Etiopía: nuevas guerras en los viejos frentes

Guadi Calvo

Línea Internacional

La larga historia de Etiopía está plagada de guerras de todo tipo: anticolonialistas, de liberación, de escisión y múltiples conflictos civiles, regionales y tribales. Fiel a esa historia, aquellos viejos frentes de combate amenazan una vez más con reactivarse, tanto dentro del país como en sus fronteras.

Después de más de dos años de finalizada la guerra civil entre el gobierno federal y el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF) (2020-2022), que dejó cerca de un millón de muertos, otra vez ese fantasma separatista amenaza con corporizarse.

La decisión de Abiy Ahmed, el Primer Ministro de Etiopía, anunciada el pasado día veintiséis, de nombrar un nuevo presidente y extender el mandato de la Administración Provisional de Tigray (TIA) tras las demoras en la implementación de diversos objetivos establecidos en los Acuerdos de Pretoria (Sudáfrica) que concretaron el alto a la guerra civil en noviembre del 2022.

El ahora expresidente de la TIA, Getachew Reda, ha recibido críticas por el atraso en el establecimiento de una hoja de ruta para la elección de autoridades regionales. Además de la peligrosa demora en el proceso de desarme, desmovilización y reintegración de los milicianos locales, lo que alejaría la posibilidad de un nuevo conflicto.

La extensión de un año del mandato de la TIA y el nombramiento de un nuevo presidente en el ejecutivo regional no ha sido para nada una buena noticia para el histórico líder del TPLF, Debretsion Gebremichael, quien estuvo a cargo del gobierno regional cuando comenzó el conflicto en noviembre del 2020, y se mantuvo en el poder hasta los acuerdos de Pretoria.

Gebremichael, quien todavía mantiene una fuerte presencia en Tigray y continúa alentando la idea secesionista, había disparado fuertes críticas contra Reda, quien había sido su vicepresidente y principal negociador en Sudáfrica, y el primer ministro Abiy Ahmed.

En el comunicado, Addis Abeba informaba que la decisión del primer ministro se basa en que el gobierno interino de Tigray “lleva dos años en funciones, sin alcanzar las metas establecidas”, y nuevamente se encuentra en discusiones internas, que alejan las posibilidades de la institucionalización de Tigray y su pacificación.

Ya Ahmed había advertido al Parlamento acerca de que “algunos individuos de Tigray podrían intentar generar un nuevo conflicto contra el Gobierno federal”, utilizando la situación en regiones como las de Amhara, donde la insurgencia del FANO, que fue aliado del gobierno central durante la guerra civil y hace ya más de un año, tras romper con Addis Abeba, ataca tropas de las Fuerzas de Defensa Nacional de Etiopía y objetivos federales. La nueva insurgencia ha provocado que, en los distritos de Bugna y Lasta, la crisis humanitaria golpeara a casi ochenta mil personas y obligara a cerca de diez mil a escapar de los combates.

También en la Oromia, la región de donde es originario Abiy Ahmed, y donde se encuentra emplazada Addis Abeba, registra un incremento en acciones armadas contra las Fuerzas de Defensa Nacional de Etiopía.

Partidarios de Gebremichael, entre el once y el doce de marzo, tomaron el Ayuntamiento y otros edificios gubernamentales de la ciudad de Mekelle, la capital, la emisora de radio local y otras localidades fronterizas con Eritrea, incluyendo partes del distrito de Seharti y Adigrat, el segundo centro de población más grande de Tigray.

Lo que supuso un “golpe de Estado” contra Reda, y provocó la avanzada del Gobierno Federal. Lo que pone a tiro de piedra la reactivación del conflicto, en el que sin dudas tienen también intereses naciones como Sudán y Egipto, por la puesta en marcha de la Gran Represa del Renacimiento Etíope (GRRE), lo que ya está haciendo mermar el flujo de agua hacia el Nilo.

Etiopía es el país mediterráneo más poblado del mundo y paga altos costos para su comercio exterior a través de los puertos de Yibuti, principalmente, aunque también opera desde puertos somalíes y keniatas, para lo que debe cubrir una distancia de entre seiscientos y mil trescientos kilómetros.

