Este 1 de mayo

Fernando Berrocal

Fernando Berrocal Soto

El 1 de mayo es el Día del Trabajador. De todos los trabajadores y no solo de los empleados públicos o de los trabajadores privados y de quienes tienen empleo y reciben su salario por quincena o a fin de mes. También de los emprendedores, los profesionales liberales, los trabajadores informales y de los que se la juegan de sol a sol, en las calles y pueblos de nuestro país, haciendo todo lo que pueden, por generar recursos honestos y llevar sustento a sus familias.

Así es como debemos entender el 1 de mayo.

Todos coincidirán conmigo en que este no fue el mejor 1 de mayo. Fue un Día del Trabajador muy duro y difícil para la mayoría de los costarricenses y no solo por las consecuencias humanas y el temor en el ámbito de la salud que genera el Covid-19, sino también por la situación económica del país que ha llegado hasta sus límites en desempleo y sus gravísimas consecuencias sociales.

Esa es la realidad. Ese es el cuadro real del país este pasado 1 de mayo y esta verdad está teniendo tremendos y negativos efectos sociales, psicológicos y de relaciones humanas, en el seno de nuestra sociedad. No estamos muy lejos de una explosión social y están pasando situaciones espeluznantes de criminalidad y violencia. De ello nos informa la prensa todos los días.

Conste que soy un optimista profesional y un hombre de fe. Además, crecí y me eduqué en una Costa Rica de oportunidades abiertas y vi y experimenté cómo, en la segunda mitad del siglo XX, este país se transformó hacia arriba y generó la más impresionante movilidad social de ninguna otra sociedad en América Latina. Lo puedo afirmar porque, también, el ejercicio de mi vida profesional me hizo andar por otros países y viajar por Centro y Suramérica, en donde Costa Rica fue siempre un paradigma de progreso y bienestar.

En su libro “Palabras gastadas”, don Pepe Figueres proponía formalmente calzar en una generación a los costarricenses y al iniciarse la década de los 50 del siglo pasado, teníamos solo 4 o 5 liceos de secundaria. Dos o tres décadas después no había cantón que no los tuviera y, paralelamente, antes que ningún otro país en América Latina, logramos la universalización de los Seguros Sociales, la construcción de hospitales y EBAIS, con medicina preventiva, en todo el territorio nacional, mientras la banca estatal con visión de desarrollo económico y social financiaba a empresas y emprendedores.

En esa Costa Rica, vivimos una auténtica y profunda revolución en libertad y nos transformamos en un Estado Social de Derecho y un país de clase media.

Ahora, objetivamente, estamos en franco retroceso y con un país alterado emocionalmente y en vías de polarización. Como dice mi querido amigo y exministro de Trabajo, Francisco Morales… “una chispa y hay incendio”.

Frase que comparto con tristeza y gran preocupación por el pasado 1 de mayo.

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