Cosas del nuevo Renacimiento

Conversaciones con mis nietos

Arsenio Rodríguez

Era otro día más. Desperté, tomé consciencia de mí mismo y del contexto de mi vida. El maravilloso entorno de naturaleza, y la multitud de pensamientos y sentimientos circunvalando mi personalidad. Las dolencias y malestares de la vejez, las voces de los otros con sus propios procesos de despertar y percibir sus particulares necesidades. La interacción diaria con los demás, las noticias de actualidad en la televisión, los periódicos, los teléfonos, los dispositivos portátiles con su información y desinformación que fluye en un millón de bytes por segundo a nuestras mentes. Sí, aquí estaba otra vez, la vida, como la veo desde este yo.

Me di cuenta en mi agenda del día que tenía programado almorzar en Ciao, un restaurante italiano local, con un buen amigo que está escribiendo un libro sobre la arquitectura del universo. Él ya me había enviado una breve síntesis de sus ideas, y yo iba a darle mi opinión durante el almuerzo.

El universo, pensé. Esa esencia que se manifiesta en pulsaciones rudimentarias e invisibles tan finas que surgen aparentemente de la nada. Esas energías que nacen de un potencial fragmentadas, minúsculas, pero con un ímpetu inherente para ensamblarse y adquirir complejidad. Y, así, se dispersan, colapsan, se funden entre sí, se congregan y evolucionan en forma y consciencia.

Y al final, cada uno de nosotros no es sino un conjunto de estas antiguas notas infinitesimales, que ahora, en un sofisticado ensamblaje, se ven a sí mismas y a los procesos que se despliegan frente a sus ojos y consciencia, para tomar conocimiento de todo. Así cada uno podemos ver el universo desde su punto de vista punto de vista. En esto pensaba mientras me preguntaba sobre la arquitectura del universo, el tema que habría de tratar con mi buen amigo durante el almuerzo.

Salí al patio a ver el amanecer. Hay tanta belleza en el amanecer. Es una experiencia integral indefinible que lo transporta a uno a lo sutil. Y, por un momento, uno puede abrazar una paz inefable y tener un sentido de ser. Sin palabras. Sin tiempo. Sin espacio. Un sentido de amor interior.

Hay belleza en cada fase del amanecer, pensé, cuando me recuperé del primer momento de asombro. En un juego maravilloso, la luz interactúa con los átomos en las capas en la atmósfera, y fluye en distintas frecuencias que finalmente alcanzan nuestros ojos. Allí, rebotan contra receptores especiales, que cambian su conformación espacial, al recibir estas caricias luminosas, y envían códigos, a través de tejido neuronal vivo, en ondas de intercambio iónico, a un centro cerebral enmadejado y complejo, donde se cantan y se interpretan los códigos. ¡Y nacen los colores!

Cada una de las partes que componen la experiencia del amanecer es una belleza, un concierto de ser, pensé, ya de vuelta en casa, mientras me preparaba para tomar mi café de la mañana. La dicha del análisis y el análisis de la dicha. La alegría es siempre una revelación. Y como el amor, no es una conclusión.

Decidí ver las noticias en la televisión y luego navegar por las redes sociales. El mundo continuaba mezclando diferentes puntos de vista. Seguimos siendo presa de nuestra naturaleza milenaria y creemos suposiciones impulsadas por el miedo. La competencia, el sálvese quien pueda. Me acorde del título de una novela de los 1960 El Americano Feo (The Ugly American). Y pensé, pues hoy es presidente de los Estados Unidos.

El materialismo rampante y la hemorragia de chismes a través de las llamadas redes sociales invitan a un retroceso en nuestra búsqueda de una humanidad más justa y despierta a la realidad de que somos un continuo de vida. Y va creciendo una actitud contra la ciencia, a pesar de que estamos en una era de progreso científico y tecnológico como nunca. Muchas personas todavía creen, que la Tierra es plana, que no creen en la evolución biológica, ni en vacunas. La humanidad sigue sumergida en un proceso de visiones del mundo profundamente contrastantes.

Si todos pudiéramos enfocarnos e integrar los hechos revelados por la ciencia y la tecnología, ya no podríamos escapar de la realidad de que la vida y el universo son un continuo, de que todos y todo estamos interconectados. Que como enseñan todas las tradiciones místicas y espirituales, somos una sola familia humana. Sin embargo, esta no es la consciencia que prevalece. Está apenas surgiendo, pero está siendo resistida por la superstición, el miedo, el fundamentalismo religioso, la intolerancia, el nacionalismo. En este momento —me dije a mí mismo mientras terminaba mi café—, la civilización se está volviendo planetaria, pero nuestra consciencia sigue siendo tribal, por lo que probablemente se necesiten muchas sacudidas antes de un nuevo renacimiento.

