La relevancia de un adecuado marco conceptual de análisis

Necesario para hacer análisis de riesgo político en América Latina

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Se ha lanzado este mes el informe “Riesgo Político América Latina 2023”, preparado por el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile, con el apoyo de la entidad IDEA Internacional en la región. En su presentación, el informe describe la previsión para el año que comienza como “un escenario de alta incertidumbre, inseguridad y volatilidad”. Un escenario preocupante, en suma.

La iniciativa de realizar un informe de este tipo, presenta ventajas e inconvenientes. La principal ventaja consiste en que anticipa información relevante para los actores sociales y políticos en la región. La desventaja es obvia: como toda previsión implica un cierto riesgo de que la realidad imponga su propio destino.

Por ello, para reducir ese riesgo, es necesario dotarse de insumos sólidos, tanto en términos de información estadística y no estadística, como en términos conceptuales. Un adecuado marco conceptual resulta decisivo. Pues bien, al observar el informe parece evidenciarse que, así como se ha realizado una recopilación de información relevante, se aprecian problemas importantes respecto del marco conceptual.

El asunto más grave refiere a una incomprensión de los elementos constitutivos del sistema político. En general se observa una visión “institucionalista descendente”, como he descrito en anteriores oportunidades; es decir, se piensa el sistema político desde los núcleos institucionales, públicos y privados, para descender luego hacia los ámbitos de la sociedad civil. No se entiende el sistema político como una relación entre gobernantes y gobernados. Lo cual implica que la responsabilidad del desempeño de la democracia depende casi exclusivamente de los primeros. Esa es la visión que atraviesa el informe. Así, la pregunta concluyente en la introducción del documento es: “¿Estarán los gobiernos y las empresas preparados para manejar altos niveles de riesgo político y navegar en aguas inciertas?” La respuesta, desde luego, es incierta. Pero la cuestión es que la pregunta es inadecuada por incompleta. Pareciera que la sociedad civil, la ciudadanía, no tienen que “manejar altos niveles de riesgo político”. En pocas palabras, son los gobiernos y las empresas quienes tienen la responsabilidad de la buena marcha de la democracia. La ciudadanía solo reacciona, no tiene ninguna responsabilidad en la defensa del sistema democrático.

Este aspecto inadecuado del marco conceptual tiene derivaciones claves respecto a la comprensión del papel de la ciudadanía. El informe mantiene una visión tradicional al respecto: la gente protesta ante las dificultades que afectan su bienestar socioeconómico. El asunto de si asume o no los parámetros del sistema democrático apenas tiene relevancia. De hecho, la cuestión de la cultura política no aparece tematizada en el informe. Cuando sucede que uno de los mayores problemas que enfrenta la región es precisamente la existencia de grandes bolsones de ciudadanía de baja cultura cívica y política. Como se ha insistido, una democracia sin demócratas convencidos que la sostengan resulta un imposible.

Al no mencionar el problema de la baja cultura política, se pierde una comprensión integral del efecto de las redes sociales. Dichas redes no solo pueden actuar negativamente para desinformar o intoxicar. El mayor efecto de las redes sociales es que han sacado a la superficie la incultura política democrática de vastos sectores de la población, que antes no se expresaban fácilmente y ahora pueden hacerlo sin esfuerzo.

Otra consecuencia refiere a la percepción restringida del tema de la polarización política. En el informe, la polarización pareciera solamente producto de una confrontación de minorías radicales. Esto es parcialmente cierto, porque lo actualmente relevante en la región es la división política y cultural de buena parte de los países latinoamericanos. Es decir, la polarización se nutre también de una profunda división sociopolítica que parte a los países por la mitad. Esta constatación permite realizar una percepción más cuidadosa sobre la situación regional.

En la presentación del informe se afirma “Latinoamérica ingresa al nuevo año con un mapa político reconfigurado: una nueva “marea rosa” con las 5 principales economías en manos de fuerzas de centro-izquierda o izquierda.” Puede que al comienzo de este siglo pudiera hablarse apropiadamente de “marea rosa”, porque se eligieron gobiernos progresistas producto del desplazamiento del electorado hacia la izquierda. Pero eso no ha sucedido en esta oportunidad. Los países presentan gobiernos en medio de una división radical del electorado. Es más correcto hablar de gobiernos progresistas con países políticamente divididos. Y parece dudoso que ello se pueda calificar propiamente de “marea rosa” como pudiera parecer a primera vista.

En suma, resulta altamente recomendable que la elaboración de estos informes sobre riesgo político en América Latina, presten mas atención a los aspectos conceptuales, además del trabajo de compilación de datos, para evitar sesgos de percepción que pueden reducir el rigor de sus planteamientos y predicciones.

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