¿Por qué León XIV y no otro nombre cualquiera?

Luis Paulino Vargas Solís

Luis Paulino Vargas

Al ser nombrado papa, el cardenal Robert Francis Prevost quiso asumir el nombre de León XIV ¿Por qué habrá elegido esa denominación? Permítanme hipotetizar al respecto.

Sugiero que quiso llamarse León XIV porque, antes de él, existió un León XIII. Pero este no es un simple juego de palabras ni una mera obviedad. Para entenderlo, hay que preguntarse ¿quién fue León XIII?

Detalles personales sobre él pueden ser fácilmente ubicados en Internet: era italiano, ejerció como papa durante casi 25 años, falleció a la muy venerable edad de 93 años y 4 meses.

Más importante que todo eso es que fue el primer papa que quiso acercar la Iglesia a los movimientos obreros de la época, y hacer que aportara una palabra comprometida con las luchas por la justicia social. De hecho, y aun reconociendo la legitimidad de la propiedad privada, también reconoció el derecho de las clases trabajadoras a la organización sindical y defendió el principio del “salario justo”, todo lo cual implicaba un notable avance en el pensamiento social del catolicismo. A todo esto, su aporte fundamental vino por medio de su encíclica Rerum Novarum, de 1891, la cual constituye uno de los pilares centrales de lo que, al día de hoy, conocemos como Doctrina Social de la Iglesia.

¿Son este tipo de cosas las que inspiraron la elección del nombre León XIV?

Creo que sí, y otros indicios refuerzan esa idea.

Este papa es estadounidense pero también es peruano. Vivió muchos años en Perú, donde compartió y trabajó con comunidades empobrecidas. Habla excelente español y, según narraba un sacerdote agustino costarricense entrevistado en Telenoticias, viajó por nuestros países centroamericanos, Costa Rica incluida.

Vean que interesante: un estadounidense migrante en Perú que, además, asumió la nacionalidad peruana. Ya eso nos dice algo, pero nos dice mucho más en estos tiempos, cuando Estados Unidos está bajo la presidencia de un sujeto que odia y desprecia visceralmente a las personas migrantes.

Hoy, al saludar a la multitud reunida en la Plaza de San Pedro, prefirió hablar en español en vez de hacerlo en su idioma materno, el inglés. Creo que ahí hay, también, una simbología interesante. Y no es que Trump haya prohibido el español en Estados Unidos, pero tampoco ha disimulado su hostilidad hacia el uso de ese idioma en medios oficiales. Pero, sobre todo, no olvidemos que español es el idioma de la gran mayoría de esos migrantes hoy violentamente estigmatizados por el presidente estadounidense.

El legado que deja Francisco es enorme, y el peso de su ejemplo es abrumador. Su vocación a favor de los pobres, los desvalidos y los débiles; su compromiso con la paz, el diálogo y el respeto; su prodigiosa capacidad para ejercer un liderazgo moral construido a punta de amor y ternura. Pero, también, sus intentos por hacer de la iglesia un lugar más inclusivo y acogedor, por darles un lugar más digno a las mujeres y una acogida más amistosa a las personas sexualmente diversas. También su esfuerzo por limpiar los vicios y corruptelas que la ensucian.

¿Podrá León XIV colocarse a la altura de todo eso? No será nada fácil, pero confío que, al menos, lo intentará. No solo le toca tratar de ponerse al nivel de Francisco, sino, también, ser digno del legado de León XIII.

Economista jubilado

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