Cuaderno de Vida
Gustavo Elizondo Fallas
Desde el lejano año de 1944 durante el gobierno de don Teodoro Picado, hombre de buenas intenciones, pero muy mal acompañado, se manejaba a nivel gubernamental la idea de una institución que protegiera la producción nacional y en esa línea, se asignó a un “Consejo Nacional de Producción” integrado por representantes del Banco Nacional y los despachos de Agricultura y Trabajo, aparte de la regulación de precios, el establecimiento de acciones de fomento y financiamiento a través de las Juntas Rurales de Crédito, que ya funcionaban desde hacía varios años; no obstante este “Consejo” no tenía personería jurídica y su alcance era limitado.El 10 de septiembre de 1948 mediante decreto ley 160 de la Junta Fundadora de la Segunda República, se crea el Consejo Nacional de Crédito y Producción que cambia su nombre a Consejo Nacional de la Producción ese mismo año, pero siempre bajo los mismos objetivos. garantizar la producción y el consumo nacional, como una respuesta a la escasez de alimentos en la Segunda Guerra concluida algunos años antes. Las décadas de los cincuenta y los sesenta, bajo el dominio de gobiernos proteccionistas, el papel del CNP fue brillante y contó con insignes costarricenses como sus directores, tal es el caso de don Ernesto Lara y don Rufino Gil; los grandes silos tanto en San José como en distintas regiones del país, llenos de granos que permitían la regulación de precios y el pago asegurado a los productores por su cosecha, eran el símbolo de que el Consejo cumplía su función. En la década de los 70, se le amplían funciones al CNP con los famosos Estancos, donde se distribuían artículos de consumo básico a precios favorables y que resultaron un paliativo en la crisis económica de los años 80.
Me tocó conocer Guácimo de Limón en el tiempo que se sembraba maíz en cada centímetro, desde la línea del tren hasta las llanuras de Tortuguero, donde predominaban los pequeños productores que en sus propias parcelas o en tierras alquiladas, obtenían hasta tres cosechas anuales del ancestral grano; las filas de vehículos en las bodegas del CNP, hoy en día lamentablemente abandonadas, eran interminables pero nunca escuché quejas por eso, los productores salían con una sonrisa y un recibo, que en pocos días se convertía en cheque y que les permitía con ilusión, comprar el bastimento, un estreno para los chiquillos y pasar al Centro Agrícola a pagar parte del préstamo además de comprar la semilla y los insumos de la nueva siembra. Esas mismas tierras donde conocí el verde intenso de la planta de maíz convertirse en color oro cuando se acercaba la cosecha, son hoy tierras adquiridas por las grandes bananeras y otras, simplemente tacotales abandonados.
En esos días de esplendor, los muchachos ayudaban a su familia en la siembra y en las fajinas (jornada después de las 2 de la tarde) se iban a sembrar su propio maizal, algunas veces en terrenos cedidos por la misma familia o alquilados, de manera que al llegar la cosecha, obtenían su propia producción que entregaban a su nombre y les permitía cubrir sus gastos y hasta darse algunos gustos, como viajar un fin de semana al cercano Limón y disfrutar de la playa, aparte de algún bailongo en los salones que pululaban entonces en ese puerto. Hoy día, una gran parte de la juventud de esos lugares, carentes de fuentes de ingreso, han sido absorbidos por el narcotráfico y han convertido a la zona en una de las más peligrosas del país.
Desde sus inicios en la década de los 40 el CNP ha tenido sus detractores, muchos de ellos velados bajo oscuros intereses, al ver afectados sus negocios particulares por la intervención del Consejo, llámese importadores, industriales, grandes productores y los trasnochados neo liberales que siguen abogando por el libre mercado y por impulsar la importación en detrimento de la producción nacional y en ese proceso, importar además las miserias de otros países donde se explota la mano de obra agrícola hasta los grandes negocios donde incluso los narcos han encontrado en los productos agrícolas un medio para el lavado como sucede en México con el aguacate. A estos enemigos de la producción nacional se les olvidó muy rápido que, durante la pandemia, con los mercados internacionales cerrados, el sector agrícola garantizó el suministro, tanto en el mercado abierto como en los miles de diarios que se entregaron en los comedores escolares gracias al crecimiento del Programa de Abastecimiento Institucional, PAI, hoy víctima del ataque despiadado de los intereses oscuros arriba indicados.
Por supuesto que tenemos claro que se deben dar mejoras en la entrega y tramitología de los pagos del PAI, en especial simplificando y automatizando el sistema, centralizando decisiones y buscando garantizar la calidad de los productos y el cumplimiento de las entregas, pero no podemos definir los precios comparándonos con los de los mayoristas que pueden producir a un bajo costo o los importadores de regiones del mundo donde los costos de producción son bajos, por el incumplimiento de las mínimas condiciones laborales e incluso, por el aporte de subsidios a la producción; el CNP debe cumplir aquel precepto original “velar por la sostenibilidad del pequeño productor nacional y garantizar la soberanía alimentaria”.
“Por supuesto que defendemos la existencia del CNP”.