Monólogos con Pelé *
Lina Barrantes Castegnaro
En 1979 yo tenía 17 años. En ese año había entrado a estudiar derecho en la Universidad de Costa Rica.
Viniendo del Liceo Franco Costarricense, la UCR no me parecía ni muy difícil, ni muy libre. ¡Nada más libre, en materia de pensamiento, que el Franco de entonces!
Pertenecía a la Juventud Liberacionista, que recién acababa de ganar por primera vez en muchos años la Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica (FEUCR)
Costa Rica, como siempre, tenía problemas con Nicaragua. Problemas que a todos los jóvenes nos enorgullecían: Nicaragua vivía la dictadura de Somoza y en nuestro país operaba toda la maquinaria revolucionaria que trataba de derrocarlo.
Todos hacíamos bromas con que la estación de radio del Frente Sandinista decía transmitir desde las montañas de Nicaragua y que sin embargo, todos sabíamos lo hacía desde Costa Rica. Todo mi mundo tenía que ver con heridos que entraban por nuestras fronteras y que eran atendidos en hospitales nacionales, o con médicos amigos de la revolución (que eran casi todos !).
Era común encontrarse a los líderes revolucionarios en cualquier lugar de San José, en reuniones, en actividades políticas.
El 19 de julio de 1979, fue un día de celebración nacional. La caída de Somoza fue celebrada en las calles de San José. La Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica, siempre, una de las más conservadoras de toda la U, cerró sus puertas autorizando a los estudiantes a salir a celebrar en las calles.
Pertenezco a esa generación que celebró con profunda alegría el triunfo del Frente Sandinista. Esa generación que contribuyó en la medida de sus posibilidades, con todo lo que pudo, a que cayera Somoza. Cantamos emocionados con los Mejía Godoy: “Volveré a mi pueblo lleno de esperanza con las manos grandes para trabajar.”
Después del triunfo de la Revolución muchos amigos se fueron a alfabetizar. Mucha gente se quedó allá, trabajando, contribuyendo.
Quizá por todo esto me resulta tan indignante que esa revolución que sentí como mía, que fue la primera revolución socialista en vos en el mundo, fuera traicionada como lo fue.
Me siento con el derecho de sentir desprecio y legitima indignación, cada vez que veo a Daniel y Rosario. Cada vez que compruebo las condiciones de pobreza en los que algunos -los más- viven en Nicaragua.
Nicaragua ocupa hoy el puesto 129 en el Índice de Desarrollo Humano, mientras que Costa Rica, el 62. En Nicaragua el analfabetismo es de más de un 32%, mientras que en Costa Rica no llega al 1%. Su pobreza alcanza a un 46.2% de la población. Teniendo esos indicadores ¿cómo puede un país darse el lujo de incrementar su presupuesto militar en un 27% llegando a consumir, $2104 millones de dólares en equipamiento militar el año pasado?
¿Cómo 35 años después de esa revolución que se anunciaba transformadora Nicaragua continúa en las mismas condiciones de miseria? ¿Cómo los “Danieles Ortegas” son tan descarados de haber ido poco a poco prostituyendo principios y valores durante estos 35 años, hasta llegar a este sandinismo de derecha, como lo llamo Don Edelberto Torres, traicionando a todos los que creímos que la caída de Somoza estaría acompañada de un futuro mejor para Nicaragua?
* Pele fue mi perro, un beagle. Durante 10 años, escuchó pacientemente las reflexiones que de vez en cuando decidí poner en blanco y negro. Por su complicidad, decidí poner este nombre a la columna.
Muy buen comentario, así se dicen las cosas, muchos todavía siguen creyendo en ese ladrón que ha saqueado las riquezas del pueblo nicaragüense.