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Carlos Revilla M.
Tuve el privilegio de hacer la primaria en la Escuela Buenaventura Corrales, conocida cono el Edificio Metálico. Vivíamos cerca, en Barrio Otoya y era la época en que se podía ir solo a la escuela, siempre me iba a pie, duraba menos de diez minutos en llegar. Como saben la escuela esta casi pegada al parque Morazán, y este era una atracción ineludible casi todos los días, junto al también contiguo parque España.Entre todos los bustos y monumentos, siempre hubo uno que me llamó la atención, medio escondido por el llamado “parque japonés”, hacia el otro lado (sur) y un poco «extraño», y que siempre lucía como descuidado (viejo). En ese entonces no supe descifrar de que se trataba el asunto, solo que era algo dedicado a un señor llamado Marcelino García Flamenco.
Siempre seguí con la curiosidad de saber de que se trataba el monumento, y ya un poco mayor leí e investigué sobre ese señor, y conocí las dimensiones de su importancia, y lo que realmente significa su nombre para el país, más epecíficamente para la patria, que creo es un término más adecuado.
Para hablar de García Flamenco, irremediablemente hay que hablar de la dictadora de los hermanos Tinoco (1917-1919). A Federico Tinoco, el presidente González Flores lo nombró secretario de guerra (lo que hoy conocemos como ministro de seguridad). Era su hombre de confianza y, al parecer uno de sus más íntimos amigos. Como luego se demostró, Tinoco no era un hombre que ideológicamente calzara en el gobierno al que servía. Su espíritu era aristocratizante y oligárquico. Y cuando se desató una oposición feroz contra el gobierno (encabezada por las clases adineradas a las que don Alfredo González les quería poner impuestos tras haberles arrebatado el control absoluto que ejercían sobre la banca), se convirtió en el instrumento de esa oposición, y, en el único golpe exitoso de cuartel que ha conocido Costa Rica desde el siglo veinte, derrocó el 27 de enero de 1917 al gobierno y se proclamó presidente.
El militarismo se impuso: el hermano del presidente, convertido en omnipotente Ministro de Guerra, imponía la fuerza con las armas y las charreteras en despliegues de todo orden. La situación era difícil: Tinoco heredaba la crisis fiscal provocada por la guerra europea y, para remachar, el gobierno de los Estados Unidos se negó a reconocerlo.
Fue una tiranía. Es cierto que había un Poder Legislativo funcionando (bicameral, con Senado y Cámara de Diputados), pero, la persecución policial contra los adversarios del gobierno se desató, y pronto Tinoco tenía las cárceles llenas de opositores. Ante los grandes negociados que se hacían (incluso alquilaron la Fábrica Nacional de Licores a un amigo por una mensualidad como la que se paga por una casita modesta), la oposición siguió creciendo pese a la represión política.
Finalmente, después de muchos intentos fracasados, la dictadura cayó por la llamada Revolución del Sapoá, que lideraba don Julio Acosta, que llegó a ser presidente del país, y que fue quién acuñó aquella famosa frase “si hay gloria no hay paga, y si hay paga no hay gloria”, que pronunció al vetar una ley, que le destinaba un estipendio económico a los que habían participado en la revuelta para derrocar a Tinoco.
Hasta aquí un brevísimo repaso de la dictadura de los Tinoco.
Entre los muchos intentos por derrocar a los Tinoco, destacó el encabezado por el intelectual, miembro de la Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes, Rogelio Fernández Güell. El alzamiento fracasó, y el grupo de Fernández Güell huyó por la zona sur para tratar de llegar a Panamá, pero los esbirros los alcanzaron en Buenos Aires de Osa.
Allí, Rogelio Fernández Güell y tres de sus compañeros revolucionarios fueron asesinados y solo uno pudo huir herido. A un maestro salvadoreño llamado Marcelino García Flamenco quien enseñaba en la escuela de Buenos Aires, le tocó presenciar el crimen en compañía de sus alumnos.
Asqueado, Marcelino renuncia a la docencia y huye a Panamá caminando por media selva.
En ese país denuncia a la prensa el nuevo crimen de la tiranía, y mas tarde se incorpora a los exiliados que, en Nicaragua alistan una nueva revolución contra los Tinoco. Al año siguiente, ingresa a Costa Rica una tropa de muchachos inexpertos y mal armados, que son derrotados por los esbirros en la llamada batalla del Ariete, el diecinueve de julio de 1919.
