Fernando Berrocal
A partir del doctor Calderón Guardia y don Pepe Figueres, herederos del pensamiento liberal y social costarricense, este país ha construido una democracia ejemplar en América Latina. Y así nos ve el resto del mundo.Con altos y bajos, avances y retrocesos, gobiernos buenos, regulares y pésimos, como los dos últimos, debemos estar orgullosos de nuestro país.
Hoy estamos viviendo un momento histórico decisivo y así debemos asumirlo. Costa Rica enfrenta tres poderosos adversarios que debemos vencer:
- La falta de un fuerte crecimiento económico, pero sobre todo la pobreza y la marginalidad entre sectores mayoritarios de costarricenses. Ese adversario solo se vence con la mejor educación que podamos darle a nuestra gente y con un fuerte desarrollo económico integral, justicia y equidad social, generando crecimiento cultural en su sentido más amplio, oportunidades reales y riqueza nacional por medio de los sectores productivos con el apoyo del Estado.
- La amenaza ideológica y política de los populismos extremistas de derecha y de izquierda, en los que otros países de América Latina han caído con tanta facilidad. Contra este adversario, tenemos la solidez de nuestras instituciones democráticas y la conquista más grande del siglo XX que es la abolición de las Fuerzas Armadas y el Estado Social de Derecho. Pero no nos descuidemos… ahí están al acecho esas fuerzas antidemocráticas.
- El negocio vil y criminal del narcotráfico que nos quiere transformar en un “estado fallido” y controlar, por medio de la corrupción, la violencia y el miedo, amplios sectores claves del territorio nacional, como sucede con el Petén en Guatemala, el Caribe en Honduras y el norte y el sur de México. La batalla contra el narcotráfico la hemos venido perdiendo desde hace muchos años y seguimos sin entender y combatir de frente su naturaleza transnacional y su poderosa influencia destructiva y criminal al interior de Costa Rica.
Para enfrentar y darle guerra a esos tres adversarios se necesitan ideas, soluciones, definir las prioridades nacionales y mucha firmeza, pero sobre todo el país está urgido de un fuerte y visionario liderazgo político, que sea modernizante, firme, experimentado y capaz de recuperar la disminuida confianza nacional, para poder así generar, con el respaldo mayoritario de la ciudadanía, los cambios y los nuevos enfoques que se necesitan en el modelo de desarrollo, comenzando por hacer las reformas estructurales al Estado y que han sido pospuestas por más de 10 años. Falta liderazgo político.
No se puede gobernar desde la inexperiencia, la prepotencia y la sordera.
Pero tampoco podemos perder la confianza. Hay que reafirmar y volver a decir siempre e insistir que, en democracia y libertad, con paz y por medio del diálogo transparente e inclusivo, sí es posible construir una mucho mejor sociedad, sin alterar el camino costarricense hacia nuestro desarrollo integral.
La intolerancia, la violencia, los gases lacrimógenos y la confrontación en las calles que estamos viviendo no son, en absoluto, el camino costarricense.