Luis Paulino Vargas Solís
Ahí podría haber un daño potencialmente significativo para China. Pero ese no es el único asunto relevante que deba considerarse.
Hay al menos otros tres, cuyo impacto negativo cae sobre Estados Unidos.
- China es, junto con Japón, uno de los dos principales tenedores de bonos del tesoro estadounidense, o sea, bonos de la deuda pública de ese país. Los montos implicados varían según las fuentes que uno consulte, pero razonablemente puede suponerse que oscilan entre 800 mil y un millón de millones de dólares.
- China es, con enorme diferencia, no solo el mayor productor, sino también el que tienen las más grandes reservas de los diversos tipos de minerales llamados “tierras raras”, los cuales son una de las materias primas principales para la producción en las industrias tecnológicas de punta, incluyendo autos eléctricos, turbinas eólicas, celulares y pantallas LED.
- Volviendo a la cuestión acerca de las voluminosas exportaciones de China hacia Estados Unidos, no debe pasar inadvertido que los consumidores gringos no van a querer prescindir de la amplia gama de chucherías que China les provee, incluyendo computadoras, celulares y otros artificios tecnológicos de última generación. Como tampoco va a festejar que los precios de esos chunches se eleven a más del doble.
Todo esto concede a China un enorme poder de negociación frente a Estados Unidos y, de ser necesario, un enorme poder extorsivo.
De hecho, en los días inmediatos posteriores a que el fanfarrón de Trump lazó su “guerra de los aranceles”, los bonos del tesoro estadounidense cayeron abruptamente de precio y, por lo tanto, subieron sus tasas de interés. Circulan diversas especulaciones acerca del posible origen de esos movimientos. Hay quienes los atribuyen a Japón y quienes señalan a China. El caso es que es un arma muy poderosa para darle su reprimenda a ese vago presuntuoso y escasito de neuronas, que hoy se sienta en la Oficina Oval de la Casa Blanca.
Y, ya ven ustedes, un nuevo vaivén de Trump: ahora los “cosos” tecnológicos quedan fuera de lo que los descerebrados de la Casa Blanca llaman “aranceles recíprocos”.
Excepto algunos vivazos (Trump y sus amigos) que, momentáneamente, recolectaron jugosas ganancias con el subidón que dieron las bolsas el jueves pasado, en realidad nadie, absolutamente nadie gana con este juego idiota. Todo el mundo pierde.
– Economista jubilado