La Social Democracia y el Estatismo

Fernando Berrocal

Fernando Berrocal Soto
Ex Ministro de la Presidencia

Una de las cosas que más me sorprenden, en el presente, es ver a la izquierda costarricense defendiendo el modelo de desarrollo que impulsó Liberación Nacional, después de la revolución de 1948 y que dio origen al Estado Social de Derecho, en la segundo mitad del siglo XX.

En la UCR, en la década de los años sesenta y setenta, cuando los liberacionistas peleábamos con la izquierda el liderazgo del movimiento estudiantil en la FEUCR, a los que defendíamos la tesis de que era posible alcanzar la justicia y la equidad social en libertad y dentro del sistema democrático, nos acusaban de burguesitos al servicio del capitalismo. La izquierda, en ese entonces, defendía a muerte el modelo cubano y a la Unión Soviética, como paradigma de la única verdad. La derecha nos decía que éramos como sandías, verdes por fuera y rojos por dentro.

Ahora, después de la caída del muro de Berlín, la desintegración de la URSS y ante el fracaso de la Revolución Cubana, la izquierda costarricense que le da vergüenza declararse abiertamente chavista, nos acusa de neo-liberales, nos equipara con el Movimiento Libertario y propone, como única tesis de salvación nacional, la defensa a ultranza del modelo liberacionista de la segunda mitad del siglo XX.

Me declaro satisfecho de que hayan evolucionado en su pensamiento, pero rechazo de plano la acusación de que en Liberación Nacional ahora somos neo-liberales.

Profundizo en el tema: ¿Por qué, en el presente, la izquierda costarricense no defienden abiertamente el modelo totalitario y estatista a la cubana?. La razón es muy sencilla: nadie, en este país , si está realmente en política, aunque se declare de izquierda, quiere asumir la defensa de lo indefendible, sobre todo cuando hasta los mismos chinos, en la República Popular, proponen una economía abierta y capitalista y cuando todos los países de la Europa del Este, sin excepción, salieron corriendo del comunismo y se integraron a la Unión Europea, apenas en Moscú los líderes Yeltsin y Putin, que los dos venían de las entrañas del PCUS, decretaron el fin y el entierro del marxismo a la soviética.

Habrá, entonces, que volver a los orígenes y recordar que la división entre social demócratas reformistas y la línea leninista estatista, en la II Internacional, ocurrió desde fines del siglo XIX, hace más de un siglo, con la famosa polémica entre Kaustky y Lenin, cuando el sabio Bernstein afirmó que “el movimiento lo era todo”, dando origen a los partidos social demócratas europeos y consolidando al Partido Laborista inglés que, mucho antes de los alemanes y los franceses, había optado por la libertad, el reformismo y el sistema democrático, frente a la obsesión dictatorial y estatista de los rusos. Esa es una historia vieja y bien conocida que, sin embargo, siempre hay que recordar, para diferenciar posiciones y espacios políticos. Es la posición del SPD alemán, del PSOE español, del PS francés y el PL inglés.

En Costa Rica, en los orígenes fundacionales de Liberación Nacional, esa polémica nunca se planteó conceptualmente. Don Pepe y don Chico creían, simplemente, en el New Deal norteamericano de los años treinta y eran liberales al estilo de Roosevelt y su equipo del Partido Demócrata. El Padre Benjamín Núñez era social cristiano e influyó más su pensamiento y su apasionada pluma, en esos orígenes, que el mismísimo debate europeo. Los dos más destacados intelectuales de esa generación, Rodrigo Facio y Daniel Oduber, eran keynesianos. A ese menjurje de ideas reformistas, hay que agregarle las tesis apristas que trajo en sus dos visitas al país Haya de la Torre y la influencia que todos aceptaban, sin excepción, del liberalismo a la francesa y no a la inglesa, que había sido gobierno por 50 años en Costa Rica, más influenciado por la ideas de la Revolución Francesa que por el economista liberal Adam Smith.

Hay que decirlo con toda claridad: Liberación Nacional nunca ha sido un partido estatista. Lo que sí ha tenido es un concepto preciso y definido sobre el importante papel del Estado como medio e instrumento, indispensable, para promover y estimular el desarrollo económico, apoyar a los sectores productivos privados y distribuir de la mejor forma la riqueza nacional. Siempre hemos creído en la intervención del Estado y en su papel regulador, como contralor de los excesos y arbitrariedades del mercado, pero nunca hemos abogado por la creación de monopolios públicos o privados, ni por una economía estatista. No lo hicimos antes y mucho menos ahora.

En eso nos diferenciamos de los social cristianos que son bastante menos intervencionistas, pero especialmente de los libertarios que solo apuestan a la fuerza y el poder del mercado. Tampoco creemos en el estatismo de la izquierda. En Liberación Nacional creemos en la competencia y en la constante innovación, pública y privada, para fortalecer al sector productivo como principal generador de la riqueza nacional. Una de nuestras tesis históricas siempre ha sido, por ello, la de las “alianzas estratégicas” entre el Estado y esos sectores nacionales. Al Estado lo dimensionamos en su función estratégica.

Don Pepe no se cansaba de decir que primero había que producir riqueza con eficiencia y después repartirla correctamente, entre todos los actores del esfuerzo productivo, incluyendo a los trabajadores. Incluso, en el momento de mayor estatismo, en el gobierno de Daniel Oduber, Liberación Nacional planteó en 1974 la creación de CODESA, para generar capacidad productiva y generación de riqueza, pero con la tesis de que esas empresas fueran revertidas y vendidas al sector privado productivo nacional.

