Hugo Díaz: el papá de la caricatura costarricense

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

De mis tiempos de juventud y un poco más allá, recuerdo muy bien las caricaturas de Hugo Díaz Jiménez. Él era muy bueno, pero principalmente tenía fisga y era mordaz, con mensaje social. Utilizaba diferentes seudónimos, según el medio de prensa en que publicaba sus caricaturas. Para La República firmaba como “Lalo”, para el semanario Pueblo era “Pancho”, y en el semanario 8 días usaba “Tuto”. Por el contrario, en el Semanario Universidad se descubría como “Díaz”, su verdadero nombre.

El uso de seudónimos era una manera de darle un caricaturista exclusivo a cada medio de prensa, pero también, era una estrategia para mantener coherencia discursiva con los lineamientos ideológicos de cada una de las publicaciones periódicas. De esta manera, el grado de libertad de expresión plasmado en cada caricatura varíaba según el medio de prensa.

Siempre compraba Pueblo, por sus caricaturas, que en este caso eran tipo historieta, y a colores, que era mucho decir en aquellas épocas. El director de Pueblo era Javier Solís Herrera, aquel excura que llegó a ser diputado por Pueblo Unido, y la posición ideologica del medio, era lo que podría llamarse ahora progresista o de izquierda, eso sí, hay que aclarar no comunista (ellos tenían su propio periódico “Libertad”).

Dependiendo del medio, así eran las temáticas abordadas; por ejemplo, las caricaturas de La República presentan puntos de vista mucho más comedidos que las de Pueblo, que se distinguía por una abierta posición de izquierda. Las caricaturas para Semanario Universidad se caracterizan por una gran agudeza, dado el margen de libertad de expresión que le brindó el medio, en donde el artista podía ser él mismo.

Los formatos también variaban de un medio a otro; por ejemplo, como ya mencioné, elaboraba caricaturas en forma de historieta para Pueblo. Las del Semanario Universidad se distinguían por una disposición alargada internamente y de portada completa, la interacción de muchos personajes y una gran cantidad de diálogos. En cambio, las caricaturas de La República solían tener un formato cuadrado, la presencia de pocos personajes y, generalmente, una reducida cantidad de diálogos. Todo esto hacía que sus caricaturas sobresalieran por una admirable capacidad de síntesis. En mi casa estábamos suscritos a La República, así que todos los días podía leer las caricaturas de “Lalo”, por eso las recuerdo muy bien.

Nació en 1930, en San José. Comenzó a dibujar desde muy joven; siendo estudiante en el Liceo de Costa Rica, realizó sus primeras caricaturas, inspirado en sus profesores y compañeros, que se publicaron, en 1950 en el periódico estudiantil del Liceo de Costa Rica, Vértice, y en el Diario de Costa Rica. En esos años fue discípulo de los artistas nacionales Francisco Amighetti Ruiz (1907-1998) y Juan Manuel Sánchez Barrantes (1907-1990). Su marcado enfoque social en la caricatura periodística se debería a la influencia de su tío político: el caricaturista Noé Solano Vargas.

No recibió una educación formal en el campo de las artes plásticas. Antes de dedicarse de lleno a la caricatura, trabajó como dibujante en ingeniería, publicidad y cartografía. En 1970, obtuvo el primer premio en el Salón Anual de Caricatura Noé Solano, lo que le facilitó iniciar una carrera como caricaturista. A lo largo de su trayectoria, la labor de Díaz sería reconocida mediante el otorgamiento de diferentes premios y homenajes, como el Premio Nacional de Periodismo Joaquín García Monge (1976), Premio Aquileo J. Echeverría en Artes Plásticas (1996) y Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez (2000). De destacar el Segundo Premio Editorial en el Salón Anual de la Caricatura en Montreal Canadá, con una caricatura de la visita del presidente de Estados Unidos Richard Nixon a China, todo un acontecimiento en su momento.

