Las siete plagas de Egipto (y muchas más)

Desde mi muro

Luis Paulino Vargas Solís

Supongamos, por un instante, que en Costa Rica tuviéramos un presidente de a de veras. Alguien realmente comprometido con las necesidades e intereses de Costa Rica, y no dominado por pasiones desbordadas y retorcidos caprichos. Alguien que sabe rodearse de gente inteligente y con criterio propio, no por una bandada de ineptos sirvientes; alguien que escucha lo que debe escuchar y no lo que quiere y le agrada escuchar; alguien que entiende que el verdadero líder es aquel que sabe guiar para que quienes opinan distinto se siente a conversar y que sabe persuadir desde el respeto, con ideas y argumentos, no con desplates histéricos y amenazas.

En fin, por un instante soñemos que tenemos un presidente de a de veras.

Bueno, si ese fuera el caso, ese presidente llamaría a doña Marta Esquivel, y decente y respetuosamente le diría: “doña Marta le agradezco mucho su gestión en la Caja, pero lamentablemente usted no está cumpliendo con sus responsabilidades como es debido. Le pido que por favor renuncie”.

Pero doña Marta sigue y seguirá ahí. Causando estropicios sin cuenta. Y eso es así por dos razones: 1) porque sabe ser sumisa al presidente que realmente tenemos (el cual no es ese presidente “de a de veras” del que yo hablaba); y 2) porque, muy sumisamente, está haciendo todos los estropicios que ese presidente le ordenó que hiciera.

La protesta actual de especialistas es algo así como una muerte anunciada desde hace muchos, pero muchos meses. Pero Marta Esquivel fue absolutamente incapaz de hacer nada para prevenirla y evitarla. Más bien hizo todo para que se hiciera inevitable.

Y así con todo. Con cada paso que da y con cada cosa que dice, algo en la Caja se rompe o se descompone.
Su última disparatada ocurrencia: va a mandar a los directores de hospitales a Estados Unidos “para que compartan sus experiencias en relación con la protesta de los especialistas”.

No aclara adónde los enviará: ¿a Hollywood para hacer un “reality show”? ¿A Washington para que asesoren a Biden? ¿A Nueva York para que monten una obra en Broadway? ¿A las Vegas a jugar en los casinos?

Es la cosa más alarmante y absurda del mundo.