Por Silvia Kusidlo (dpa)
Por aquí, un fragmento de una vasija romana, por allí, una moneda de cientos de años de antigüedad. El Támesis, que serpentea majestuoso a través de Londres, invita en sus orillas a los observadores más atentos a realizar un viaje en el tiempo.
«Mudlarking» se llama la tendencia en el Reino Unido, que tiene cada vez más seguidores. En plena capital británica, el lodo del Támesis es revisado en busca de pequeños tesoros y, una y otra vez, la búsqueda termina en un hallazgo.
«El Támesis era ya en la época de los romanos un gran basural. Lo que no se necesitaba más, se tiraba al río», explica durante una visita guiada la arqueóloga Vanessa Bunton de la organización sin fines de lucro Thames Explorer Trust.
Debido a las mareas, los residuos de los antiguos habitantes de Londres son revueltos en el fondo del río y arrastrados a la orilla. Entre ellos hay, por ejemplo, objetos de la Edad Media y de la época victoriana, cuando la revolución industrial ya mostraba sus consecuencias.
Lo más habitual es encontrar pipas de arcilla que se vendían hace cientos de años con tabaco. Después de fumar, se tiraban. Por eso algunos las consideran precursoras de los cigarrillos.
«El tabaco venía de América y al principio era muy caro. Por eso, las pipas en un principio eran bien pequeñas y más adelante se volvieron más grandes», explica Bunton en la visita guiada de dos horas de duración.
A veces, se encuentran pipas completas. En la orilla hay grandes cantidades de fragmentos de ellas. «Los trabajadores cortaban junto al Támesis los mangos largos para poder trabajar mejor».
En los siglos pasados, no solo se fumaba mucho sino que también se bebía mucho, relata Bunton. «Esto proviene de una botella de vidrio verde oscuro y tiene entre 300 y 350 años de antigüedad», dice tras un breve vistazo a los muchos fragmentos de cristal que se ven en la ribera.
De inmediato, los participantes en la visita guiada muestran a la experta otras piezas halladas, entre ellas numerosos huesos. Se trata de huesos de animales, de los cuales las personas en otras épocas sacaban el tuétano y se lo comían.
Hablando de huesos: la semana pasada, según Bunton, una colega halló en la orilla un hueso humano. «Se arruinó el día. Tuvo que informar del hallazgo a la policía y estuvo durante horas allí».
El «mudlarking» se rige por reglas muy estrictas. Solo se puede levantar lo que se descubre a simple vista. Cavar está prohibido. Y solo quien tenga un permiso de las autoridades portuarias puede quedarse con la pieza hallada. Pero las que son especialmente valiosas siempre deben informarse al Museo de Londres.
Expertos como la arqueóloga Bunton ofrecen visitas guiadas en pequeños grupos. Quien quiera participar, necesita un calzado robusto y guantes de un solo uso para protegerse de los gérmenes patógenos que puede haber en el agua.
También en el entorno del Támesis, que antes era más ancho, y en sus afluentes, que en parte son subterráneos, los expertos encuentran mucho material histórico. Sobre todo cuando se realizan obras, aparece el Londinium romano, que era como se llamaba Londres.
Así, por ejemplo, la central europea de la empresa mediática estadounidense Bloomberg está sobre ruinas romanas.
Durante las excavaciones para el edificio en el barrio financiero, los arqueólogos recuperaron más de 14.000 objetos como zapatos de cuero y más de 400 pizarras de madera manuscritas, entre ellas un pagaré de 2.000 años de antigüedad.
Unos 600 objetos hallados en el río se exponen en el mismo edificio. Debido a las condiciones de humedad del lodo del suelo se preservaron «extraordinariamente bien», dice la experta Sophie Jackson, del Museo de Arqueología de Londres.
La mayoría de los «mudlarker» no experimenta hallazgos tan extraordinarios, pero encuentran cosas fascinantes. ¿Cuál es el mejor hallazgo que la arqueóloga Bunton realizó hasta ahora en las márgenes del Támesis? «Un mango de cuchillo hecho del hueso de un ternero», dice.
Bunton agrega que también le gusta el «mudlarking» porque de esta forma se regenera el Támesis. «Por ejemplo, vuelve a haber focas». La época del «Gran Hedor» quedó atrás hace tiempo, asegura. Así llaman los británicos al caluroso verano de 1858: en aquel entonces el olor de los muchos desagües que entonces se vaciaban en el río fue insoportable.
El «mudlarking» nació en el siglo XVIII, cuando niños pobres buscaban en las riberas leña y sogas. Con el paso del tiempo se convirtió en un pasatiempo popular, que volvió a tener un empujón a raíz de una publicación.
La escritora Lara Maiklem escribió el libro «Mudlarking», que se convirtió en bestseller y recibió numerosos premios en el Reino Unido.
Maiklem busca desde hace 15 años cosas extraordinarias en el lodo del Támesis. Sus hallazgos van desde anillos romanos hasta un cráneo de 300 años de antigüedad al que llama «Fred» y que ahora está siendo analizado por forenses.
dpa