Fernando Berrocal
En este 15 de setiembre, esta es mi personal, simbólica y comprometida visión de estos formidables 200 años de Costa Rica:- Me emociona que Juan Mora, nuestro primer jefe de Estado, haya sido un maestro de escuela y no un militar.
- Respeto, en aquel remoto inicio, a Braulio Carrillo que sentó las bases y garantías del Estado Costarricense y al visionario José María Castro Madriz.
- Opino que Juan Rafael Mora es el más grande de todos los costarricenses, en todos los tiempos. La Campaña Nacional de 1856 fue tan extraordinaria como cruzar los Andes a caballo desde Caracas o Buenos Aires y con un significado trascendental de afirmación nacional y patriótica que nos enaltece como pueblo y que eleva a ese ejército de campesinos descalzos a las glorias de las batallas de Bolívar y San Martín. Ahí nacimos como destino nacional.
- Celebro que los generales Tomás Guardia, Próspero Fernández y Bernardo Soto, fueron militares cultos e hijos ideológicos de la Ilustración y la Revolución Francesa. Ellos articularon este país en la segunda mitad del siglo XIX y nos heredaron la democracia, sometiendo los cuarteles, para reconocer el triunfo del conservador José Joaquín Rodríguez y dar salida al formidable gobierno de Rafael Iglesias, visionario constructor de nuestro Teatro Nacional.
- Me inspiran los grandes liberales: don Mauro, González Flores, don Ricardo y don Cleto. Ellos hicieron una gran diferencia y sellaron para siempre, con una extraordinaria visión progresista, los ideales de la libertad en la médula del “ser costarricense”. Sin ellos este país sería otro más de Centroamérica.
- Admiro la inflexión histórica del gobierno del doctor Rafael Ángel Calderón Guardia. Profundo, visionario y valiente, comprometido con la doctrina social de la Iglesia Católica, el doctor alcanzó lo políticamente imposible y logró el acuerdo de Monseñor Sanabria y Manuel Mora, líder del partido Vanguardia Popular, para darle a nuestro país las Garantías Sociales, el Código de Trabajo y la CCSS. Lo hizo en contra de los más poderosos intereses políticos, económicos y sociales del país, lo que agiganta aún más el legado histórico de nuestro Reformador Social. Ese acuerdo dice muchísimo y bien de las particularidades del “ser costarricense” y sus diferencias con otros pueblos.
- Sigue la década más difícil y compleja de nuestra historia, llena de encendidas pasiones y de agudas confrontaciones, para dar salida a una revolución armada y transformadora en 1948 y al liderazgo, aún no superado, de la otra visionaria y excepcional figura de Costa Rica: don Pepe Figueres, fundador de la II República y, sin duda alguna, por las instituciones que creó, sus obras, su ejemplo vital de austeridad y su pensamiento reformista y democrático, el más importante costarricense del siglo XX. Así reconocido hasta por sus más furibundos adversarios personales, políticos e ideológicos.
“El bienestar del mayor número” ha sido nuestro norte. ¡Que así sea siempre!
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