Las sobrinas de Cocorí

Desde La Mina

Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro@costarricense.cr

Mauricio Castro

Hace unos meses se discutió mucho sobre Cocorí. Unos, como yo, pedían sacarlo como texto de lectura obligatoria y de paso digo que lo sigo creyendo, y otros que lo dejaran. Yo sigo creyendo que al debate le faltó un ingrediente, que si mal no recuerdo, nadie lo tocó quizás porque tocarlo sería mover un suelo que levantaría mucho polvo o porque sería “no proper”.

Yo creo que mucha gente defiende Cocorí no por su calidad literaria sino porque fue escrito por un militante histórico del PC, don Joaquín Gutiérrez, y criticarlo es arriesgarse a ser calificado de derechista, reaccionario o que se yo que más cosas, pero en realidad no quiero profundizar sobre este tema, sino más bien hacer un símil con otro mal que nuestra sociedad vive.

En mi casa en La Mina, en Santa Ana, recordé que en un estudio publicado por Harvard Review hace unos 20 años sostenía que el acoso sexual empezaba con bromas inocentes, bromas con contenido sexual casi imperceptible, y que si nadie reclamaba o decía nada iba ascendiendo hasta violaciones y demás.

Yo estoy convencido que con el racismo es parecido, se empieza con bromas inocentes o como dice “el crítico de moda” que hizo el comentario sobre las sobrinas de Cocorí: “…lanzar una frase con una idea jocosa, sin medir consecuencias…” Como nadie dice nada porque a alguna gente le pareció jocoso la escalada aumenta y nadie lo para puede llegar a límites inimaginables como lo hemos visto en otros países.

¡En este caso por dicha y lo pararon en seco!

Yo no puedo entender porque si alguien se siente afectado con una broma o con una expresión o gesto hay otra gente que dice que eso no es nada, que es majadería o que tiene un estado de hipersensibilidad.

Nuevamente el tema de Cocorí se puso en el tapete, nuevamente un grupo importante en nuestra sociedad pide, clama, porque lo quiten como libro de texto escolar, y nuevamente la mayoría dominante dice que no se debe porque tiene mucho valor literario y que el autor al escribirlo no quiso expresar lo que el grupo que se siente ofendido dice que dijo.

¿Es tan difícil respetar los sentimientos de los demás?

Mi abuela Luz en situaciones similares decía: “póngase los zapatos del otro a ver si le chiman igual”

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