Ley-manía…

Fernando Berrocal

Fernando Berrocal Soto

El ejemplo más grande y gráfico del nivel de ineficiencia y de absurdo a la que ha llegado la Asamblea Legislativa y el país, es que para eliminar el “beneficio de la gasolina” para los diputados, establecido en la Ley de Remuneración de Diputados, se tenga que resolver igualmente por otra ley de la República.

No me refiero a la eliminación de ese beneficio en sí, en lo que estoy por supuesto de acuerdo, como igual estoy de acuerdo con la eliminación de todos los absurdos, abusivos y hasta estrafalarios beneficios que permean e inflan, transversalmente, al gigantesco y costosísimo Estado Costarricense.

Pero es increíble que, en el Año del Bicentenario de la Independencia Nacional y en medio de la revolución tecnológica de nuestro tiempo, en Costa Rica todo se deba establecer y después arreglar, con una solemne ley de la República.

¡Qué mal estamos! Somos un país de abogaditos y leguleyadas para todo.

Recuerdo que cuando doña Gloria Bejarano, exprimera dama de la República fue diputada, presentó un proyecto de ley bien fundamentado para eliminar cerca de 4.000 mil leyes y decretos ejecutivos obsoletos y perdidos en el tiempo de la historia de nuestros antepasados e ineficaces jurídicamente. Ese proyecto de ley duerme el sueño de los justos en la Asamblea Legislativa.

Pero eso es lo que hay que hacer. Eliminar miles de leyes y decretos ejecutivos vigentes formalmente y sin ninguna aplicación práctica o válida en nuestro Estado de Derecho. A la vez, hay miles de decisiones que se deberían tomar ejecutivamente y sin miedo, como una legítima decisión administrativa y gerencial, en forma de una directriz, aprobada por un órgano legalmente competente y con el visto bueno de la Contraloría General de la República.

Nuestro Estado costarricense, tiene un altísimo nivel de complicación y una crisis de gerenciamiento y toma de decisiones ejecutivas. Cualquier cosa puede ser peculado, hasta traspasar fondos de una partida presupuestaria a otro rubro. Ese simple trámite requiere de un complicado procedimiento ante la Contraloría. Para todo, en este país, hay una ley.

Padecemos de un trastorno de “Ley-manía”. Esto es un grave trastorno psicológico y político de la sociedad y de nuestros políticos, de resolver todo con la extrema solemnidad de una ley de la República.

Pero la globalización ha transformado en buena hora el mundo en una “aldea global” y necesitamos un Estado costarricense funcionalmente eficiente y al servicio de la gente y del desarrollo nacional, como debe ser en democracia. No un sector público ingobernable y a secuestrado por los privilegios, en donde hasta resolver el tema de la gasolina de los diputados exige una ley o cambiar una partida presupuestaria un engorroso trámite ante la Contraloría.

Este país necesita, otra vez, reformadores y liderazgos de verdad, al nivel de Calderón Guardia y José Figueres o vamos a seguir anclados al pasado y a una II República que hace aguas por todas partes. Urgen reformas estructurales.

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