20 de marzo de 1856
Vladimir de la Cruz
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Los filibusteros llegaron a Nicaragua en 1855, invitados a participar en el conflicto político interno que tenían allí. A finales de 1855 ya ocupaban un lugar privilegiado en el escenario político nicaragüense.
Contra ellos hubo, en Nicaragua resistencia. De ello se recuerda al maestro Emanuel Jeremías Mongalo y Rubio, quien el 29 de junio de ese año, en una batalla en la ciudad de Rivas, se ofreció de voluntario para con una tea quemar la casona donde se ubicaban los filibusteros, casona de Máximo Espinoza, quien era Prefecto y Sudelegado de Hacienda, del Departamento Meridional, de Nicaragua, en esa entonces. Su gesta hizo que en Nicaragua, el 29 de junio, se inmortalizara como el “Día del Maestro”. Un acto similar realizó, en la misma ciudad de Rivas, poco tiempo después, el héroe nacional, Juan Santamaría, el 11 de abril de 1856, que provocó la huida y retirada de Walker en esos días.
Legitimistas y Democráticos eran los bandos en pugna en Nicaragua. Los Democráticos eran los liberales, los Legitimistas, los conservadores.
La guerra interna de Nicaragua llevó a William Walker al poder, quien había llegado a Nicaragua con un grupo de soldados, mercenarios, aventureros, llamados filibusteros, conocidos como la Falange Americana. La ciudad de Granada había sido tomada por los filibusteros el 13 de octubre de 1855, cuyo resultado fue el nombramiento de Patricio Rivas como Presidente Provisorio de Nicaragua, quien impuso a William Walker como General en Jefe del Ejército.
Ambos, a finales de ese año, de 1855, publicaron un mapa de la República de Nicaragua que extendía sus límites sobre toda la Península de Nicoya y la Provincia de Guanacaste, desde la desembocadura del río Tempisque hasta la desembocadura del río San Juan, abrigando en ese mapa los intereses nicaragüenses que desde 1824 mantenían por recuperar las tierras del Partido de Nicoya, que se habían adherido por su propia voluntad a Costa Rica, situación que habían mantenido en disputa en los organismos políticos de la Federación Centroamericana, mientras existió.
Esta situación alertó al gobierno y al Presidente de Costa Rica, Juan Rafael Mora Porras. La amenaza filibustera era evidente. La crisis política interna en Nicaragua provocaba gran inestabilidad regional. Walker tenía sus propios planes expansionistas norteamericanos, que incluían la anexión de todos los territorios centroamericanos y el de someter la población a la esclavitud, bajo la influencia de los estados sureños de los Estados Unidos.
Desde el 1 de enero de 1855 el Presidente Mora había advertido, a los costarricenses, sobre la inestabilidad política de Nicaragua, llamando a los soldados a defender todo el territorio nacional con “igual entusiasmo”. Por su parte el embajador de Costa Rica en Estados Unidos, Felipe Molina, había alertado al Presidente Mora sobre los planes de Walker y el riesgo de invasión que había. Eso permitió preparar el país, al pueblo y al ejército para enfrentar el peligro de Walker.
A finales de 1855, el 20 de noviembre, el Presidente Mora hizo su primera Proclama llamando al pueblo a prepararse para la guerra. Allí dijo categóricamente: “Alerta, pues, ¡costarricenses! No interrumpáis vuestras nobles faenas, pero preparad vuestras armas… resueltos a defender la patria como a la santa madre de todo cuando aman y a exterminar hasta el último de sus enemigos”. El Obispo, Anselmo Llorente y La Fuente, secundó su llamando a combatir al “bárbaro protestante”, por el origen no católico de los filibusteros.
Durante la Guerra Nacional contra los filibusteros el Presidente Mora pronunció 26 proclamas.
A inicios de 1856 Walker comisionó a su Coronel Louis Schlessinger para entrevistarse con el Presidente Mora, advertirle de la situación y solicitarle prácticamente su sometimiento. El Coronel Schlessinger no fue recibido y se le prohibió el ingreso al país. Walker preparó así la invasión, la que inició en marzo.
