Fernando Berrocal
Mi generación y las nuevas generaciones, las de mis hijos y mis nietos, hemos sido testigos de uno de los procesos más increíbles y profundos que ha experimentado el ser humano: el mundo se hizo una “aldea global”.El mundo de hoy cabe en un teléfono celular inteligente y toda la información disponible, de cualquier tipo que sea, está en línea y es accesible a todos los niveles económicos y sociales, en todos los países y territorios del planeta, sin distinciones de ninguna naturaleza.
Esta es la gran revolución de nuestro tiempo y sus efectos son determinantes en la conducta de los seres humanos y hasta de los animales y objetos que nos rodean y cada día que pase la interrelación será más profunda y más activa.
Por eso, digan lo que digan, el siglo XXI será el siglo de la libertad y no del autoritarismo. Pero también será un siglo de gran pragmatismo político. Lo anterior es obvio. Lo importante es que igualmente fuera para los votantes la importancia de la variable “política internacional”, en la experiencia y el perfil de nuestros candidatos. Quien no conozca el mundo y tenga buenas relaciones en el mundo, no tiene ningún futuro que ofrecerle a Costa Rica
Nuestro país debe tener una política internacional que, a la vez que defienda los principios democráticos que siempre nos singularizaron y diferenciaron en el mundo, sea capaz con sentido pragmático, inteligencia, contactos de alto nivel, realismo y capacidad de negociación, integrar a Costa Rica al mundo.
Eso significa superar y trascender nuestra vieja y anquilosada política internacional y actuar con liderazgo y visión en el mundo de la diplomacia internacional, dando prioridad a nuestros “intereses económicos” y a los factores reales y geoestratégicos de nuestro país, en el mundo del presente.
Henry Kissinger escribió una vez con gran realismo una frase para los anales de la diplomacia: “Los Estados Unidos no tienen amigos. Tienen intereses”. Costa Rica, como país pequeño, necesita de buenos amigos y aliados, pero llegó el momento de que los “intereses económicos” del país sean prioritarios y que el Ministerio de Relaciones Exteriores trabaje de la mano y muy bien articulado y coordinado con el Ministerio de Comercio Exterior, el Ministerio de Turismo (ICT) y los sectores privados organizados, para que nuestras embajadas y diplomáticos acreditados en el exterior, sean activos y eficientes agentes y promotores del desarrollo nacional, facilitando y estimulando inversiones extranjeras, trasferencia de tecnología y la llegada de millones de turistas a disfrutar de nuestras playas, volcanes y bellas reservas verdes.
En la “aldea global” se acabó el tiempo de una diplomacia de cocteles y abrazos superficiales. Así sea con los Estados Unidos, la Unión Europea, China, Japón, Rusia, Corea del Sur, Centroamérica, al norte y al sur, al este y al oeste de nuestras fronteras, debemos construir una agenda de resultados concretos y tangibles, apalancada por una política internacional moderna y pragmática.