¿Importan los pobres?

Circunloquio

Yayo Vicente

Yayo Vicente

¿Deben importar los pobres? La pregunta puede parecer redundante, ¿importan los pobres?. La respuesta religiosa y políticamente correcta, es afirmativa. Nadie se atreve a decir que la pobreza del Otro le importa un “pepino” y es la respuesta silenciosa predominante. La respuesta que vale no es lo que digamos, es lo que hacemos o dejamos de hacer.

Durante muchos años, después de la Guerra Civil de 1948, se hizo cierta la Proclama Ideológica de Santa María de Dota, cuando dice:

El día en que terminemos la guerra contra la mala fe, iniciaremos una nueva guerra: la guerra contra la pobreza.

La victoria del ejército será la Segunda República; y la victoria de la Segunda República será el bienestar del mayor número.

El hombre ya tiene medios de producción capaces de colocar en un plano elevado, material y espiritual, a todos los miembros de la comunidad. Los economistas de la Segunda República, en colaboración con todos los costarricenses de buena intención, sabrán aplicar esos medios para que desaparezca el espectáculo de las grandes mayorías empobrecidas, por la diferencia y por el privilegio.

Nos recuerda Marcelo Prieto a Daniel Oduber, cuando el 12 de octubre de 1986, dijo “…mientras exista un hogar costarricense que viva en la miseria, debe luchar Liberación Nacional”. Durante varias décadas, con el PLN a la cabeza, la política costarricense se situó al centro. Durante esa época la pobreza estaba en la agenda política de todos los partidos políticos. El tema tenía prioridad por varias razones, para empezar, los pobres eran la mayoría de la población y el fortalecido sistema electoral los puso a votar y su voto era respetado.

El país logró bajar la pobreza, los pobres llegaron a ser apenas una quinta parte de la población, pasaron de ser mayoría para convertirse en minoría. Aclaremos, el trabajo quedó inconcluso, pues quedan un millón de personas pobres, sin las tres comidas al día, son muchos hogares en congojas. Antes de tiempo, nos golpeó el “Consenso de Washington”, donde las personas, el ambiente, la política, la educación, la cultura, la agricultura y el consumo están al servicio de la economía. Una sociedad “econocentrista”, relega todo a un segundo y tercer plano, incluyendo al ser humano.

Reunir el caballo

El buen montador, cuando el caballo pierde el paso o se “desordena”, lo “reúne”, es decir, lo detiene para empezar a caminar desde cero. Algo así habrá que hacer, reiniciar el sistema, recordando que falta mucho por hacer con la pobreza del presente y del futuro.

Con orgullo recordamos a nuestros ancestros, su trabajo y visión nos dejó a la Costa Rica de la cual estamos orgullosos. La visión y los mecanismos que usaron nuestros abuelos primero y nuestros padres después, no deben ser necesariamente los mismos que usemos nosotros en el siglo XXI. Podemos rechazar ad portas las recetas que nos trajeron a nuestra realidad, pues, aunque exitosas en el pasado pueden no serlo hoy. Christiana Figueres, nos llama la atención al decir que somos los ancestros de nuestros hijos y nietos. ¿Estaremos esforzándonos lo suficiente para ser ancestros a quienes recordarán con orgullo?

Descartar modelos, nos obliga a sustituirlos por otros más adecuados, ¡nada de cruzarse de brazos!. El objetivo no cambia, construir una sociedad justa, en el contexto que vivimos. Queda camino y el reto significa arremangarse.

La unión y la fuerza

Somos una especie social, nos agrupamos para ser exitosos. No debe ser que nos agrupemos para vivir pocos a costa de muchos. Los sistemas de organización deben propiciar equilibrios y evitar injusticias, todo eso solo se consigue siendo solidarios.

La embestida del “Consenso de Washington” nos sacó del camino, nos desconcentró y desconcertó. Cuando coronamos a la señora Plata y la sentamos en el trono, la pusimos por encima de todo, sin imaginar las consecuencias. De repente el éxito es sinónimo de riqueza individual, encandilados dejamos de ver a quienes están quedándose atrás.

Los héroes en estas circunstancias lo son, aunque no estén empacados con valores, aunque no los acompañen virtudes de gran significado. Un campeonato mundial de fútbol, ganado con “la mano de Dios”, es vitoreado, un deportista que gana una medalla con artimañas vale tanto o más que uno no tramposo, un narcotraficante rico tiene puertas abiertas. De repente, la riqueza monetaria como fin, se vale obtenerla por cualquier medio.

