Raúl Rivas González, Universidad de Salamanca
Contemplando ensimismados “La gioconda” de Leonardo Da Vinci, “Los girasoles” de Van Gogh o cualquier otra obra pictórica de siglos pasados, ¿podemos considerar que es el mismo cuadro que creó el pintor? Es probable que no. Con el paso de los años, las pinturas cambian. El transcurso inexorable del tiempo las modifica para siempre.
Algunos de estos cambios vienen dados por los procesos de reducción y oxidación que sufren los metales que forman parte de los pigmentos utilizados por los artistas. Por ejemplo, el albayalde (blanco de plomo) en presencia de azufre forma sulfuro de plomo, que es de color negro.
Los colores de Van Gogh
Entre los casos más característicos, tropezamos con la inconmensurable obra de Vincent van Gogh, pintor neerlandés y uno de los máximos exponentes del postimpresionismo. Las pinturas de Van Gogh son fantásticas, y los colores llamativos y vibrantes que exhiben tienen la capacidad de atraer a una audiencia variopinta y provocar el deleite de los admiradores. Sin embargo, muchos de los colores utilizados en sus obras han cambiado drásticamente con el tiempo. Principalmente debido a la exposición a la luz. Varias de las alteraciones pueden ser atribuidas al amarilleo sufrido por el barniz al envejecer. Otras, sin embargo, están claramente causadas por la degradación de los pigmentos.
La obra de Van Gogh es excelsa y extensa, pero quizás entre las pinturas más conocidas, se encuentran la serie de óleos de “Los girasoles”. Parece ser que los primeros cuadros de la serie fueron pintados para decorar el dormitorio de su amigo Paul Gauguin.
La creación de esta magnífica obra fue posible por el empleo de los nuevos pigmentos desarrollados durante el siglo XIX, en concreto del amarillo de cromo, que dotaba a los girasoles de un increíble amarillo luminoso.
No obstante, en la actualidad las pinturas no presentan ese amarillo intenso, sino más bien un tono ambiguo y delicioso a medio camino entre el amarillo y el marrón. La teoría más aceptada es que se han producido cambios químicos en el pigmento amarillo de cromo por la exposición a rayos ultravioleta.
El oscurecimiento de los pigmentos es causado por la reducción del cromo de Cr (VI) a Cr (III). Así, el oscurecimiento del amarillo de otras dos pinturas de Van Gogh, “Vista del Arlés con Lirios” (1888) y “Ribera del Sena” (1887), podrían ser explicadas por el mismo fenómeno.
La explicación científica a su predilección por el amarillo
De todas formas, parece evidente que Van Gogh sentía predilección por el color amarillo, manifestándolo en gran parte de su obra, incluidas pinturas como “La casa amarilla”, “Terraza de café por la noche” o “La avenida de los Alyscamps” entre otras.
La incuestionable predilección del pintor por el color amarillo ha sido relacionada con una intoxicación por digital (Digitalis purpurea), que era utilizada en medicina para tratar diversas patologías. En la época de Van Gogh, la digital era empleada para tratar las crisis maniacodepresivas. El pintor la consumía habitualmente en un intento de paliar los ataques que azoraban su cuerpo y mente, ya que se le atribuían propiedades sedantes y antiepilépticas.
Desafortunadamente, los pacientes que consumían un exceso de digital desarrollaban xantopsia, una patología que alteraba la percepción de los colores en los afectados, que tendían a ver los objetos con un tono amarillento. Vicent van Gogh veía el mundo a través de un filtro amarillo provocado por la medicina que consumía. De modo que el pintor tan solo trasladaba a los cuadros los tonos que observaba.
La digital se la suministraba a Van Gogh su médico personal, el Dr. Paul Gachet. De hecho, en el retrato que Van Gogh pinta del Dr. Gachet, el médico aparece con un ramo de digital sobre la mesa.
No obstante, el Dr. Gachet era muy consciente de los posibles efectos secundarios letales que podía ocasionar la digital. Y desaconsejaba enfáticamente el abuso de la droga, que podía producir síncope al disminuir los latidos del corazón y causar la parálisis del órgano.
Además, a pesar del predominio de los tonos amarillos en las obras de Van Gogh, hay que reconocer que el amarillo siempre está equilibrado con el uso del azul y / o del blanco, incluso si se aplica de manera muy sutil. Con la xantopsia aguda, los blancos y los amarillos habrían sido indistinguibles para el pintor y los azules le habrían parecido verdes. De lo que se deduce que seguramente padeció la enfermedad en un grado leve.
Otras hipótesis apuntan a que es posible que el pintor sufriera glaucoma de ángulo cerrado subagudo. Esta dolencia visual explicaría los “halos” que Van Gogh pintaba en algunas de sus obras y que son evidentes en varias pinturas como “El café de noche ” o “La noche estrellada”.
Precisamente, el color amarillo vuelve a ser significativo en “La noche estrellada”. Y tanto en esta obra como en “Camino con ciprés y estrella” y en “Campo de trigo con cuervos”, el pintor fue capaz de plasmar con inusual certeza la teoría de la turbulencia de los fluidos que el matemático ruso Andréi Nikoláyevich Kolmogórov describió en 1941. Es decir, cincuenta y dos años después de que Van Gogh pintara “La noche estrellada”.
Desde luego la obra de Van Gogh sigue guardando enigmas sin resolver y ostentando una belleza extraordinaria.
Raúl Rivas González, Profesor Titular de Microbiología, Universidad de Salamanca
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