Fernando Berrocal
Decía don Luis Alberto Monge, ese gran presidente de la República de origen campesino que sacó al país de la gravísima crisis económica de los años ochenta, que “los males de la democracia solo se curan con más democracia”.Agregaba: “la democracia es una planta delicada que se debe regar todos los días”. Sabias palabras para recordar en la actual política costarricense, frente al hecho muy grave de que, alrededor de un 65% de ciudadanos con derecho a voto, están desilusionados de la política y de los partidos políticos.
Esta crisis de la política tiene que ver, fundamentalmente, con las desviaciones y contradicciones de sus principales dirigentes y las cúpulas actuales con las raíces originales fundacionales que dieron origen y razón de ser a los partidos.
Antes, los partidos políticos eran mucho más coherentes y sus dirigentes respondían a una visión ideológica diferenciadora. Hoy, con activas y fuertes resistencias internas cada vez mucho mayores y ganadoras, sus cúpulas partidarias que no sus bases de militantes y seguidores, responden casi a una misma visión ideológica en lo económico que, equivocadamente, ha sustituido a la verdadera política y se ha transformado en un fin en sí mismo unificador.
En nuestro país, el neoliberalismo económico cruzó transversalmente a los partidos políticos, cuando la teoría económica regresó hace tiempo a las tesis keynesianas y una nueva y vigorosa propuesta de un “capitalismo progresista” sustituye al “capitalismo salvaje” y equilibra la visión y el papel del Estado y el mercado, como activos agentes válidos de un desarrollo sostenible y verde.
Las cúpulas de los partidos políticos se han apartado de las marcas de identidad y diferenciación que hacían del PLN la opción social democrática, el PUSC una opción socialcristiana, el PAC una supuesta rebelión ciudadana contra la corrupción y el FA un refugio del viejo socialismo morista. Tampoco los partidos cristianos han logrado construir una identidad diferenciadora.
Los partidos políticos deben abrir y no cerrar sus puertas a los mejores y más capaces ciudadanos y llenarse de pueblo. Hay que decirle NO a la dedocracia.
Ha hecho muy bien, por ello, el Tribunal Supremo de Elecciones en permitir la realización de convenciones abiertas, sujetas a protocolo estrictos de salud por la pandemia, como lo son las mascarillas, el alcohol para limpiarse las manos, el cuidado sanitario en las escuelas ese día y la distancia entre los votantes. Eso es imponer la democracia sobre otras exigencias, sin duda legítimas, pero de valor constitucional inferior, porque lo más esencial en un sistema democrático es el derecho a elegir libremente.
En Costa Rica los partidos políticos deben recuperar sus identidades y coherencias ideológicas diferenciadoras, abrirse al debate interno y a la confrontación libre de sus liderazgos y, sobre todo, llenarse de mucho pueblo. Es eso o estarán condenados a ir perdiendo cada día más sus liderazgos y eso puede conducir al autoritarismo populista y a falsos liderazgos demagógicos.
El camino debe ser siempre más y mejor democracia.