Antártica 2020 y la salud del pulmón del océano

Mauricio Ramírez Núñez

Los hielos polares se reducen cada vez más

La salud del planeta no está bien. Cada año que pasa, el impacto de la actividad económica de la humanidad sobre el medio ambiente es más evidente y nociva, entre más demanda y crecimiento de las grandes industrias globales, mayor la presión contra la tierra y sus recursos naturales, considerados como simples materias primas que nunca se fueran a acabar. El resultado inmediato de esta irracionalidad es la degradación climática, misma que nos está haciendo presenciar ya la extinción de especies, cambios de temperatura extremos en diversas partes del mundo, el derretimiento de los polos, incendios masivos por un lado (la Amazonía y Australia son ejemplo de ello) e inundaciones por otro.

Frente a esta realidad, existe una región del planeta que no se queda atrás respecto al impacto negativo del calentamiento global y sus peligros, la Antártida. Ubicada en el extremo sur del planeta tierra, es un continente más grande que Oceanía y con alrededor del 98% de todo su territorio cubierto por hielo. Tiene una historia realmente interesante y profunda, guarda secretos y detalles que apasiona a científicos e investigadores de todo el mundo, así como a potencias mundiales, que desde hace muchos años estudian este continente con detalle y lo exploran. Se han construido muchos relatos sobre este tema, incluso, durante la época de la Segunda Guerra Mundial, se decía que los nazis habían construido una base militar en la Antártida, lo que generó una ola de exploraciones soviéticas y norteamericanas a la zona.

Hoy, en pleno siglo XXI, la Antártida toma un rol protagónico en lo que al cuidado de la salud del planeta se refiere, pero para que pueda cumplir con su función, requiere estar en su estado óptimo. Es aquí donde las alarmas comienzan a encenderse. La comunidad científica internacional ha empezado a preocuparse debido a situaciones como que, en el año 2015, la temperatura ahí alcanzó los 17,5 grados, la más alta nunca registrada, para el verano del 2017, un bloque de hielo de 5000 kilómetros cuadrados perteneciente a la famosa plataforma de Larsen C se desprendió del continente, precisamente cerca de la costa noreste de la Península Antártica, donde según expertos se ubica una las zonas con mayor calentamiento del planeta.

Según National Geographic, el creciente y rápido deterioro de la Antártida no cesa: “El flanco oeste de la Península Antártica se está calentando varias veces más rápido que el resto del planeta. El 90% de sus 674 glaciares están en retroceso en la actualidad. También esta aumentando el número de icebergs en el mar como este en la bahía de Andvord…En la Antártida Oriental, investigadores australianos investigan las grietas del glaciar Totten, otro que ha empezado a parecer vulnerable”.

Resulta más que evidente la necesidad de unir esfuerzos no solo a nivel local sino también global en torno a la lucha para salvar del colapso absoluto este continente tan importante para el equilibrio de la vida en el planeta. Debido a las fuerzas que mueven el mundo de hoy, más allá del criterio y la batalla que dan los científicos, es menester consolidar redes ciudadanas y políticas con liderazgos que sean reconocidos internacionalmente, que contribuyan ejerciendo presión sobre gobiernos e industria para detonar los cambios necesarios que permitan detener de alguna manera el destino al que estamos condenando todas estas regiones estratégicas del planeta.

Sobre esta misma línea de pensamiento es que han nacido grupos que reúnen a líderes de talla y gran peso mundial, reconocidos por su profunda conciencia sobre la situación planetaria actual y por su activismo en favor del ambiente y en contra del cambio climático. Poco a poco han venido uniendo esfuerzos y recursos para trabajar en conjunto por una causa común; preservar la Antártida que es el pulmón del océano.

