Guadi Calvo
Se acercan ya a los cien los muertos en las protestas alentadas por el líder de la oposición mozambiqueña y excandidato a la presidencia, Venâncio Mondlane, quien se niega a reconocer su derrota en las elecciones del pasado nueve de octubre. (Ver: Mozambique: Demasiado cerca del estallido). En los más de cuarenta días de protesta, donde ya se han registrado más de tres mil detenciones.
Apenas se conocieron los resultados, PODEMOS (Partido Otimista pelo Desenvolvimento de Moçambique), la agrupación de Mondlane, que apenas obtuvo un veinte por ciento de los votos, salió a las calles de Maputo, la capital del país, y otras ciudades del país. Desde entonces todo se encuentra paralizado.
Las protestas se han convertido en un hecho cotidiano, al tiempo que la represión policial, cada día, es más feroz, utilizando munición letal e incluso, se han visto escenas donde móviles policiales embestían a toda velocidad contra manifestantes.
Según fuentes occidentales, los manifestantes provendrían de todos los sectores sociales, aunque son particularmente ruidosos los panelaços (cacerolazos) de los barrios más ricos de la capital.
Mondlane, que acaba de pedir el pasado día dos de diciembre a sus seguidores que deberán continuar “quizás dos o tres meses más», sigue sin aparecer, refugiado en Sudáfrica, según lo señalan varias versiones.
Mientras, el actual presidente Filipe Nyussi, el partido gobernante, el Frente de Libertação de Moçambique (FRELIMO), y el candidato ganador, Daniel Chapo, por más del setenta por ciento de los votos, no han podido destrabar la situación.
Empresario, banquero y pastor evangélico mediático, Mondlane se presentó como independiente, a pesar de pertenecer al histórico partido de la oposición, RENAMO (Resistencia Nacional Mozambiqueña), una organización ultraderechista, armada por Sudáfrica y los Estados Unidos, para combatir al FRELIMO durante la guerra de liberación. Esta vieja organización armada, reconvertida en partido político, después de su victoria en la guerra de liberación, 1964-1974, ha gobernado al país desde entonces.
El miércoles cuatro, la oposición ha vuelto a llamar a una nueva semana continua de protestas, al tiempo que el gobierno ha vuelto a advertir a la ciudadanía sobre los peligros a los que se exponen de continuar con la ola de violencia. Ambas declaraciones señalan que un acuerdo político que pueda sacar al país de su actual situación está todavía muy lejano.
En la ciudad de Pemba, capital de la norteña provincia de Cabo Delgado, o Cabo Esquecido, a mil setecientos kilómetros de Maputo, los manifestantes bloquearon calles, incendiaron neumáticos y levantaron vallas para dificultar la llegada de la policía, si bien escenas similares se vivieron en otras ciudades. En Pemba, los manifestantes fueron particularmente violentos. Esto daría lugar para sospechar que podrían estar interviniendo militantes de la Ahlu Sunnah Wa-Jamaa (Seguidores del Camino Tradicional o Defensores de la Tradición), la khatiba del Daesh, que desde 2017 opera en Cabo Delgado, habiendo convertido a esta provincia en el principal frente de sus operaciones, generando miles de muertos, la toma de pequeñas poblaciones, secuestros, asesinatos rituales (decapitaciones), saqueos, ataques contra iglesias e incluso mezquitas, donde no se interpreta el Corán, con la misma óptica de los terroristas.
En abril del 2021, los terroristas ocuparon la ciudad de Palma, una de las más importantes de la provincia, con más de sesenta mil habitantes, o Mocimboa da Praia, con poco más de treinta mil, lo que obligó a las Forças Armadas de Defesa de Moçambique (FADM) a demorarse semanas para desalojar a los muyahidines de esas ciudades y asegurar las áreas boscosas de sus alrededores. (Ver: Mozambique: La guerra incendia el norte).
La presencia de este grupo terrorista en Cabo Delgado ha obligado a interrumpir las operaciones de varias empresas gasíferas internacionales que operan en la costa de la provincia e incluso a detener la construcción de una mega planta de la TotalEnergies francesa en la península de Afungi, y también dificulta la concreción de un segundo yacimiento de gas por parte de ExxonMobil, que será la mayor inversión privada en la historia del continente con un costo total de cincuenta mil millones de dólares.
Seguridad por gas
Mientras continúan las protestas, donde se siguen registrando saqueos y ataques contra edificios públicos, las clases siguen interrumpidas. En el principal aeropuerto de la capital, tiene permanentes cortes de servicios, al igual que internet, y la actividad laboral se ha reducido al mínimo.
Más allá de cómo se resuelva el conflicto por los resultados de las elecciones, Europa, que no ha opinado al respecto, junto a los Estados Unidos, solo parecen estar interesados en cómo resolver el tema de la seguridad en Cabo Delgado, donde, además de la francesa TotalEnergies y la norteamericana ExxonMobil, otras empresas europeas como la ENI italiana tienen ya invertidos cientos de miles de millones de dólares, y sin duda necesitarán seguir invirtiendo para equiparar las faltantes de hidrocarburos provocadas por las restricciones impuestas por Estados Unidos a las naciones europeas, que les impiden la compra a Rusia, desde el inicio de la guerra en Ucrania.
A partir de 2021, cuando los terroristas intensificaron sus operaciones en Cabo Delgado, la Unión Europea (UE) incrementó su ayuda militar a Mozambique. Con la Misión de Formación de la UE en Mozambique (EUTM Mozambique), que tiene como objetivo reforzar las Forças Armadas de Defesa de Moçambique (FADM).
El pasado primero de septiembre comenzó formalmente el nuevo acuerdo que amplía la extensión y ampliación de la misión. Con estos refuerzos, la UE intenta evitar el fracaso que tuvo una primera misión internacional, conocida como SAMIM (Misión de la SADC en Mozambique), en julio de 2021, ejecutada por la Comunidad de África Austral para el Desarrollo (SADC), para combatir los focos terroristas, al tiempo que la UE enviaba entrenadores para las FADM.
La misión SAMIM, finalmente, se retiró, en enero de 2024, envuelta en sospechas de corrupción y sin haber conseguido su cometido inicial. Se cree que muchos de los fondos dispuestos para la lucha contra el terrorismo, aportados por los europeos, fueron malversados, por generales y jefes de Estado de los ocho países participantes: Angola, Botswana, República Democrática del Congo, Lesotho, Malawi, Sudáfrica, República Unida de Tanzania y Zambia, además de la participación individual de Ruanda.
Existen diferentes excusas para la retirada de esta misión, que van desde las faltas de recursos hasta la de haber cumplido con la misión asignada. Aunque la que más se acerca a la realidad son las tensiones generadas entre el gobierno de Mozambique y la SADC, ya que inicialmente las SADC no estuvieron de acuerdo con el despliegue de tropas ruandesas en Cabo Delgado.
El presidente de Ruanda, el autócrata Paul Kagame, el socio más fiable de Francia en la región, quien está intentando convertir su ejército en un referente continental respecto a los temas de seguridad, le ofreció a París hacerse cargo de la protección de las propiedades de TotalEnergies en Cabo Delgado.
En este contexto de seguridad, al que ahora se le suma la inestabilidad política, Mozambique ha quedado a solas, ante la amenaza terrorista. Mientras se concreta la llegada de los europeos, y la policía extrema las medidas en Maputo, ya que se sospecha que muyahidines, provenientes del norte, estarían mezclados entre los manifestantes, para generar más caos y muertos que nadie va a pagar.
Línea Internacional