Monólogos con Pelé *
Lina Barrantes Castegnaro
Un señor, que no conoce a Oscar Arias, decide con una inmensa imaginación, acusarlo de organizar a funcionarios públicos, para cometer un delito. Un delito, que no le beneficia a Oscar Arias. Un delito que no le beneficia a nadie cercano a Oscar Arias.
La acusación de la fiscalía es risible. Pensar que luego de más de 40 años de una carrera política intachable como funcionario público (habiendo sido Ministro dos períodos, Diputado uno, Presidente dos períodos) un individuo organice una red delincuencial, solo por el placer de organizarla, es de las cosas más disparatadas que he escuchado.
Pero es aún más disparatada la temeraria acusación cuando uno conoce al personaje.
Todos tenemos diferentes destrezas en la vida. La capacidad de conspirar, no es una de las que tiene Oscar Arias. Ni para bien, ni para mal (por que ojo: ¡se puede conspirar para bien!). Oscar no tiene la capacidad de diseñar una estrategia que lo conduzca a un resultado deseado: es un hombre instintivo, no un estratega. Años atrás, un amigo común decía que él nunca jugaría futbol con Oscar por que nunca se sabe por dónde va a patear. Patea por donde su instinto en el momento preciso le indique, y eso sí, tiene un olfato y un instinto que no le conozco a nadie más. Sus tiros, han sido acertados siempre, porque su instinto es poderoso, pero no anticipables. Cuando está en política activa, siempre necesita tener estrategas a su alrededor, porque el no planea estrategias.
Lo he oído decir por años que en política no hay enemigos, que hay adversarios. El resultado de esa creencia, es que no ha utilizado el poder para perseguir a quienes están en la acera del frente, pero por algo muy profundo: porque no son sus enemigos.
En mi opinión Oscar Arias es un poco de todo. Tiene poca capacidad para vacilar, le cuesta entender los chistes. Es muy primera lectura de lo que le dicen. Extremadamente inteligente y con ideas muy fijas, lo cual garantiza su éxito en las metas que se propone. Oscar amanece contando chistes sin contarlos, cantando sin cantar.
Le gusta la poesía: declama de memoria a muchísimos poetas. Le gusta la historia: cuenta anécdotas históricas como si fueran cuentos.
Recuerdo las noches en su casa, hace 25 años, con Pigo Maffioli, sentado al piano. Es generoso, le gusta tener su casa llena de gente. Le gusta que sus invitados disfruten en su casa, y le gusta disfrutar con ellos. Le encanta hablar con jóvenes. Ve a sus hijos con profunda admiración.
Es muy incauto, fácilmente pueden “cuentearlo”. Cosas que parecen obvias mentiras para muchos, el las cree. Además, puede hasta enojarse si se le señala que algo pueda ser sospechoso: “No se puede creer que todo el mundo es un cínico, hay que creer siempre en la humanidad. Si alguien actúa mal, es su problema. Yo no tengo por qué desconfiar de nadie.” Me ha dicho mil veces cuando mi “sospechólogo” empieza a subir.
Quienes conocemos a Oscar Arias, coincidiremos estoy segura. Coincidiremos que la acusación contra Oscar, más parece un guión de película, la trama es digna de una telenovela, no digna de una acusación penal.
Pele fue mi perro, un beagle. Durante 10 años, escuchó pacientemente las reflexiones que de vez en cuando decidí poner en blanco y negro. Por su complicidad, decidí poner este nombre a la columna.