El 1 de marzo de 1856, por su parte el Presidente Mora, luego de haber recibido el respaldo del Congreso, marchaba con el ejército hacia el norte del país, y hacia Nicaragua, convencido de que allí había que derrotar a los filibusteros para poder asegurar y garantizar la Paz, la Soberanía, la Libertad, la Independencia de Centroamérica y la de Costa Rica.
Ese 1 de marzo de 1856, el Presidente Mora había declarado la guerra a los filibusteros y advertía: “¡A las armas! Ha llegado el momento que os anuncié. Marchemos a Nicaragua a destruir esa falange impía que la ha reducido a la más oprobiosa esclavitud: marchemos a combatir por la libertad de nuestros hermanos”.
El mando militar del Ejército estaba preparado para ir al combate. La milicia de voluntarios se había movilizado e integrado, la infraestructura militar se había preparado, el apoyo logístico y de asesores para la guerra se había asegurado y adquirido el armamento necesario.
Así se inició la marcha hacia el norte. La ruta de los Héroes, saliendo de San José hasta Liberia, estaba definida: San José, La Garita, Atenas, San Mateo, Esparza, Puntarenas. Desde Puntarenas hasta Liberia, por tierra, y por mar, atravesando el Golfo de Nicoya, adentrándose por el río Tempisque hasta los puertos de Bolsón y Bebedero. De allí a Bagaces hasta llegar a Liberia. Hubo otras rutas trazadas, por Sarapiquí; por vía marítima bordeando la Península de Nicoya hasta San Juan del Sur, en Nicaragua; y, otra, usando el río San Juan.
Día a día se hacían los reportes y partes de guerra del avance de la tropa. Alrededor del 17 de marzo la tropa estaba concentrándose en Liberia. Allí también se había movilizado la tropa de llaneros, lanceros y sabaneros de Guanacaste jefeada por el General José María Cañas, cuñado del presidente. El ejército iba encabezado por el General José Joaquín Mora Porras, hermano del presidente.
El 20 de marzo, un día como hoy, se tenía noticia de la presencia de los filibusteros en el Llano del Coyol, por lo que el General Mora envió una columna, que superó el engaño que quiso hacer un filibustero capturado, hacia la Hacienda Santa Rosa, donde estaban establecidos los invasores. Se rodeó la Hacienda en todos sus detalles, con gran precisión: los corrales, el callejón, las casas, la plazuela, las cercas de piedra; se controló la colina y las lomas.
Así, se ordenó atacar por el frente, por los flancos de la derecha e izquierda de la Casona, con dos cañoncitos; se flanqueó la retaguardia de las casas y se preparó la caballería para atacar al enemigo cuando saliera de la Casona. Los filibusteros casi sin capacidad de combate optaron por huir.
A los 14 minutos de combate la tropa estaba en orden, tranquila y en posesión de la Hacienda Santa Rosa. El combate produjo 26 filibusteros muertos, 19 prisioneros, 400 filibusteros huyendo y perseguidos implacablemente por todas partes. Pocos muertos nacionales, 16 muertos y 25 heridos, entre ellos algunos oficiales, José María Gutiérrez, Manuel Quirós, Justo Castro, Manuel Rojas, Joaquín Ortiz, Clodomiro Escalante, Vicente Velarde, Mateo Marín, Santiago Millet, Joaquín Fernández, Felipe Ibarra, Jesús Alvarado, Macedonio Esquivel…
El balance de la batalla el Presidente Mora lo resumió así: “Con un ejército como el que tengo se puede pelear y morir con gusto, pues no hay palabras bastantes para exagerar sus buenas calidades, su valor y sufrimientos en los trabajos”.
La gloriosa Batalla de San Rosa, del 20 de marzo de 1856, para mí, es la más importante de toda la Guerra Nacional contra los filibusteros; se realizó en territorio nacional, se aseguró la no presencia de filibusteros en el territorio nacional y su expulsión de las tierras costarricenses, se le infligió a los filibusteros una derrota militar y moral que los marcó para los siguientes combates; exaltó el valor y la estima de nuestros combatientes. Fue una memorable jornada de combate y una heroica victoria de valor y bravura del pueblo costarricense.
¡Gloria a los héroes de la Batalla de Santa Rosa!
¡Gloria a la memoria de los caídos en Santa Rosa!
¡Gloria al Presidente Juan Rafael Mora Porras, a los Generales José Joaquín Mora Porras y José María Cañas Escamilla!
Historiador