Irán toma la palabra

Guadi Calvo

Línea Internacional

La lógica política del régimen sionista, que desde hace setenta años ocupa Palestina, ha sido desde el primer momento sinónimo de aniquilamiento: bombardeos, asesinatos, invasiones, usurpación y un largo etcétera, que el mundo, incluso la comunidad árabe-musulmana, a excepción de algunos momentos históricos y algunas fuerzas de resistencia, le han tolerado. En algunos casos, por la culpa de haber permitido, tolerado y en más de un caso alentado, el holocausto nazi y estrictamente a las naciones de Medio Oriente, conveniencia económica o política o temor a la reacción de los Estados Unidos, el gran titiritero de toda esta tragedia. Recientemente, el Primer Ministro sionista Benjamín Netanyahu, en su cuenta de X, dirigiéndose al pueblo iraní, advirtió que Israel era capaz de llegar a todos los rincones de Asia occidental, insinuando, además, planes de cambio de gobierno para Irán.

Si bien, de hecho, con la revolución de 1979, Irán apareció como una posibilidad de un cambio a esa ecuación, sometido inicialmente a la larga guerra que Occidente y otras naciones de la región alentaron al Irak del tan vituperado Sadam Huseín, que se devoró los primeros ocho años de la revolución y que apenas salía de ella, de inmediato debió lidiar hasta hoy con sanciones, bloqueos y boicots económicos, que si bien demoraron su desarrollo, a todas luces no lo han impedido, por lo que el pasado primero de octubre ha decidido tomar el lugar que la historia le tenía reservado.

Por primera vez, lo había hecho con lo que se conoció como la Operación Promesa Verdadera 1 del pasado trece y catorce de abril, después del ataque judío a la embajada persa en Damasco (Siria). Dicha operación tuvo un carácter diplomático, podríamos decir, de alta intensidad, y que finalmente se resolvió en eso. Pero en esta oportunidad, con la puesta en marcha de la Operación Verdadera Promesa 2, el primero de octubre, es por fin la aceptación de la declaración de guerra que el régimen sionista declaró a Irán hace años.

Irán acaba de advertir a los Estados Unidos, a través de Qatar, que «la fase de autocontrol unilateral ha terminado». Anunciando, además, que cualquier ataque judío tendría una «respuesta no convencional» que incluiría su infraestructura.

Lo que representa, en esta oportunidad, un giro de ciento ochenta grados en las políticas de Teherán, que hasta el pasado martes había intentado no enfrentarse en una guerra abierta a Israel, porque sabe que es una guerra abierta contra los Estados Unidos y por los menos contra el Reino Unido, existiendo la posibilidad que arrastre no solo algún otro país europeo, sino, incluso, de Medio Oriente, particularmente de las monarquías sunitas del Golfo Pérsico. Además, hay que recordar que en el pequeño archipiélago de Bahréin tiene su sede la Quinta Flota norteamericana, a doscientos kilómetros cruzando el golfo, de la costa iraní y a unos mil de Teherán. Lo que obliga a Irán a moverse sabiendo que tiene una navaja en la garganta.

No hay una cifra cierta de la andanada misilística lanzada por la Guardia Revolucionaria (CGRI). El pasado primero, algunas fuentes hablan que fueron cuatrocientos, mientras que otras estiman la cifra en unos cientos ochenta. Tampoco está claro cuántos proyectiles lograron perforar el sistema defensivo judío conocido como la Cúpula de Hierro, con la que también colaboraron los Estados Unidos y la aviación británica, por lo que se desconoce el daño infligido, a pesar de que sí se sabe que los misiles hipersónicos persas, Fattah, capaces de penetrar los radares judíos alcanzaron objetivos militares, aunque es un secreto total los daños producidos a las bases militares apuntadas a Nevatim, Netzarim y Tel Nof. Las dos primeras albergan escuadrillas de F-35 y F-15 utilizadas para los bombardeos a Líbano. La inteligencia norteamericana debió reconocer que esta última operación ha tenido una magnitud mucho mayor a la de abril.