Lo social y lo político constituyen el eje central de su obra, al lado de las identidades costarricenses. En palabras del propio Díaz: “La caricatura no debe estar ajena a lo que sucede en el país”. La mayor parte de su obra la produjo durante las últimas tres décadas del siglo XX, que coinciden con el paso del Estado de Bienestar a la aplicación de políticas neoliberales. Díaz supo plasmar una identidad criolla a su obra, por lo que ha sido considerado el padre de la caricatura costarricense moderna. Parte de su producción ha quedado recogida en los libros: El mundo de Hugo Díaz (1977) y Díaz todos los días (1994). Este último recopila algunos de sus mejores trabajos desde la década de los setenta hasta 1993

Sobre su obra, podemos decir que se ubica en el ámbito del humor crítico que caracteriza a la caricatura latinoamericana, a partir de las décadas de 1960 y 1970. Este tipo de producciones busca señalar las contradicciones del sistema dominante e invitan al lector a asumir una perspectiva crítica. Así, para Díaz la caricatura era “un arma para sacudir a la gente”. En esta línea, se sitúa la obra del caricaturista mexicano Eduardo del Rio García (1934-2017), quien firma bajo el seudónimo de Rius, y de los argentinos Joaquín Lavado Tejón (1932-2020), conocido como Quino, y Roberto Fontanarrosa (1944-2007), por citar sólo algunos.

Podría decirse que fue un perspicaz relator del diario acontecer de Costa Rica, durante la segunda mitad del siglo XX. Su obra constituye una crónica de la vida cotidiana de los ticos y del suceder político del país. Su constante presencia en la prensa nacional, desde 1970 hasta el 2001, le permitió registrar las transformaciones que experimentó Costa Rica.

Una parte de su obra se decanta hacia la descripción del diario vivir de la gente común y corriente, y sus luchas cotidianas: sobrevivir a la “cuesta de enero”, la entrada de los niños a la escuela o “estirar” el salario o la pensión. Otra parte de sus caricaturas se dirige a relatar los “grandes acontecimientos” del momento —sean nacionales o internacionales— como guerras, actos de corrupción, estafas, crímenes o golpes de estado. Por supuesto, solo el transcurrir del tiempo determinaría la trascendencia o no de esos “grandes acontecimientos”.

Sus caricaturas sobre “gente corriente” conservan una gran vigencia: es fácil identificarse con las situaciones que presentan. En buena medida, estas obras forman parte de un ciclo constante, que con sus variantes se ha repetido y continúa repitiéndose en la vida de muchos de los habitantes de este país. En cambio, otras caricaturas abordan problemas políticos puntuales que en muchos casos solo son descifrables si se conocen los detalles del acontecimiento.

Su obra es sumamente inclusiva, puede decirse que todo el mundo tiene un lugar en sus caricaturas. Fue todo un maestro en la representación de tipos sociales. Sus caricaturas son el punto de encuentro para políticos, profesionales, empresarios, campesinos, obreros, empleados públicos, intelectuales, indigentes, pensionados, ladrones y desempleados. También, muestra la multiplicidad étnica y cultural de Costa Rica.

Representó los sucesos del momento desde la perspectiva de diferentes actores sociales, aunque es evidente su simpatía hacia los sectores más vulnerables. Sus propios puntos de vista quedaron expresados en las apreciaciones de personajes muy sencillos y humildes, usualmente provenientes del pueblo.

Fue hábil en la elaboración de “retratos” de conocidos personajes públicos; en este sentido, sobresalen las constantes caricaturizaciones del expresidente José Figueres Ferrer. Al lado de la representación de reconocidas figuras públicas, le dio al ciudadano común una voz en el universo de sus caricaturas.

Tampoco se olvidó del reino animal. Es distintiva la presencia de un gato callejero, cuyas apreciaciones sarcásticas —en gran medida— expresan su propia voz, por lo que este animalito cumple la función de firma del artista.

Mi personaje favorito era el de don Pepe (José Figueres Ferrer), que lo dibujaba a la perfección, captando toda la parte humorística del personaje, que se prestaba por su forma de ser y actuar, especialmente en su última administración y años posteriores, donde generaba suficiente “munición” para las caricaturas. En otras palabras, don Pepe siempre era tema. En realidad todos los presidentes, pero especialmente don Pepe.

Lo conocí personalmente. Él era muy amigo de una tía. A finales de los años 90 tuve un diferendo con la Editorial Costa Rica sobre el uso de unos dibujos de Juan Manuel Sánchez, para ilustrar una edición digital que había preparado de Los Cuentos de mi Tía Panchita de Carmen Lyra. Me contactaron de la editorial por teléfono, para decirme que no podía utilizarlos, dado que según ellos, tenían los derechos sobre esos dibujos. Le conté a mi tía, y entonces llamó a Hugo Díaz por teléfono, que para ese entonces era miembro de la junta directiva de la editorial. Fuimos hasta su casa en el barrio González Truque en Tibás, y ahí nos explicó que no era cierto lo de los derechos, que simplemente la editorial había acordado darle una ayuda económica a Sánchez. Lo recuerdo muy bien sentado en su mesa de dibujo.