García Flamenco se queda a proteger a los heridos, y en esa tarea los tinoquistas lo hieren a machetazos. Ya moribundo, lo atan a un caballo que lo arrastra más de cien metros y finalmente, lo rociaron con querosén y lo quemaron a la entrada del poblado de la Cruz. Contaba con solo 30 años de edad.
El martirio y su posterior asesinato, colmó la paciencia de los costarricenses, y al saberse la noticia en San José comenzaron las huelgas de maestros que culminaron con el derrocamiento de la tiranía de los Tinoco.
Se conserva en muy buen estado, el lugar donde estaba su tumba está en el cementerio de la ciudad de La Cruz en Guanacaste. Es una sencilla tumba en mármol blanco sobre la altura que domina la bahía de Salinas, tiene una sobria lápida en donde se lee:
MARCELINO GARCÍA FLAMENCO
SALVADOREÑO
19 DE JULIO DE 1919
DIO SU VIDA POR LAS LIBERTADES
DE COSTA RICA
El monumento en el Parque Morazán, del que les hablé al inicio, es una pequeña fuente, con una especie de monolito «quebrado» simbolizando la vida truncada del héroe, que tiene un friso de unas cabecitas de niños que realizó el escultor Juan Ramón Bonilla. Don Joaquín García Monge lideró la iniciativa de hacerle el pequeño monumento.
El texto de la placa en el monumento, fue redactado por el propio don Joaquín y dice así:
AL MAESTRO GARCÍA FLAMENCO
CONFIADA, EL 18 DE JULIO DE 1926
AL CARIÑO Y CUSTODIO DE LOS
NIÑOS DE COSTA RICA, A SU
HONOR, QUE ES DECORO; A SU AMOR
DE JUSTICIA Y LIBERTAD, BIENES
SUPREMOS SIN LOS QUE NO HAY
PATRIA DIGNA DE TAL NOMBRE
En abril de 1924, ante los restos de García flamenco que fueron traídos a San José, en las afueras de la Escuela Buenaventura Corrales, Omar Dengo pronunció el discurso “García Flamenco, el Héroe de la Justicia”, cuyo texto se puede leer aquí. Su cuerpo fue trasladado y enterrado definitivamente en el Cementerio General de San José.
Don Julio Acosta dijo del héroe “Brilla su memoria en la conciencia de Costa Rica, puesto que es un símbolo, y que los niños lo amen siempre, de una y otra generación”.
Varios lugares de Costa Rica y El Salvador llevan su nombre. En el sector sur de San José, cerca de la Clínica Bíblica hay una escuela, y en Guanacaste, cerca de La Cruz, hay un poblado con sus apellidos.
MARCELINO GARCÍA FLAMENCO. El Héroe de la Justicia. — Esta oportuna reseña de don Carlos Revilla nos reafirma una duda que desde hace años nos ha perseguido. Desde que leímos las palabras sentidas de don Omar Dengo y vimos la fotografía de 1924, donde el Maestro las pronuncia frente a los restos del héroe salvadoreño en San José, ¿Cómo podría ser su tumba la que se venera en La Cruz? ¿Será que alguien, desconociendo que sus restos humanos se habían exhumado a cinco años de su muerte, tuvo la iniciativa de rendirle homenaje en su primer lugar de descanso? Si así fuere, ¿dónde habrían sido enterrados sus restos en San José?
Don Freddy, yo tengo la misma duda. Simpre se ha conocido que su tumba está en La Cruz, Guanacaste, de hecho aporto algunas que tomé. El texto y la foto de don Omar Dengo es del libro «Quién fue y qué hizo» editado por el MCJ. En algunas fuentes hacen referencia a un monumento en La Cruz y no una tunba, aunque está en el cementerio. Si esto fuera así, como dice don Freddy, entonces ¿adónde está enterrado?
Averiguaré si sus restos descanzan con los héroes asesinados, junto con Rogelio Fernández Güell, sencilla tumba que se encuentra en el Cementerio General.
Como anécdota, don Alfredo González en EEUU siempre se presentó como presidente de Costa Rica, pero en el exilio, Federico Tinoco salió hacia Francia siendo presidente, ya que la revuelta del Sapoá no logró derrocarlo, de hecho los Tinoco y tres o cuatro más se crearon cargos diplomáticos y cobraron cuatro años de salarios por adelantado, Federico le entregó la presidencia en ejercicio a Francisco Aguilar Barquero, por ello en algunos momentos se decía que tuvimos tres presidentes a la vez. De esa época hay detalles que vale la pena rescatar.