Sin Tregua
Claudio Alpízar Otoya
El insigne historiador Eric Hobsbawn consideraba que la Primera (Jul.1914-Nov.1918) y la Segunda Guerra Mundial (Set.1939-Set.1945) fueron una sola guerra. Los daños colaterales de la primera generaron la segunda, a pesar de que hubo entre ambas un periodo de entreguerras de 21 años. Hobsbawn consideró que en ese período se fortaleció una alianza “natural” de la derecha, que iba desde los conservadores tradicionales hasta el sector extremo de la patología fascista.Pues bien, para la gran crisis económica que se nos avecina y las consecuencias que tendremos que enfrentar por la pandemia del Coronavirus, se puede plantear una tesis similar, en cuanto a que la crisis económica mundial provocada por el sector financiero en 2008, de la cual aún padecemos daños colaterales sin soluciones efectivas, se unirá a esta nueva crisis y deberemos tratar a ambas como una sola crisis económica.
Durante la entre-crisis económica (2008 – 2020), en muchos países se siguieron implementando las mismas recetas para favorecer al mismo sector financiero irresponsable que ha seguido priorizando sus tesis economicistas, a pesar de la disfuncionalidad de estas con el ciudadano y los intereses de un Estado Solidario. Y el sector financiero en estos doce años ha seguido comportándose con la misma irracionalidad e irresponsabilidad que llevó a la crisis económica mundial del 2008, ayudado por un corporativismo entre los gobernantes y el influyente sector económico.
En Costa Rica, que es nuestra prioridad, nos encontramos frente a un obligado punto de inflexión en cuanto al papel del Estado: la actual crisis de salud tendrá consecuencias económicas por varios años y nos obligará a revisar su estructura, en busca de un Estado con mayor eficiencia (mejor uso de los recursos) y más eficaz (más certero en sus políticas públicas), pero siempre solidario, y de esta forma no dar oportunidad de su debilitamiento por aquellos intereses mezquinos.
Esta crisis de salud es muestra de la importancia de fortalecer a nuestro Estado en su solidaridad. Un Estado para los que lo necesitan y no para los que han abusado de él;, mediante un abuso perpetrado desde adentro y desde afuera, tanto por actores públicos y como privados.
Es el regreso a un Estado Solidario que piense en los que menos tienen y en el retorno a un país de oportunidades para todos, lo que caracterizó nuestra historia con un crecimiento incremental de la clase media partir de la década de los 40 del Siglo XX. Hoy debemos quitarle la “grasa” que lo hace lento en sus acciones y le impide ser más proactivo y eficaz en su relación con el sector privado, así como la obligación de administrar con más cuidado y solvencia los recursos con que se le dota.
También esta crisis obligará a la empresa privada a revisar su accionar y su compromiso solidario con la nación, sobre todo colaborando para que el país deje de ser el más caro de América Latina. Con un verdadero compromiso contra la elusión y la evasión de impuestos, y que la carga impositiva deje de estar sobre las espaldas de la clase media costarricenses. La crisis obligará a bajar tarifas de alquileres, precios de alimentos, artículos y servicios. La crisis durante y post coronavirus obligará al sector privado a poner de nuevo sus ojos sobre la importancia del consumo y la demanda interna para la reactivación económica, con los costarricenses como su primer mercado cautivo.
El Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo también deberán volverse hacia el mercado de consumo interno, sobre todo hacia las zonas rurales y del agro, que por décadas dejaron de ser atractivo importante para los gobernantes de turno. Pero hoy, con la amenaza de escasez de alimentos y del desempleo, que ya estaba alto, solo por debajo de Venezuela, urge “resucitar” al Consejo Nacional de Producción -reestructurado, actualizado con funciones acordes a la época- puesto que se hace fundamental para en el desarrollo de políticas agropecuarias y la seguridad alimentaria de los costarricenses.