Al revisar en estos días algunos libros y papeles viejos, que me había traído de la casa de mi tía, me encontré una excelente caricatura con una dedicatoria. Así fue como me nació la idea escribir sobre él.

 
Si quieren conocer más sobre el personaje y su obra, reproduzco en el anexo una excelente reseña que tomé del sitio web del sinabi.

Use como fuente primaria para esta columna, el texto de la exposición Unos días con Hugo Díaz: sacudiendo conciencias con humor del MCJ en conjunto con los Museos de la Universidad de Costa Rica, que tuve la oportunidad de ver hace unos años en la Casa del Artista Olga Espinach en Guadalupe.

La galería tiene caricaturas en su mayoría de la exposición, con algunas otras del sinabi y otras fuentes individuales. No tiene ningún orden en especial. Incluí en la galería las ilustraciones para una edición de Los Cuentos de mi Tía Panchita.

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Anexo

Hugo Díaz

Hugo Díaz Jiménez
1930 – 2001

 
Único caricaturista nacional distinguido con tres de los más altos galardones nacionales: el Premio Nacional de Periodismo Joaquín García Monge en 1976, el Premio Aquileo J. Echeverría en Artes Plásticas en la rama de caricatura en 1996 y el Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez en 2000, la más importante distinción en el campo del periodismo.

Reconocido dentro y fuera del país como el padre de la caricatura costarricense, Hugo Díaz es un hito en el humor gráfico nacional: sin él, no es posible comprender el desarrollo de la caricatura a partir de 1970. Junto con Fernando Zeledón Guzmán (F. Zele) impulsó la producción criolla y marcó una tradición.

Recibió el 1° premio en el Salón Anual de Caricatura Noé Solano en 1970 (en la categoría de caricatura humorística) y el 2º lugar en caricatura editorial en el Pabellón Internacional del Humor en Montreal, Canadá, en 1972.

En 1995, el Premio UNICEF Trayectoria por los niños reconoció su labor en este campo y como ilustrador infantil. Sus dibujos de Cocorí, esa figura emblemática de la literatura costarricense, han recorrido el mundo en la emisión de estampillas que circuló en 2003 y en 2008 como tarjetas telefónicas. Ilustró muchos libros, documentos y manuales, con caricaturas o dibujos, donde conservó el mismo estilo de la caricatura.

Asimismo, recibió el premio en la V edición del Concurso Aportes al Mejoramiento de la Calidad de Vida (1997) organizado por la Defensoría de los Habitantes, con participación de la Universidad de Costa Rica, el Consejo Nacional de Rectores (CONARE), la Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos en Centroamérica (CODEHUCA), el Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE) y el de Economía, Industria y Comercio (MEIC).

Discípulo de Francisco Amighetti y Juan Manuel Sánchez en sus años colegiales, fue Noé Solano, su tío político, quien, con su enfoque social en la caricatura periodística, influyó más en su trabajo.

Entre otros, publicó en el Semanario Universidad, La República, Pueblo, la revista Gentes y Paisajes y Contrapunto. Recurrió a una gama de seudónimos como estrategia para respetar la línea editorial de cada medio: Díaz en el Semanario Universidad, el periódico bisemanal Ojo y publicaciones en el extranjero, Lalo en La República, Pancho en el semanario Pueblo y Tuto en el semanario comunal 8 días. Utilizó otros seudónimos en publicaciones de muy corta vida.

Su labor en la prensa nacional abarcó la Costa Rica de 1970 a 2000. Lo político, lo social y la identidad nacional son los ejes estructurantes de su obra. Dos libros recopilan una parte de su fecundo quehacer humorístico: El mundo de Hugo Díaz (1977) y Díaz todos los días (1995).

Buen fisonomista, uno de sus personajes favoritos es el ex presidente de la República, José (Pepe) Figueres Ferrer. Sus múltiples facetas, registradas en caricaturas de los años 70 y 80, fueron compiladas en la exposición «José Figueres en la pluma de Hugo Díaz» (1991, Galería de Arte José Figueres).

La historieta nacional es deudora de su labor. Entre 1972 y 1979, creó una historieta semanal para Pueblo (guiones y dibujos) y a partir de 1975 también para su suplemento Campolibre. 69 de las historietas de Pueblo fueron reproducidas en El mundo de Hugo Díaz.

En el decenio del 80 creó historietas para el semanario 8días. También lo hizo para textos y campañas educativas. Entre los primeros, La abolición del ejército en Costa Rica del Centro de Amigos para la Paz (1996) y Por qué debemos planificar nuestro desarrollo del Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica (1989). En 1990, realizó la versión en historieta de la obra de teatro de Samuel Rovinski, Las fisgonas de Paso Ancho.

Para los segundos, la historieta para la campaña electoral de 1974, sobre la historia del Partido Socialista Costarricense y El candidato del País de la Fantasía (Miguel Ángel Rodríguez) publicado por el Partido Liberación Nacional. Asimismo, elaboró una historieta sobre la vida del general panameño Omar Torrijos en 1988.

Dentro de su propuesta, dibujó estampas de carácter folclórico que rescatan costumbres y tradiciones culturales costarricenses. La historieta Baldomero y Emeterio, con guion del periodista Miguel Salguero, y la sección: Da gusto vivir en mi tierra exhiben trabajos suyos sobre la vida del terruño y la idiosincrasia tica en la revista Gentes y paisajes. La historieta es publicada en página entera y a todo color de 1976 a 1978. «Así lo recuerdo» (1978) y «Recuerdos de San José» (1990) son exposiciones individuales que completan su propuesta, junto a calendarios con imágenes de edificios, monumentos y escenas para instituciones nacionales.

Sus obras también fueron reproducidas en el extranjero. Participó en múltiples exposiciones y documentos al interior y exterior del país. Apoyó proyectos de instituciones nacionales: ICOMOS, UCR, Estado de la Nación, Cruz Roja, Correos de Costa Rica, INS, ICE, Banco Popular, SUPEN, MIDEPLAN, Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, Ministerio de Vivienda, Ministerio de Agricultura y Ganadería, etc. Asimismo, junto a 47 caricaturistas latinoamericanos y europeos, fue seleccionado para formar parte del libro de editorial alemana Peacemaker (1988).

En 1999 donó una parte de su obra a la Fundación Omar Dengo (FOD) de Costa Rica para fines pedagógicos.

Participó en grupos de caricaturistas nacionales: en los años 80, en la Asociación Costarricense de Caricaturistas e Historietistas La Pluma Sonriente. En 1994, cofundó el Taller Experimental del Cómic, donde ocupó puestos de dirección.

Ha recibido múltiples homenajes (muchos de ellos póstumos) y distinciones: en 1984, La Pluma Sonriente le dedicó su 4º Salón anual. En 1994, la Comisión Costarricense de Derechos Humanos -de la que fue miembro fundador-, Amnistía Internacional y el Instituto Nacional de Seguros destacaron su lucha a favor de los derechos humanos y patrocinaron la exposición: «Los derechos humanos en las caricaturas de Hugo Díaz». En 1999, el Banco Popular y de Desarrollo Comunal y la Casa de Cultura Popular convocaron al Certamen de Caricatura Hugo Díaz en un homenaje más al maestro costarricense. En 2002, en homenaje póstumo, el Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH) con el apoyo de la Cooperación Noruega (NORAD) publicó el Calendario Afiche 2002 con chistes editoriales de Díaz. Así, impulsó una estrategia de promoción y priorización de tres ejes temáticos (Acceso a la justicia, Participación política y Educación en Derechos humanos) y tres enfoques transversales (Equidad de género, Diversidad étnica y Relación sociedad civil-Estado).

Desde 1970, fueron múltiples las exposiciones individuales y colectivas en las que participó, muchas auspiciadas por relevantes entidades públicas y privadas. Con predominio en caricatura, también las hubo en ilustración y pintura (óleo y acuarela): destacan la exposición «Hugo Díaz ilustrador» en 1995 (Museo de Jade Fidel Tristán, Instituto Nacional de Seguros), su muestra de paisajes al óleo en el Café del Teatro Nacional ese mismo año y «Personajes de Hugo Díaz» en 1996 (Casa Rosada, Asamblea Legislativa).

El legado de Hugo Díaz es enorme.

Fuente: sinabi

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