¿Podremos reorientarnos para sacar entre todos, a quienes la suerte o sus circunstancias no los favorece? Ese es el reto. La individualidad se contrapone a la red de apoyo.

Ser solidarios fue natural inmediatamente después de 1945. Conforme nos hemos alejado de la devastadora II Guerra Mundial, esa solidaridad viene de más a menos. La “red de apoyo” fue factor indispensable para sobrevivir, hoy creemos que son otras destrezas. Tal vez los “anti-vacunas”, que no creen en la “inmunidad de rebaño”, sean un buen ejemplo.

El modelo “cultural-económico”, no ayuda. El éxito se convirtió en sinónimo de acumulación de plata. El éxito se separó de la felicidad o satisfacción, una distorsión tremenda. “Dejo atrás al débil, porque el paquete pesa y me atrasa y lo hago sin remordimiento porque carezco de solidaridad”.

Pasar por encima de valores, se justifica si se alcanza fortuna. Son héroes deportistas adictos, ladrones y traficantes, corruptos, siempre y cuando tengan dinero.

Amortiguadores

El éxito del emprendedor está condicionado por distintos factores. La cuesta es menos empinada en sociedades como la de EE.UU. y más dura en la India, China o Costa Rica. Si nos acercamos, es más difícil en las costas y fronteras que en la Gran Área Metropolitana (GAM).

Por eso el ICE, cubrió la geografía nacional de electricidad y telefonía, el MEP, hizo lo suyo con escuelas y colegios, el MOPT logró la red vial más densa del continente, primero con caminos de penetración, luego lastreados, pavimentados y ahora de cuatro carriles e intersecciones fantásticas. La banca nacional pública, hizo una red de agencias sin igual, el MAG desconcentró sus oficinas y la CCSS nos cubrió de EBAIS, CAIS, clínicas y hospitales, de mar a mar y de frontera a frontera.

Sin fijarse si tiene como pagar o si el seguro privado cubre, nuestra gente enferma y tienen donde ir, los partos son hospitalarios, con las ventajas sanitarias del caso y los familiares del muerto, reciben una colaboración para el entierro de su ser querido. La desnutrición grado tres, desapareció y se mantiene a raya con salarios mínimos, CEN-CINAI, CECUDIS y alimentación escolar.

El enjambre institucional amortigua la pobreza y facilita la vida en las afueras de la GAM. Nuestros pobres son menos pobres que aquellos que viven en Calcuta, pero es insuficiente. Un millón de pobres son prueba contundente.

Pobreza material

Hasta aquí, nos hemos referido a la pobreza material. La pirámide de Maslow nos muestra que luego de satisfacer las necesidades básicas humanas: comida, techo y abrigo, que es la base de la pirámide, le siguen seguridad y protección y después las necesidades sociales, como la pertenencia y el amor.

Pobreza futura

El cuento es de nunca acabar, en el futuro nos enfrentamos a la pobreza tecnológica, una sociedad justa no lo es si algunos quedan privados de los avances tecnológicos, por ejemplo, en genética y el campo digital. Podemos ayudarle a una persona que se siente intimidada ante un cajero automático y ¿qué pasa con todas aquellas que no pudimos ayudar?.

La genética moderna está dejando de ser contemplativa, ya estamos en la fase de la intervención para curar enfermedades que son causadas por un ADN con problemas y pronto algunas personas nacerán sin los genes que determinan más de 3000 enfermedades. ¿Será posible pasar de “algunas”, para que se convierta en “todas”?

Solo dejemos atrás al Homo economicus washingtoniano y recuperemos al Homo sapiens africano, que evolucionó espiritualmente para ser solidario, educarse para hacer y escuchar música clásica, hacer y contemplar esculturas y ser feliz con más cosas que acumular riqueza.

Los pobres importan, la solidaridad es cada vez más importante. Si queremos dormir tranquilos, invertir tranquilos, producir con tranquilidad, hay que ponerse en esos zapatos y arremangarse para hacer y no quedarnos en decir.

CIRCUNLOQUIO. Viene del latín circumloquium. El Diccionario de Real Academia Española lo define como: “Rodeo de palabras para dar a entender algo que hubiera podido expresarse más brevemente”.

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