No es que el mundo será otro a partir del COVID19; no, es que ya lo es. El requerimiento de un Estado Solidario nos lleva a fortalecer las funciones del Estado costarricense desde sus actividades propias, hasta la importancia de las alianzas públicas-privadas tan satanizadas, sobre todo por el tema de corrupción, así como una reforma administrativa que haga más eficiente y eficaz al sector público, más allá de la lucha planteada por algunos políticos y sectores interesados en precarizar sus salarios, pues lo importante es la calidad y la valoración que los costarricenses hacen de los servicios que reciben.
Por la disminución en la calidad y la tardanza en los servicios, muchos costarricenses de clase media migraron a servicios privados, lo que representa una doble carga para ellos, puesto que colaboran en mantener los servicios públicos y además pagan por servicios privados. Una crisis como la que se avecina obligará a muchos costarricenses a retornar a los servicios públicos de educación y salud, con su reincorporación pondrán a prueba las capacidades del Estado actual.
Recientemente, el primero de abril del 2020, Martin Wolf, jefe de economía del Financial Times, advirtió de una crisis de décadas post coronavirus, hablando de una catástrofe y de grandes desafíos, sobre todo del desafío ético de los gobernantes y los grupos financieros. Ya lo había advertido Wolf en su libro la “Gran Crisis: Cambios y Consecuencias”, en el que describió la crisis provocada en el 2008 por grupos financieros irresponsables, que luego recibieron dinero gratis de los bancos centrales para su recuperación. Pero igual que en el 2008, cuando no fueron generosos con sus deudores, hoy tampoco lo quieren ser; para ejemplo su apego a tasas de interés de usura en los créditos.
En el 2008 estos sectores financieros le apostaron a dejar crecer el déficit fiscal porque lo veían como un amortiguador necesario para una política monetaria expansiva de la que se beneficiaban y ahí estuvieron muy de acuerdo junto con sectores empresariales poderosos. Sintiéndose recuperados de nuevo la emprendieron contra el sector público y el Estado, al que acusan como único gran culpable de ese aumento del déficit fiscal, al que en su momento aplaudieron como necesario.
En aquel momento por oportunismo para evitar una depresión, hoy también lo promoverán porque saben que el Estado, o el gobierno, siempre deberá responder a lo que sucede en el sector privado durante una crisis fuerte. De nuevo cambiarán de discurso y pedirán al gobierno, a la inversa de lo que venían haciendo hace apenas unas semanas, “más estímulo y menos austeridad”; inclusive serán promotores de suspender su “santificada” regla fiscal.
La crisis post coronavirus nos abraza en el momento de más desconfianza con el Presidente de la República Carlos Alvarado, muy comprometido con las ideas de esos grupos financieros. El Presidente, en dos años no ha demostrado ninguna capacidad para la reactivación económica y todo lo contrario, solo pensó en atacar al sector público y en más impuestos. Inclusive lo quiso intentar de nuevo en la actual crisis, pero no olvidemos que cuando mayor es la pérdida de credibilidad mayores son la desconfianza, las tensiones y por ende las opciones de un fracaso para enfrentar una crisis que al final de cuentas nos afectará a todos.
Posterior a la crisis del 2008, y desde el 2011 -según el FMI- el 80% de las economías emergentes se han ralentizado, y entre ellas estamos nosotros. En esas circunstancias, y con una debilísima gestión política en gobierno, nos tocará de nuevo enfrentar una crisis a partir de este 2020; de ahí mi tesis de que nos enfrentamos a una crisis económica que empezó en el 2008 y que se acentuará a partir de ya.
Estamos ante una buena oportunidad para demostrar que la más preocupante de las deudas no es la pública, que tiene obsesionados a muchos gobernantes e influyentes empresarios. La más preocupante es la deuda privada promovida por los sectores financieros, y eso está saliendo a flote en estos momentos.
Enfrentarán entonces una responsabilidad política mayúscula quienes nos gobiernan y nos gobernarán en los próximos años, mucho mayor que la responsabilidad económica puesto que no solamente está en juego la sociedad, la recuperación y el fortalecimiento del Estado Solidario, sino que además está sobre el tapete la credibilidad de los costarricenses en la democracia, ya de por sí hartos de posturas irracionales tanto de izquierda como de derecha.