Dentro de esa visión, la creación y el desarrollo del ICE fue fundamental. También el papel que desempeñó el Banco Nacional en todo el territorio nacional, estimulando la producción y el desarrollo de amplias zonas, en Guanacaste, en la Zona Norte y la Zona Sur. El otro gran factor fue la universalización de la Seguridad Social y la construcción de escuelas y colegios en todos los cantones y distritos del país. Pero ese enfoque no implicaba una intencionalidad exclusivamente estatista, como decía la derecha política en la segunda mitad del siglo XX. Todo lo contrario. De lo que se trataba era de apalancar el desarrollo nacional y fortalecer la producción privada y social en Costa Rica.

El cooperativismo como forma de organización social de la propiedad, es el mejor ejemplo de esa visión liberacionista y la Cooperativa Dos Pinos su éxito más absoluto, como modelo que abarca no solo a los productores privados lecheros, sino al personal técnico, a los profesionales y a los trabajadores. Eso es Liberación Nacional y no otra cosa.

La izquierda costarricense no quiere aceptar, ni ver, ni incorporar a su análisis político, los cambios en la economía internacional y el proceso de globalización, a partir de los años ochenta del siglo pasado. Liberación Nacional, por el contrario, los ha hecho parte de su análisis y de las soluciones social democráticas. Esa realidad nos obligó, como país, a evolucionar de un modelo proteccionista de altos aranceles a la importación, apalancado por una estrategia de desarrollo industrial y libre comercio con el Mercado Común Centroamericano, a un nuevo y más competitivo modelo no proteccionista y globalizado, que priorizara una inserción inteligente del país en la economía internacional, por la vía de diversificar y ampliar las exportaciones. No ha sido fácil y se han tenido que vencer muchas animadversiones y prejuicios al cambio.

Hasta la CEPAL, que tanto influyó con su pensamiento en los economistas liberacionistas de la segunda mitad del siglo XX, tuvo que cambiar sus tesis y proponer nuevos paradigmas para el desarrollo económico y social de nuestros países, con fundamento en otros conceptos como la competitividad, la innovación tecnológica, el peso de las variables externas, la inversión extranjera directa, la importancia esencial de los servicios, el turismo, el acceso a mayores, más diversificados y más sofisticados mercados, aunque los mismos se encuentren, como es el caso de China, al otro lado del mundo y, fundamentalmente, a la necesidad inevitable del comercio internacional y la reforma estructural del Estado.

El que no entiende esta nueva realidad, no está en nada y defiende posiciones ultra conservadoras, aunque se diga de izquierda y sea dirigente sindical del ICE, el INS, RECOPE o JAPDEVA. De la misma forma, los del Movimiento Libertario siguen sin aceptar ni entender, porque no forma parte de su ideología neo-liberal, que no es posible enfrentar con éxito la globalización sin un Estado fuerte, ciertamente más pequeño, pero estratégico y planificador. Sin esa visión de Estado, que es la de la social democracia moderna, la globalización nos arrollaría por nuestra condición de país pequeño y dependiente de la economía internacional. Por eso y de cara al inmediato futuro, el tema de la reforma del Estado Costarricense es un tema que tenemos que discutir, responsablemente, con las otras fuerzas políticas y con los sectores del país. No hay otro camino.

El otro camino lo intentó el Presidente Carazo, a quien en lo personal respeto mucho y de cuya amistad, en esos años, me enorgullezco aunque no fui su partidario político. Muchos vieron con gran simpatía su nacionalismo a mi juicio mal entendido, frente a las exigencias del FMI y el Banco Mundial. Voy, sin embargo, a contar una anécdota cierta: un día de marzo de 1982, el Dr. Carlos Manuel Castillo me pidió, como Ministro designado de la Presidencia, que lo acompañara a una reunión al Banco Central. Nuestra sorpresa fue desconcertante, cuando se nos informó oficialmente que no existían divisas, ni reservas, para sostener el tipo de cambio del colón frente al dólar. El Banco Central estaba en cero, tanto como los anaqueles de los comercios y mercados estaban desabastecidos. Fueron los contactos técnicos de Carlos Manuel y la amistad del Presidente Luis Alberto Monge con altas figuras del gobierno del PRI, los que hicieron posible que una transferencia urgente, en dólares, del Banco Central de México, posibilitara iniciar trabajos el 8 de mayo de 1982 y evitar así el colapso económico total del país.

El primer PAE se negoció en esas condiciones adversas. Fue un ajuste estructural a una economía que estaba desbastada. A la vez y desde el Ministerio de la Presidencia, nos empeñamos en un Programa de Salvamento de las Empresas, por medio del cual el Poder Ejecutivo torció manos en los bancos, emitió avales e hizo todo lo posible por salvar de la quiebra y lo logró, a 120 empresas privadas que no resistían la devaluación del colón y el empobrecimiento nacional derivado de la primera crisis de los precios del petróleo. En el gobierno del Presidente Monge, no vimos a ese primer PAE como un fin en sí mismo. Lo vimos y aceptamos como un ajuste inevitable de una economía pequeña y como la primera y gran manifestación concreta, de que algo y para siempre, más fuerte que nosotros como país, había cambiado en la nueva era de la globalización y de la internacionalización de la economía. Esa fuerza es el mundo en el que hoy vivimos, en pleno siglo XXI.

De esa forma y con respeto, respondo al artículo “Fernando Berrocal y el falso centrismo progresista y reformista del PLN”, escrito por don Ricardo Segura Ballar.

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