¿Es acaso inevitable el triunfo de la indecencia y la inhumanidad?

Luis Paulino Vargas Solís

Luis Paulino Vargas

Hay mucho en común entre el papa Francisco y el expresidente uruguayo Pepe Mujica: latinoamericanos, nacidos en países contiguos, hablantes del español, casi de la misma edad, mayor Mujica apenas un año y cinco meses. Y, además, la muerte les llegó con solo tres semanas de diferencia.

Pero eso es anécdota. Lo esencial está en los valores que ambos encarnaban, en las aspiraciones que los movían, en su actitud frente a la vida y, finalmente, en la enormidad de su ejemplo.

Ambos hicieron de la humildad y del amor la fuerza que los encumbró como líderes mundiales. Los odian quienes han hecho del odio su proyecto de vida. Los desprecian quienes buscan en la exhibición de poder y en el boato y el lujo una vía de escape para la vaciedad de sus almas. Los rechazan quienes rechazan a los pobres, a los migrantes, a los pueblos avasallados por las guerras, a las minorías históricamente discriminadas.

Los amamos quienes intentamos aprender de su ejemplo, sabiendo que nunca, ni de lejos, podremos alcanzar las alturas a que sus espíritus tan superiores los encumbró, pero esforzándonos, al menos, por ser dignos de su legado.

Hoy, por doquier, proliferan los políticos que han hecho de la procacidad, de la vulgaridad y de la patanería el signo de su programa político, la guía de sus vidas. Hablan con odio, siembran el odio, actúan según los dictados del odio.

Son los nuevos rostros del fascismo, y, tal cual es propio del fascismo, con gusto y placer querrían fulminar y hacer desaparecer a todos a quienes les incomodan por ser distintos y disidentes.

He escrito varios comentarios en los que hago referencia al papa Francisco. Creo que este es el tercero. Y también el segundo que dedico a Pepe Mujica ¿qué tenían en común Mujica y el papa? No la religión, por cierto. Sí los valores de la humildad y la sencillez, el cultivo del amor, el compromiso con la paz y la justicia y la equidad. O sea: valores universales que son transversales a todas las religiones. Valores esenciales para que la humanidad pueda convivir y prosperar en paz.

Cuando hablo de Francisco no hablo de religión. Respeto muchísimo la fe religiosa de cada quien para hacer tal cosa. Si acaso hablo de aquella filosofía de vida que está presente en el evangelio y que habla del amor al prójimo. Este último es, por cierto, un principio de validez universal: no se necesita ser católico, ni evangélico, ni judío o musulmán o de cualquier otra confesión religiosa, para entender que el amor al prójimo es un imperativo ético y moral universal, un principio de vida de fundamental importancia.

Digo esto sorprendido por las barbaridades que algunos simpatizantes del chavismo se sueltan ¿cómo es posible que su fanatismo llegue a tales extremos al punto que no entiendan que lo que unía a Francisco y a Mujica no era la religión -tal vez la compartían tal vez no, la verdad no lo sé- sino el valor universal del amor al prójimo?

Quizá el problema está en que amor es lo que menos existe en el chavismo. Su combustible y su única razón de ser es el odio.

Creo que Francisco y Mujica nos han señalado el camino que deberíamos seguir. Su enseñanza y su ejemplo son el faro que ilumina ese sendero. Cumplieron su ciclo de vida, cumplieron con la misión que se encomendaron a sí mismos como razón de ser de sus vidas. Ahora nos toca a nosotras y nosotros, quienes aquí quedamos.

¿Hacia dónde querremos caminar? ¿Seremos capaces de construir sociedades embellecidas por el amor o, irremediablemente, caminamos hacia sociedades derrotadas por el odio?

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