Sobre el nuevo giro de guerra en Ucrania

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Existe un consenso acerca de que la guerra en Ucrania se encuentra en una nueva fase. Un extenso articulo de Andrea Rizzi en el diario El País (3/12/2022), sobre las dificultades de iniciar negociaciones para detener en enfrentamiento, comenzaba precisamente así: “La guerra en Ucrania se halla en una nueva fase”. Desde luego, ese consenso analítico se reduce cuando se trata de describir las características de cada fase, pero existe coincidencia en que se han producido varios puntos de inflexión en el curso del conflicto.

Pueden apreciarse tres giros decisivos desde el inicio de la invasión en febrero de este año. El primero refiere al abandono del intento de tomar Kiev mediante una guerra relámpago. El Kremlin de Putin desplegó su avance de blindados hacia la capital, también en términos de amenaza, esperando que el gobierno de Zelenski optara por abandonar el país. Ante la dura resistencia ucrania, las fuerzas rusas regresaron al objetivo inicial de la guerra: conquistar todo el Dombás. Este considerable giro tuvo importantes consecuencias políticas. En Kiev fue considerado una victoria militar que galvanizó a la población ucrania tras sus autoridades. Además, el abandono ruso del ataque a Kiev, dejando detrás una táctica de tierra arrasada, con actos que podrían ser considerados crímenes de guerra, colocó a la opinión pública occidental definitivamente en contra del invasor Moscú.

Al concentrarse en el Dombás, el enfrentamiento militar cambió. Después de los primeros avances de las tropas rusas para ensanchar sus posesiones hacia el oeste, en el mes de mayo comenzó a hablarse de un estancamiento del conflicto. Pero tras la nueva línea del frente se estaban produciendo importantes operaciones. Con la llegada del verano, el problema principal de las fuerzas ucranias, contar con muchos efectivos (cerca de un millón) pero con poca potencia de fuego, comenzó a resolverse. En occidente, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, cobró fuerza la idea de que podía organizarse un nuevo Afganistán a Rusia, con el envío masivo de armamento, tanto de armas ligeras como pesadas. Ello produciría la percepción en Europa de que era posible derrotar militarmente a Rusia.

En cuanto el alto mando ucranio empezó a resolver su problema estratégico comenzó a preparar una contraofensiva en el Dombás. Y al ponerla en práctica en septiembre produjo un nuevo giro en la guerra. El estancamiento de la confrontación se rompió con esta nueva escalada. Ahora su gran cantidad de movilizados ya no estaban tan mal equipados. Pronto se evidenció que la correlación militar de fuerzas se inclinaba a favor de Ucrania. La reacción del Kremlin tuvo una respuesta militar (iniciar un reclutamiento parcial), pero también política: la Duma rusa aprobó la anexión de las provincias del este de Ucrania como territorio propio. Ello suponía un mayor aislamiento en el ámbito internacional, pero representaba un órdago para Kiev. ¿Detendría el avance de su contraofensiva ante la evidencia de que para Moscú eso era ya una agresión directa a su territorio?

La decisión de Kiev de continuar su escalada tiene como mayor evidencia la reconquista de Jerson. Pero, al mismo tiempo, este hecho ha supuesto un punto de inflexión, también en el plano geopolítico. Varios altos funcionarios del Pentágono emitieron su percepción de que sobre Jerson podría iniciarse un espacio propicio para repensar alguna negociación sobre el alto el fuego. Unas declaraciones que tuvieron su reflejo en las instancias europeas. Mientras tanto, al interior de Rusia se producía un fuerte debate. Los sectores mas duros, reclamaban una respuesta adecuada a la escalada ucrania, incluyendo el uso del arma táctica nuclear. Según su versión, habría que ser coherentes: si la normativa rusa establecía que Rusia no usaría el arma nuclear, a menos que se atacara su territorio, y la Duma confirmó que las regiones del Dombás ya eran parte del territorio de la federación rusa, entonces se cumplía el precepto que permitía el uso del arma atómica. Pese a la coherencia de este reclamo, el Kremlin ha decidido evitar ese tipo de contra escalada. Todo indica que ha preferido considerar las oportunidades que ofrece el invierno para reequilibrar la relación de fuerzas en el nivel convencional.

Por un lado, ha optado por no dar por perdida la ciudad Jersón. Según su retórica, no se ha producido una retirada de esa localidad sino un repliegue de fuerzas al otro lado del rio Dnieper. Eso les permite detener la ofensiva ucrania, dar tiempo a que se incorporen los nuevos reclutados en Rusia y, en cuanto las condiciones lo permitan, retomar Jersón. Todo ello, sin abandonar el plan B, el uso del arma táctica nuclear para borrar del mapa la ciudad.

Sin embargo, en el lado ucraniano el fortalecimiento armado sigue su curso. Y la llegada de armamento pesado occidental ya no se muestra tímidamente. Ahora Kiev y sus aliados se ufanan de la nueva artillería móvil con la que cuentan sus fuerzas en el campo de batalla. También demuestran su posesión de misiles de alcance medio cuando son capaces de impactar instalaciones rusas a doscientos kilómetros de Moscú, como hicieron recientemente.

No obstante, conforme la confrontación escala en el terreno, aparecen indicios de que, producto del temor a sus consecuencias, los actores geopolíticos mas poderosos contemplan la posibilidad de llegar a alguna negociación. La reciente declaración del presidente Biden de que esta dispuesto a conversar con Putin, rompe con la negación de esa posibilidad mantenida durante meses. Desde luego, Washington siempre subraya que ninguna negociación tendrá lugar sin contar con el acuerdo de Kiev, pero el gobierno ucranio sabe que la implicación de occidente, al enviar masivamente armas ofensivas al conflicto, significa la mundialización de la guerra y que eso tiene un coste inevitable en cuanto a la toma de decisiones.

Todavía nadie parece dispuesto a sentarse en la mesa de negociación, pero todo indica que ya se está pensando en los manteles y el servicio de agua, por si acaso. La alternativa de seguir escalando en la confrontación militar ya no tiene tantos adeptos.

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