad de rebaño”. Antes de volver a bailar, abrazar y hacer todas las cosas de una especie gregaria o social, debemos pagar el “peaje”.

La pandemia y el aprendizaje

La pandemia ha provocado una crisis sin precedentes en todos los campos. En la educación, se eliminaron las actividades presenciales, que fueron reemplazadas con aprendizaje a distancia, algunas veces exitosas y otras no tanto. Imposible esperar que el país estaba preparado para un cambio radical, por lo que hubo que improvisar, detectar la brecha digital, correr a mejorar la cobertura de INTERNET, capacitar al personal docente…

Al esfuerzo en adaptación de los procesos educativos, ajustes de metodología, reorganización curricular, diseño de materiales y diversificación de los medios, formatos y plataformas de trabajo, también se han asegurado condiciones materiales a los estudiantes y sus familias, como: la distribución de alimentos, productos sanitarios y materiales escolares. Se pusieron en práctica mecanismos para que el cierre de las escuelas no afectara la alimentación y la nutrición de la población estudiantil, especialmente en los sectores más vulnerables.

Las medidas de confinamiento conllevan, para mucha gente, pasar más tiempo en condiciones de hacinamiento, lo que no es bueno para la salud mental, además del aumento de la exposición a situaciones de violencias hacia niñas, niños y adolescentes.

Las emergencias se caracterizan por impactos diferenciados, según el sexo. Para las mujeres y niñas, el confinamiento aumenta la carga de trabajo no remunerado que, a su vez, le resta tiempo para el estudio. Usualmente las mujeres realizan tres veces más trabajo no remunerado que los hombres. Con la pandemia, ese factor se profundizó aún más.

Posiblemente, la menor exposición para aprender a socializar, será una terrible consecuencia que veremos en la inmediatez, cuando comience la educación presencial y veamos a personas menores de edad, torpes en sus relaciones sociales, los demás efectos los observaremos con mayor claridad con el transcurrir de los años. Las personas menores de edad, son más necesitadas que cualquier otro grupo etario, de interactuar. El comportamiento social saludable es indispensable para la convivencia, se aprende y durante la pandemia dejaron de aprender.

Lo que no vemos

Nos bañamos a diario, nos peinamos, nos ponemos desodorante, perfume y una mudada limpia. Luego de hacer las necesidades, nos limpiamos y lavamos las manos. Aún con todos esos buenos hábitos de aseo, los científicos creen que cada uno de nosotros convive con 1.000 millones de millones de integrantes de un mundo microscópico que no vemos. Algunos, aunque diminutos, son complejos animalitos que viven de las células muertas de nuestra piel y ellos a su vez viven con otro mundillo microscópico.

Ese microuniverso que en nuestra manía de clasificar todo, contiene ácaros, bacterias, hongos y partículas virales (que no son seres vivos, pero se replican de manera fantástica). Las bacterias en nuestro largo intestino, nos permiten extraer los nutrientes de los alimentos, lo mismo sucede con otros orificios, una situación de “ganar-ganar”, cuando todo está en equilibrio.

En una persona sana, sus músculos, sangre y órganos son estériles, para ello el organismo cuenta con una nutrida defensa que evita que los habitantes indeseables del mundo exterior, colonicen algunas partes del delicado mundo interior.

Algunos de los mecanismos son indiscriminados. La piel protege a los músculos, contra todo: bueno, malo o regular (la verdad, para el músculo, todo es malo). El músculo debe estar estéril y la piel lo protege indiscutiblemente. Otros mecanismos son terriblemente específicos, solo funcionan contra un invasor en particular, son las “defensas” o anticuerpos. Igual que una llave solo funciona en una cerradura, los anticuerpos solo funcionan contra un patógeno (existen pocas y raras excepciones).

El sistema inmunológico necesita aprender, para ello exponerse a los gérmenes ambientales o con vacunas. El micromundo que tienen los mismos habitantes de una casa, suele estar constituido de manera semejante, esta verdad incluye hasta a los perros de la familia.

Cuando nos trasladamos a grandes distancias, es posible que nuestro organismo no conozca a algunos gérmenes y nos enfermamos durante el viaje. Por eso, cuando vamos a otros países, nos dicen: lávese las manos con frecuencia, no tome agua del tubo en ese país, no coma nada que no esté cocinado, no compre comida callejera; útiles consejos para no enfermar mientras conocemos parajes nuevos y exóticos.

La humanidad hasta muy recientemente comienza a conocer ese mundo invisible, con amigos y enemigos. Tras la peste negra, algunos médicos convencieron al pueblo que la infección se contraía por bañarse y lavarse en exceso. Como resultado, la gente empezó a lavarse tan poco como fuera posible y las cosas empeoraron. Desde entonces, hemos aprendido bastante y seguimos descubriendo las maravillas de ese ecosistema invisible y tan importante.

Cuando termine la pandemia

Cuando termine la pandemia, será como viajar. Nuestro sistema inmunológico también se pausó, lo obligamos a tomar vacaciones y dejó de aprender. Durante el “encierro”, nos hemos resfriado menos, casi no hemos pasado gripes, es posible que estemos experimentando más enfermedades alérgicas: rinitis, asma y salpullidos.

Igual que tomamos precauciones al viajar a algunos sitios, es aconsejable hacer lo mismo una vez concluida la pandemia: lavar manos con frecuencia, utilizar mascarilla, guardar distancia física y todo lo que nos han enseñado. Paciencia!!, hay que pagar el peaje por haber sobrevivido y debemos darle tiempo y oportunidad a nuestro cuerpo para que aprenda a convivir en un mundo “nuevo”.

PANDEMIA. El fenómeno salud-enfermedad, es complejo y cuando se escala a una población, se le suman infinidad de nuevas variables, haciéndose todavía más intricado. Poner en palabras simples lo que todavía no termino de comprender, ha sido mi reto durante la pandemia.

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3 comentarios

  1. Gustavo Elizondo

    ¡Qué enriquecedor artículo! mi estimado Yayo, adaptado tanto para conocedores como para néofitos (me incluyo aquí), de lectura obligatoria, excelente.

  2. Gustavo, muchas gracias por sacar el rato para leerme. Un honor tener lectores de tu talento.

  3. Gustavo Elizondo

    Todo lo contrario Yayo, vieras como presumo de ser su amigo, lo mismo que de Guido, Carlos Revilla, Carlos Manuel Echeverría, como dicen los jóvenes, «puras tejas».

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