La existencia y la vida

(Cosas de aeropuerto)

Conversaciones con mis nietos

La existencia es, mientras que la vida parece ser, la existencia, por lo tanto, no es la vida”. Meher Baba

Arsenio Rodríguez

[dropcapFui[/dropcap] a buscar a mi nieta al aeropuerto. Ella venía de Nueva York, a pasarse un fin de semana en este lugar costero donde vivo. La esperaba frente a una escalera mecánica por donde bajan los pasajeros que llegan. Tantos aeropuertos pensé, que yo visité en mi vida a raíz de mi trabajo internacional, tanta gente pasando por ahí que uno no sabe quién es. Siempre me había llamado la atención esto de ver tanta gente en los aeropuertos, cada uno cargando su personalidad, luchas, secretos, esperanzas. Pero entonces yo tenía prisa, iba para algún sitio con planes y anticipaciones, trazando estrategias en mi mente, cargado de puntos de vista, preocupado por mi vida y mi agenda.

Ahora no, en mi edad octogenaria, no tengo agenda, ni prisa. Y exploraba cada rostro pasando, los intensos, los preocupados, los coquetos, unos con luz en los ojos, otros de ceño fruncido, los sonrientes, los aventureros. Y nuevamente me asombraba tanta gente que no conozco, y nunca conoceré.

En el teléfono celular salieron varias noticias de Trump. Noticias y comentarios se derramaban en esa ventanita iluminada. Que susto es ver la historia en su presente, sin saber cómo terminará todo. Pensé en Calígula, en el imperio romano, en todo lo que dice la historia que ha pasado antes. Y Trump también pasará. Así parece que es la evolución. Creo que la humanidad sobrepasará los prejuicios del momento y que la civilización por venir será más planetaria, más compasiva y menos egoísta. Así soñaba mientras veía una procesión interminable de rostros pasando ante mis ojos y memoria.

En medio de estos pensamientos reflexioné, sobre algo que nos sucede a veces, y que nos lleva más allá de la mente, y del pensamiento. Todavía no puedo entenderlo. Pero surge con la mirada cariñosa de un perro, el canto de los pájaros que nos cautiva en un paseo matutino, o el abrazo de un extraño que nos toca el corazón. Pero hay algo, que sucede a veces, donde las dimensiones se tambalean y las noticias no tienen importancia y el tiempo parece dejar de existir. Donde se esfuman las locuras y posturas de políticos y sus seguidores, y también las nuestras, los juegos de poder y avaricia, nuestras pasiones de consumo, y eso de sentirnos más importantes que los demás.

Las promesas de la tecnología, la Inteligencia Artificial, los visores inmersivos, lo que sea, se convierten en juguetes inútiles, que no pueden comprender ni emular, la majestuosidad de la vida, la consciencia de la consciencia. Y mucho menos eso que llamamos Amor, que inunda nuestro ser y nos lleva a lugares que no son lugares, donde aún sin entender nada, sabemos todo. Sí, esa chispa, esa espontaneidad inesperada, que es impredecible y que no es programable. Esa gracia que cuando amanece, todo lo transforma y lo sostiene. ¿De dónde viene esto?

No lo puede uno capturar con el pensamiento, es inexplicable y no se consigue a través de esfuerzos. Está más allá de los cinco sentidos, las palabras, y los entendimientos, libros sagrados, leyendas, métodos, rituales e instrucciones. Sucede por casualidad, y nos lleva a momentáneamente a encontrarnos con nosotros mismos.

Parece ser estar siempre latente, pero no hay nada que uno pueda hacer para incitarlo a manifestarse, o tal vez está manifestándose todo el tiempo, pero como siempre estamos mirándonos al espejo, o pendientes de nuestra mente, no lo percibimos.

A veces, esa experiencia más allá de la experiencia, más allá de la mente, permanece como una especie de sensación remota, como un verso oculto que de alguna manera se filtra, y se siente en la aridez cotidiana donde nos movemos.

Las palabras, no pueden describir ese momento más allá de momentos, cuando percibimos ese algo que parece estar todo el tiempo adentro de nosotros. Y de momento nos sentimos flotando en medio de la vida, como sonámbulos. Las cosas concretas habituales, que enfrentamos en nuestro entorno y dentro de nosotros; los demás, los impulsos internos, las rutinas de nuestra vida, se vuelven como en una película. Uno parece estar actuando un papel en su propia obra de teatro.