Según las autoridades de Teherán, la operación fue en respuesta de los asesinatos de importantes líderes del Eje de la Resistencia, incluyendo al jefe del Politburó de Hamás, Ismail Haniyeh, a fines de julio, de vista en la capital iraní, el secretario general de Hezbollah, Hassan Nasrallah, y al comandante del CGRI, Abbas Nilforushan, asesinados, por el bombardeo del viernes veintisiete del barrio Dahieh, al sur de Beirut.

Las declaraciones sionistas tras el ataque difieren entre sí; según el Primer Ministro Benjamín Netanyahu, la operación fue un fracaso, afirmando que la mayoría de los proyectiles que se dirigían hacia él habían sido interceptados. Aunque el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Daniel Hagari: “la ofensiva marcaba una escalada grave y peligrosa». Lo que concuerda con la opinión del asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, quien definió la acción iraní como: “Una escalada significativa y un evento significativo”.

El extermino del Líbano

La invasión sionista en Líbano continua y, como ya habíamos dicho, en esta oportunidad tendrá las mismas características que tiene el genocidio en Gaza, superando ya los mil muertos. Israel, otra vez, está yendo por todo, y de no lograr detenerlos, los combatientes de Hezbollah, nos aproximamos a la desaparición de esa nación.

A lo largo del jueves tres continuaron los ataques aéreos en Beirut; se sabe que además de atacar oficinas de Hezbollah, los bombardeos han tenido como objetivo tanto los del jueves como los del miércoles, clínicas y hospitales, al menos. En el ataque contra la Organización Islámica de Salud, murieron al menos paramédicos.

El número de desplazados en el Líbano ya ha superado el millón doscientos mil, cifra que se incrementa, hora tras hora, dadas las constantes amenazas de la FDI a la población para que abandonen sus viviendas, porque la ofensiva va a continuar.

Mientras tanto, combatientes de Hezbollah han detenido el intento judío de ingresar a Líbano por la Porta di Fátima, un antiguo paso fronterizo entre Kafarkila, (Líbano) y Metula, (Israel), a escasos noventa kilómetros de Beirut.
Al tiempo, el ejército libanés ha repelido con artillería ataques de las FDI, lo que marca la primera acción del ejército, una fuerza mucho menor que el Hezbollah, contra los invasores.

También se ha conocido que la dirigencia de Hezbollah había acordado un alto el fuego de veintiún días, lo que Israel violó, con lo que logró asesinar al comandante Nasrallah.

En este contexto de guerra abierta contra Líbano, los sionistas no han olvidado ni un momento a Gaza, donde siguen bombardeando a la población civil, habiendo asesinado en las últimas horas a cerca de cien personas.

Atender estos dos frentes es lo que ha hecho que Tel Aviv, por el momento, no haya respondido al ataque Irán, como si lo había hecho en abril, pesar de contar con el total acuerdo norteamericano.

Frente a esta realidad, el presidente iraní, Masoud Pezeshkian, visitó Doha (Qatar) el miércoles dos, en el marco de una cumbre asiática, donde parece haber alcanzado un acuerdo de neutralidad de los estados del Golfo, en caso de una escalada israelí-estadounidense contra su país. Por su parte, Majid Takht-Ravanchi, un altísimo funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán, también se entrevistó con diplomáticos internacionales en Teherán para advertirles que, si Israel replicaba sus ataques, recibirían «una respuesta aplastante e instructiva». Al tiempo que el ministro de Exteriores, Abbas Arivechi, llegará a Beirut, con órdenes de alcanzar un alto el fuego.

Después de que, en Doha, acompañado al presidente Pezeshkian, mantuvo conversaciones con los ministros de Relaciones Exteriores de los seis estados del Consejo de Cooperación del Golfo y en un aparte con el ministro de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita, donde obviamente la situación de Líbano y la reacción iraní fueron el tema fundamental de las conversaciones en las que claramente Irán ha tomado la palabra.

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