Monólogos con Pelé *
Lina Barrantes Castegnaro
Será que todos los individuos somos más suaves para juzgarnos a nosotros mismos que la realidad. Imagino que es así: no en balde, todos los seres humanos nos queremos a nosotros mismos, más de lo que queremos a los demás, aunque tengamos diferentes maneras de mostrarlo. Esta pregunta está inspirada en el programa Poder-TV que se inauguró la semana pasada con una entrevista a la Presidenta de la República.
Seguí atentamente el programa de principio a fin, y esa fue la constante del programa. La Presidenta reclama casi durante un segmento, o al menos el tiempo a mi se me hizo eterno, que la opinión publica la había juzgado con mucha severidad cuando ella hizo la denuncia sobre la corrupción en la construcción de la trocha, y dice –con justa razón- que un presidente no está para tapar cosas, sino para denunciar y detener, sin verse en el costo político que esa denuncia pueda hacerle pagar. Reclama el absurdo de que la corrupción de la trocha se le cobre a ella. Yo me preguntaba mientras la escuchaba: ¿y el Ministro Jiménez? El Ministro Francisco Jiménez, según dijo ella misma, fue quien descubrió que había corrupción en la trocha, le presentó a ella el caso, y de ahí, de estar reunido con ella, se fue para el Ministerio Público a presentar las denuncias formales y penales. Al salir del Ministerio Público, topó con que ya no era Ministro. La Presidenta lo había destituido (o le había aceptado la renuncia, como suelen decir) justamente por el caso de la trocha. ¿Entonces? Lo que la presidenta pretende que le apliquen a ella, ella no lo aplica para los demás.
Lamenta que su primer proyecto que fue el plan fiscal no pudiera aprobarse. Se le olvida que su primer proyecto fue el aumento de salario a los diputados. Su Plan Fiscal, en mi opinión fue enterrado –a pesar de contar con el apoyo de Otón Solís y su gestión contar con un inmenso apoyo de La Nación, cuando se descubrió y se hizo público que su Ministro de Hacienda quien impulsaba un plan que pretendía ser de justicia tributaria (cuestionado por regresivo por economistas del mismo Partido Liberación Nacional), evadía impuestos (bueno, que no los evadía, solamente no declaraba el valor de sus bienes –alquilados al Estado- y entonces pagaba menos de lo que le correspondía).
En algún momento reclama –con cierta timidez- el tema del estado económico en el que se encontraba el país en el momento en que asumió la Presidencia: ¿se le olvida acaso a la Presidenta de la República que ella era nada más y nada menos que vice presidenta y ministra de estado de esa administración? Es decir que si su 50% de vicepresidente –y muchas veces presidenta en ejercicio- no ponía atención y se distraía los miércoles en el Consejo de Gobierno, su 50% de ministra de justicia, debió mantenerse alerta, y saber exactamente cual era el estado del país, particularmente si aspiraba a ser Presidenta de la República.
Reclama los fenómenos naturales: los hemos tenido siempre. Ahora, en tres años no poder resolver ni el problema del puente de la platina, realmente es una hazaña que merece cierta distinción. Reclama que se le juzga como mujer en muchos aspectos. Si, es cierto. Nunca a un presidente hombre le publican la marca de sus zapatos, aunque puedan ser zapatos más caros que los que lleve una mujer. Reclama ser integra y no permitir la corrupción. En cuanto a ella misma, estoy segura de que así es. Estoy segura de que Laura Chinchilla es incapaz de cobrar una mordida, o de vender posiciones. Ahora, no creo que ningún gobernante, ni ningún ser humano pueda dar garantías por los demás. Pero creo que si hay una responsabilidad que tiene el presidente o el que manda: la responsabilidad in eligendo. Los errores políticos pueden ser más caros que la corrupción. Lo más grave de la corrupción de la trocha no es la corrupción en sí, es el error político que la permitió.
* Pele fue mi perro, un beagle. Durante 10 años, escuchó pacientemente las reflexiones que de vez en cuando decidí poner en blanco y negro. Por su complicidad, decidí poner este nombre a la columna.
Con lo expresado por doña Laura, no se aplica «lo que es bueno para la gansa no es bueno para el ganso», y eso no parece que sea justo