Bajo esta influencia, la mente contempla perspectivas no vistas, profundidades nunca imaginadas, y uno se siente a sí mismo, como entretejido en un solo tapiz, donde todo parece estar orquestado, en una perfecta armonía de belleza y coincidencia. Y cada momento cotidiano se vuelve trascendental, y todo se vislumbra como una obra entrelazada. Surge una sensación sutil de serenidad y alegría, de confianza, aun cuando uno no entiende nada, pero realmente no hay nada que entender.

Uno se convierte en parte del bosque, los pájaros cantan adentro de uno, nos convertimos simultáneamente en testigos, espectadores y actores. Nuestra identidad, como en los sueños, lo abarca todo, aun sin saber quiénes somos, y sentimos una extraña integración, una percepción simultánea de ser parte de todo lo que nos rodea.

Esos momentos de apagón del proceso mental fragmentado, pueden ocurrir en cualquier lugar, ya sea en medio de un bosque remoto, viendo un hermoso amanecer, o transitando en un aeropuerto concurrido. Y a medida, cuando uno va recuperando la «normalidad«, es como despertar dentro de un sueño, aun soñando, atónito, asombrado, saliendo de otra dimensión. Tratando de explicarnos que sucedió, intentando volver a esa consciencia que lo incluía todo, de una manera que no se puede explicar, sino simplemente sentir.

Estamos siempre a merced de la fragmentación y la individualización; impulsos por completar, ciclos de sensaciones, reafirmaciones de nuestra identidad y los esquemas mentales que nos definen, nuestros deseos, opiniones, prejuicios y puntos de vista. Y esto es ineludible, excepto cuando tenemos esos destellos espontáneos de percepción simultánea, y nos fundimos en esa unicidad de ser.

Parece ser que esos momentos de despertar en santiamén, nos dan un atisbo del paradójico viaje de la evolución de la consciencia. Pero la mente, a través de procesos de racionalidad e intelectualidad es incapaz de definir, interpretar o teorizar, estas experiencias. Por eso, estas palabras que escribo aquí no son más que parte de un asombro, ante algo que a veces nos sucede, al sentir una realidad que es imperceptible, con la inteligencia mental racional.

Y sólo ese Silencio de pensamiento y palabras, esa percepción interior, que surge de la nada y no es medible en el tiempo, que trasciende la mente, puede revelar de una manera inexplicable, un Ser que es indescriptible.

Perdón, se me fue la mente por un instante, esperando a mi nieta. Pero ya regresé a la pura vida, a la desesperación y la esperanza, el estancamiento, la euforia, la frustración, los vicios implacables, los intentos de virtud. A esta prisión de individualidad, que parece ineludible, a esta mente fragmentada con tantos recuerdos. Donde todo continúa sucediendo, dentro de la personalidad de cada uno, desempeñando su papel y siendo percibido por cada observador en la audiencia de los «otros«.

¿Y cómo puede uno diferenciar sustancia de espejismo? Cuando uno está tan sediento y expuesto a un bombardeo constante de información, que se concentra en afirmar nuestra fragmentación. Cuando nos creemos que somos nuestras mentes, nuestros egos y estamos siempre a la defensiva, para protegernos de las intrusiones de los otros que desafían nuestra autodefinición.

Basta pensar en lo que llamamos vida. Nacemos, crecemos y morimos. Heredamos los puntos de vista como verdades, a través de costumbres y la tradiciones que representan los miedos y las percepciones acumuladas por generaciones anteriores. Pero la vida, parece ser más profunda y compleja. Está hecha de bailes de moléculas desenfrenadas, y pequeñas cosas como neutrinos que están más allá del control, por estas tiernas mentes egoístas nuestras. Sí, los soles, las galaxias y nuestros corazones, parecen estar más allá de reglas mentales, y les importa un bledo las tradiciones y las ambiciones.

Parece que hay un Universo salvaje, afuera y adentro de nosotros. Un universo que se ríe de nuestros intentos de digitalizar momentos con rigidez, en medio de un imperativo de cambio constante. Que hace caso omiso a ingenieros y expertos, y con travesuras espontáneas, salta por encima de fórmulas y prescripciones, derramándose en torrentes de amor, pasiones cósmicas y amaneceres, en una fiesta infinita de Existencia que busca la realización, la satisfacción del Amor y el capricho infinito.

Mas allá de los ritmos de la de la vida inventados por nuestras mentes cansadas, y el contexto, de todas las percepciones de nuestra imaginación. Y bueno ya llegó mi nieta Julia, se me acabó el tiempo de pensar en musarañas, tengo que volver a la “realidad”. ¿Será?

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