Este es el caso del grupo Antártica 2020, formado por empresarios responsables, deportistas, científicos y líderes políticos globales que desde hace ya algunos años vienen trabajando en la creación de una red de apoyo en todo el mundo con el fin de brindar protección de más de 7 millones de kilómetros cuadrados del Océano Austral para el presente año 2020, mediante el establecimiento de una red de áreas marinas protegidas a gran escala en la región. Parte de esta misión, pasa por “construir un liderazgo de alto nivel, cooperación multilateral y esfuerzos diplomáticos sostenidos para garantizar que se tomen medidas para proteger el Océano Austral, el mayor océano salvaje que queda en el mundo. Esta protección salvaguardará la preciosa vida marina de la Antártida, generará resiliencia global a los efectos del cambio climático y creará un legado ambiental que beneficiará a la humanidad por generaciones”.

Pero ¿cuáles son los líderes globales que integran este ejemplar esfuerzo? entre ellos están Viacheslav Alexandrovich “Slava” Fetisov, quien es actualmente miembro en funciones de la Duma Estatal de Rusia, uno de los dos órganos que componen la Asamblea Federal Rusa. El expresidente costarricense José María Figueres Olsen es otro de los miembros de este equipo de trabajo, que además ha sido copresidente de la Comisión Global del Océano, cofundador de la organización Ocean Unite, fue presidente de LEAD (Liderazgo para el Medio Ambiente y el Desarrollo), así como de la agencia de pequeñas empresas FUNDES Internacional, también ha sido director del Instituto de Recursos Mundiales (WRI), el Instituto del Medio Ambiente de Estocolmo y fue presidente de la organización Carbon War Room.

Por otro lado se encuentra el famoso nadador y defensor de los océanos Lewis Pugh, Geneviève Pons, participante nombrada directora de la Oficina Europea del Instituto Jacques Delors y directora honoraria de la Comisión Europea. La oceanógrafa Sylvia Earle es miembro activo y destacada por la revista Time como primer héroe para el planeta, Robert Hill, profesor, embajador de Australia ante las Naciones Unidas y ex ministro de ambiente y defensa de ese país es parte del equipo junto con Amaro gómez y Pascal Lamy, el primero reconocido periodista chileno, y Pascal, ex asesor del Ministro de Hacienda, Jacques Delors, y luego del Primer Ministro Pierre Mauroy.

Este equipo de lujo la semana anterior estuvo de visita en la Antártida y esta semana se encuentra en Bruselas, sede de la Unión Europea en una serie de reuniones para buscar declarar más áreas protegidas marinas que permitan la reproducción de especies, bajar las emisiones de carbono así como frenar el deshielo de la dicho continente. La labor del ex presidente José María Figueres en este proceso, liderando a nivel internacional todo este trabajo en equipo es digna de admiración y reconocimiento, un orgullo para Costa Rica, país que es visto como uno que lucha por el medio ambiente, que busca la carbono neutralidad, produce energías limpias y entiende hacia dónde van las cosas.

La labor es ardua, esa tarea de crear conciencia sobre la importancia de tomar acciones en cada país, a nivel personal y como humanidad para frenar el camino a la extinción no es sencilla, cada vez hay más generaciones que lo empiezan a entender, pero no basta. El nuevo mundo multipolar en el que estos líderes navegan y del que más apoyo tienen, parece estar dando pasos en la dirección correcta; es uno donde las energías renovables, la reducción de la contaminación, así como del uso de plásticos y la lucha contra el viejo mundo del carbón, es la estrella que guía sus rutas de cara hacia el futuro del planeta y el bienestar de la humanidad.

El Planeta exige pasar de la coquetería verbal a los hechos concretos y contundentes, requiere de liderazgos como estos, que construyan en conjunto con la ciudadanía global las propuestas que se convertirán en acciones claras que permitan enrumbar por puerto seguro esta batalla en la defensa de la vida misma, que necesariamente pasa por salvar regiones como la Antártida, los océanos y en presionar para hacer cambios a un modelo económico que no escatima en seguir devorando irresponsablemente los recursos menguantes para alimentar una ambición irresponsable que parece no querer ser saciada.

Profesor de Relaciones Internacionales

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