35 años atrás…

Lina Barrantes Castegnaro

Lina Barrantes

En octubre de 1986, un joven nicaragüense de apenas 16 años derribó un avión que volaba bajito en las montañas de Nicaragua. La tripulación eran tres norteamericanos, y su misión, abastecer de armas a la contra revolución sandinista. Dos de ellos mueren y el tercero, el mercenario Hasselfus quien realizaba el trabajo de “pateador” (era el que pateaba los paquetes de armas para que cayeran en la selva nicaragüense) fue detenido y expuesto por el gobierno Sandinista. Los EU niegan categóricamente su participación en ese operativo. Afirmando, por medio de Elliot Abrams, entonces sub secretario de estado del gobierno de Reagan, que ese tipo de acciones estaban prohibidas y que el gobierno no participaba en ellas. Pronto quedaría claramente establecido que esa afirmación era falsa y que el operativo completo era alimentado por el gobierno de los Estados Unidos. Abrams mismo fue condenado por la justicia norteamericana por su participación personal en este asunto.

Ese fue el principio de lo que se llamó el Irán-Contra Gate. Años después se supo también que los aviones cargados de armas, compradas con dinero de la venta ilícita de armas a Irán, se abastecían en Centroamérica de droga para comercializarla en los Estados Unidos, en una operación planeada y financiada por la CIA.

En nuestro territorio se jugaba la última partida de la guerra fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.

Meses atrás, en Costa Rica, el Partido Liberación Nacional enfrentaba una campaña electoral difícil, en la que las encuestas daban el triunfo al adversario, la dirección de campaña del PLN, da un golpe de timón y cambia su rumbo, centrándose en un mensaje de paz. Se estructura así lo que sería el eje central de la campaña y posteriormente del gobierno.

Oscar Arias gana las elecciones, y una vez en el gobierno, enfrenta una situación muy difícil y un camino lleno de obstáculos, tanto internos como externos. Las diferencias entre la administración Arias y la Administración Reagan florecieron a menos de un mes de haber asumido el poder, y con ellas, las diferencias con grupos poderosos costarricenses. Curiosamente, los mismos grupos poderosos que habían adversado en 1856 a don Juan Rafael Mora en su lucha contra los filibusteros. Uno de los incidentes más notorios, fue el descubrimiento, por parte de Álvaro Umaña, Ministro de Medio Ambiente y de Margarita Penón, Primera Dama, de una pista de aterrizaje clandestina que operaba trayendo suministros para la Contra en Guanacaste. El presidente Arias ordena dejar de utilizarla a la embajada norteamericana y ordena su inhabilitación al Ministro de Seguridad Pública de Costa Rica, don Hernán Garrón.

A pesar de la mucha presión de la Casa Blanca, Oscar decide buscar una salida negociada del conflicto. Rodrigo Arias, Ministro de la Presidencia, viaja en compañía de Carlos Rivera, entonces vice canciller, a tratar de disminuir los niveles de hostilidad con Daniel y Humberto Ortega, en un viaje azaroso en el cual el gobierno Sandinista prohíbe a la avioneta que para el regreso, sobrevolara suelo nicaragüense.

El Pentágono intenta de todas las formas posibles, convencer a las autoridades del gobierno de que la única salida para la crisis era la guerra. El valor y la firmeza del “gabinete de cocina” constituido por Rodrigo Arias y Margarita Penón, y liderado por Oscar Arias fue enorme. Eran momentos muy difíciles para la región.

Oscar viaja con muchísima frecuencia a la Casa Blanca, comienzan las reuniones de presidentes centroamericanos, quienes por primera vez en muchos años empiezan a participar solos, sin coroneles, sin hacerse acompañar por los jefes de los ejércitos. Se va creando un ambiente de confianza, que permite que se firme el primer documento conjunto que plantea por primera vez una salida pacífica “Una hora para la Paz”. Este es el antecedente inmediato de la celebración de los 35 años del otorgamiento del Premio Nobel de la Paz que le fue entregado el 10 de diciembre al Presidente Arias. “Lo recibo como uno de los 400.000.000 de latinoamericanos que buscan en el retorno de la libertad, en la práctica de la democracia, el camino para superar tanta miseria y tanta injusticia.

Soy uno de esa América Latina de rostro marcado por profundas huellas de dolor, que recuerdan el destierro, la tortura, la prisión y la muerte de muchos de sus hombres y de sus mujeres. Soy uno de esa América Latina cuya geografía aún exhibe regímenes totalitarios que avergüenzan a la humanidad entera…

Creemos que la justicia y la paz sólo pueden prosperar juntas, nunca separadas”.

Las anteriores son algunas de mis frases preferidas de su discurso de aceptación del galardón.

Lo cual me lleva a la reflexión: ¿logramos dar ese paso en Centroamérica? ¿La promesa de la paz fue una realidad? Dar un vistazo a vuelo de pájaro por la Centroamérica de hoy nos dice que solo avanzamos un peldaño, la deuda social era entonces enorme y lo sigue siendo. Las caravanas de migrantes nos lo recuerdan. Los cientos de venezolanos en nuestras calles también. Los 200 mil solicitantes de refugio, mayoritariamente nicaragüenses, nos señalan que efectivamente, la justicia y la paz, solo pueden prosperar juntas, nunca separadas. Dicho en palabras de Oscar: “La paz es un proceso que nunca termina”.

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