Esta situación llevó a Ahmed a acordar, a principios de enero de 2024, un memorándum de entendimiento con Somalilandia, la región rebelde somalí. A la que reconoció oficialmente, convirtiéndose en la primera nación africana en hacerlo, además de otros beneficios económicos para conseguir el arrendamiento por cincuenta años de una franja de veinte kilómetros sobre el golfo de Adén, en la región de Berbera, para ser utilizado como base militar y puerto comercial, área que ya cuenta con fuertes inversiones de los Emiratos Árabes Unidos (EAU). (Ver: Egipto-Etiopía, la guerra por el Nilo). Ese arreglo hizo que Mogadiscio rápidamente se dirigiera a un conflicto armado con Addis Abeba, que se detuvo gracias a la intervención de Turquía, que logró echar atrás el memorándum.

Por su parte, Eritrea apoya a las fuerzas de Amhara para mantener bajo su control los territorios anexados a Tigray durante la guerra civil. Marco que ha deteriorado mucho las relaciones entre Asmara y Addis Abeba.

En este punto, es importante señalar que el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Eritrea y Etiopía en 2019 fue lo que posibilitó que se le otorgara al primer ministro Abiy Ahmed el premio Nobel de la Paz de ese año. Tras lograr el acuerdo con su par eritreo, el presidente Isaias Afwerki, para finalizar la guerra fronteriza, después de veinte años, aunque se libró entre 1998-2000, la guerra se mantuvo latente.

Un lugar en el Mar Rojo

Si bien las cuentas que han quedado pendientes entre Addis Abeba y Asmara tras la guerra de Tigray, en la que Eritrea, si bien combatió junto a las fuerzas federales, se la acusa de haber sido extremadamente violenta contra la población civil tigrayana. Intentando terminar el conflicto que esta etnia, con mucha presencia también en Eritrea, se ha sublevado en muchas oportunidades contra el gobierno eritreo, con la intención de establecer un estado independiente junto a sus hermanos etíopes.

A pesar de las claras violaciones a los derechos humanos, no es esto el centro de la actual disputa entre estas dos naciones, sino que es la posible intención de Addis Abeba de recuperar su acceso al Mar Rojo, ocupando militarmente el área del puerto de Assab, que Addis Abeba había perdido durante la guerra por la independencia eritrea en 1993.

En una reciente cumbre africana realizada en Addis Abeba, de la Unión Africana (UA) se presentaron mapas de Etiopía, donde ya estaba incorporado el puerto de Assab.

Lo que encendió las alarmas en Asmara y desde los medios periodísticos de ambos países, es que se esté hablando de un conflicto inminente. Al tiempo que tanto diplomáticos etíopes como eritreos están realizando giras por distintos países del Cuerno de África y otras regiones adyacentes defendiendo sus posturas.

El primer ministro, Abiy Ahmed, ha asegurado públicamente no tener la intención de invadir a sus vecinos del norte, con quienes comparte una frontera de más de mil kilómetros y una compleja relación milenaria.

De todos modos y más allá de las declaraciones del jefe de gobierno etíope, Asmara se prepara para la posible contingencia, por lo que desde febrero pasado el presidente Afwerki ha ordenado la movilización de todos los ciudadanos menores de sesenta años para volver a adquirir entrenamiento y práctica militar. Es importante señalar que Eritrea es un estado fuertemente militarizado, al estilo de Israel, donde prácticamente toda la población ha pasado largos años de servicio militar. La urgente decisión incluye a las mujeres, que también deben cumplir con el servicio militar. En este caso han sido llamadas al servicio incluso las reclutas casadas y con hijos. Además, las últimas disposiciones de Asmara prohíben la salida del país a los ciudadanos menores de cincuenta años.

El gobierno del presidente Isaias Afwerki ha tomado debida cuenta de la provocación de Etiopía, que en enero pasado ha dado espacio para una importante conferencia del grupo Brigada N’hamedu (Revolución Azul), fundado en 2022 por exiliados eritreos en Europa, con el fin de derrocar a su gobierno.

Son muchos los resortes que tienen tanto Ahmed como Afwerki para denotar conflictos en territorio de su enemigo, abriendo nuevas guerras en los viejos frentes.

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