Los negacionistas de una Tierra redonda, de los virus, de la evolución, de las vacunas, de los alunizajes, de la igualdad racial y del cambio climático son una versión moderna de los propensos a la superstición que pusieron en marcha las cacerías de brujas y las inquisiciones. Sí, tenemos un largo camino por recorrer antes de que una nueva civilización planetaria florezca.

Pasé la mañana con estos pensamientos, hasta que por fin llegó la hora de mi almuerzo en Ciao. Era un día hermoso. Me alegré de ver a mi amigo Richie. Nos saludamos, nos sentamos, ordenamos, y yo estaba listo para tomar mi primer sorbo de Chianti cuando el me miró y dijo:

Cada cosa en el universo está compuesta siempre de algo más elemental. Las moléculas están compuestas de átomos, los átomos están compuestos de partículas subatómicas, los protones están compuestos de quarks. La teoría de cuerdas especula que las partículas elementales están compuestas de cuerdas.

Tragué un poco de Chianti y lo miré. Pensé en Galileo hablando con un amigo en una trattoria italiana. Miré a los comensales, embarcados cada uno en sus pequeñas charlas, y me pregunté qué vendría después. Mi amigo continuó:

Todo se construye a partir de algo más elemental, y esto incluye el espacio y el tiempo. En mi libro, sugiero que el espacio-tiempo se encuentra en el nivel fundamental de la disposición jerárquica del universo, y es el bloque de construcción de las partículas-puntos, es decir, el espacio-tiempo sería la sustancia de la materia-energía. Ahora bien, si el espacio-tiempo está compuesto de una sustancia, ¿cuál podría ser esa sustancia? Propongo que el aspecto más fundamental del universo es la existencia. ¿Por qué? Porque nada puede existir sin existir. Propongo que la existencia es la propiedad que emerge por primera vez durante el Big Bang; como un quantum individual de existencia, o una partícula de existencia.

Pedí otra copa de Chianti. Mi amigo me miró esperando una respuesta. Con los labios todavía rojos con el vino, exclamé:

¡Un existrón! Así llamaría yo a esa partícula: un existrón. Sus ojos profundos me sonrieron. Le gustó. Hablamos un poco más sobre su libro, el mundo, el virus, el fenómeno del hombre y el fenómeno de Trump, y el surgimiento y la lucha de la humanidad. En fin, las conversaciones habituales de nuestros almuerzos en Ciao. Y la vida siguió adelante.

Esa tarde, las teorías de Richie sobre la arquitectura del universo trajeron a mi mente recuerdos de mis primeras inquietudes sobre lo que era la vida. Recordé lo deslumbrado que estuve siempre, y sigo estando, sobre qué es lo que estamos haciendo aquí en este mundo.

Suspiré mientras miraba el ocaso. La luz retrocedía, los pájaros cantaban canciones de despedida. La Tierra terminaba su danza giratoria, y el cielo se poblaba de una gran cantidad estrellas brillantes y una luna enorme. Ese mismo espectáculo asombroso que registró la mente humana desde los tiempos de los primeros homínidos, esa capacidad de tomar consciencia, de ser consciente, esos primeros momentos de autoconsciencia de la vida.

Martin Heidegger decía que la pregunta fundamental de la metafísica era “¿por qué hay cosas en vez de nada?” Para mí, la verdadera pregunta está más allá de esta cuestión. La pregunta es ¿por qué somos conscientes de estas “cosas”? Pienso que es porque nuestra consciencia es la que les da su esencia. A través de nosotros, el universo se mira y reflexiona sobre sí mismo.

Concluí mis reflexiones de esa noche releyendo algunas notas que había garabateado sobre la arquitectura del universo: “¿Cómo puede surgir la experiencia subjetiva del funcionamiento de la materia y la energía? Una partícula de existencia que podría considerarse un cuanto de consciencia.”

El existrón, pensé y sonreí y me fui a dormir.

Revise también

Trump

Besando el anaranjado culo de Trump

Por Jon Kokura El martes 8 de abril, en una conferencia ante el Comité Republicano, …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *